Publicado en América Latina fecha Febrero 18th, 2012
Por
Fernando Arellano Ortiz
En
medio de la crisis civilizatoria o multidimensional que enfrenta el
mundo a causa de los efectos perniciosos del capitalismo y su última
fase (una de las más predatorias) el neoliberalismo, América Latina
se constituye prácticamente que en la única región que está
sorteando más bien que mal la debacle económica planetaria, y de
alguna manera, apunta no obstante las infaltables dificultades y
contradicciones sociopolíticas, hacia mejores niveles de desarrollo
humano.
En
efecto, en contraste con las profundas crisis económicas de Europa y
Estados Unidos, los países latinoamericanos en su gran mayoría están
rompiendo con los dogmas neoliberales y apuestan por una integración
que vaya más allá del mero interés comercial y se sustente en la
solidaridad política que permita consolidar cauces de cooperación en
diversos ámbitos institucionales para alcanzar un óptimo Estado de
Bienestar. Al fin y al cabo América Latina es la región con mayor
desigualdad socioeconómica del mundo.
Por
ello los gobiernos de América del Sur trabajan en la consolidación
de un escenario como la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) para
poner en marcha mecanismos de desarrollo y defensa de la región.
Simultáneamente, varios gobiernos progresistas del continente
gracias al impulso de Venezuela han hecho realidad la Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la cual no
es una zona de libre comercio, sino un espacio político y económico
organizado, basado en la solidaridad y la complementariedad que
tiene en cuenta las asimetrías.
Los
pueblos del hemisferio han entendido que para salir de “la larga y
oscura noche neoliberal” de la que habla el presidente ecuatoriano
Rafael Correa, y que tanto dolor humano ha causado a millones de
latinoamericanos, la región debe circunscribir su política de
relaciones internacionales en la cooperación y no en la competencia.
UN DESPERTAR SOCIAL Y POLÍTICO
Para
lograr el cambio de paradigma económico y posibilitar la elección de
gobiernos de tinte progresista que han jalonado este proceso de
integración regional y ejecución de políticas públicas de desarrollo
social, muchas de ellas consideradas asistencialistas, Latinoamérica
debió soportar los embates de las medidas de ajuste y saqueo que
impuso el funesto modelo neoliberal. Estas fórmulas de pillaje y de
desconocimiento de las conquistas sociales inspiradas en el llamado
Consenso de Washington que muy poco tuvo de consenso y mucho de
Washington, generaron el despertar de los pueblos que a través de su
organización en movimientos sociales y en la movilización pública
lograron convertirse en sujetos de cambio que posibilitaron llevar
al poder a líderes con vocación de cambio cuyo propósito al llegar a
los gobiernos ha sido la lucha contra la pobreza, el desempleo, la
exclusión, garantizando el acceso gratuito y universal a la
educación y la salud. Es decir, hacer efectivo y real el rol del
Estado de garantizar los derechos fundamentales.
La CELAC: SER O NO SER
La
búsqueda de autonomía, pero sobre todo, la integración política y la
colaboración efectiva de la región, constituye “el ser o no ser” de
la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), dijo
el presidente de Uruguay, Pepe Mujica, durante el acto de creación
de este organismo que busca reemplazar a la desgastada y
desprestigiada Organización de Estados Americanos (OEA).
La
Cumbre de la CELAC realizada en Caracas entre el 2 y 3 de diciembre
sin la presencia incómoda de Estados Unidos y Canadá es otro paso
más en la ruta por solidificar políticamente a la región. Este nuevo
organismo de integración latinoamericana buscará concretar en el
corto plazo un fondo común de reservas para enfrentar las
turbulencias financieras y la creación de un organismo de derechos
humanos alternativo al de la OEA.
HACIA UN POLO DE PODER
América
Latina avanza paulatinamente hacia su propio destino como región no
obstante ser un continente muy disímil, heterogéneo, lleno de
diversidades de todo género: étnicas, geográficas, costumbristas,
históricas. En medio de esa diversidad y de los elementos comunes
como el idioma y las similitudes culturales que son decisivos en un
proceso de integración, la sociedad latinoamericana está llegando a
cierto grado de madurez política que le ha permitido comprender a
cabalidad las circunstancias de la globalización en el sentido de
entenderla como una muy hábil estrategia de los países desarrollados
para cautivar los mercados del planeta. Tras las fracasadas recetas
económicas del Consenso de Washington que solo han beneficiado al
capital financiero especulativo transnacional en perjuicio de los
intereses locales, la dirigencia latinoamericana de postura
progresista terminó dándose cuenta, por fin, de que la dinámica del
capitalismo salvaje que eufemísticamente lo denominan “globalización”,
obliga a concretar sinergias, por lo cual América del Sur se
encuentra en pleno proceso de estructurar un bloque común, en medio
de las diferencias, para defender intereses compartidos en el ámbito
internacional.
Para
algunos analistas en geoestrategia internacional como el mexicano
Alfredo Jalife-Rahme, América del Sur en ese sentido ya cuenta con
un proyecto y se encamina a constituirse en un polo de poder.
Jalife-Rahme se refiere a América del Sur por cuanto que México y
Centroamérica siguen siendo parte consustancial de la órbita
política, militar y económica de Estados Unidos.
NUEVA ARQUITECTURA FINANCIERA REGIONAL
Ese
renovado espíritu integracionista de los gobiernos de América del
Sur expuesto en diversas reuniones presidenciales se ha logrado
concretar tanto en la creación de UNSAUR como en el fortalecimiento
de instancias comerciales como MERCOSUR.
Las
buenas intenciones de los jefes de Estado no solo se han quedado en
retórica como en el pasado, sino que en medio de las normales
limitaciones de un proceso de integración ambicioso, se avanza en la
concreción de una propuesta para generar una nueva arquitectura
financiera regional.
Los
pilares básicos de esta propuesta que le dará sustento práctico a
UNASUR se pueden sintetizar así, en palabras del representante del
gobierno ecuatoriano Pedro Páez Pérez, quien en los últimos años ha
venido trabajando para cristalizar este empeño integracionista:
Una
banca de desarrollo de nuevo tipo, como la iniciativa del Banco del
Sur, con un conjunto de nuevas prioridades en materia de
alimentación, energía, cuidado de la salud, ciencia y tecnología,
conectividad física, financiamiento de la economía popular y nuevas
prácticas bancarias.
Una
banca central alternativa, comenzando por la conexión directa, en
red regional, de los bancos centrales, enlazados a sistemas de
compensación de pagos, mercados virtuales de liquidez, sistemas
multilaterales de créditos recíprocos, facilidades de emergencia de
balanza de pagos, caja fiscal, y un fondo común de reservas
regional.
Desarrollo de un espacio monetario común, incluyendo la emisión de
Derechos Especiales de Giro (DEG) regionales en el marco de
convenios de compensación de pagos como la experiencia del SUCRE
dentro de la Alianza Bolivariana para los Pueblos (ALBA).
Bloquear la restauración del poder de chantaje de la vieja
arquitectura financiera, pues el FMI ha dado más créditos desde la
explosión de la crisis que en toda la década previa, y espera aún
mayores aportes.
Crear
espacios para la política fiscal. La Conferencia de Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), por ejemplo, ha sugerido una
moratoria inmediata de la deuda externa que debe ser combinada con
la generalización de procesos de auditoría que podrían aprender
críticamente de la experiencia ecuatoriana articulándose a la
formación de un Tribunal Internacional de Arbitraje.
Bloquear con medidas efectivas la ofensiva de los especuladores a
nivel mundial.
Para
evitar retaliaciones políticas y sabotajes económicos a los procesos
democráticos, es necesario impulsar una definición pronta y
universal de controles de capitales y un impuesto a través de la
denominada Tasa Tobin.
EL LIDERAZGO DE BRASIL Y ARGENTINA
El mapa
político de Latinoamérica permite observar con claridad los avances
o retrocesos del proceso de cambio que se viene dando en buena parte
del hemisferio.
Brasil
y Argentina, los países líderes de Suramérica, son las economías de
mostrar. Ambas naciones que hacen parte del G-20, es decir, el grupo
de países con las economías más fuertes del mundo, evolucionan en un
modelo de mejoría social e industrialización que les ha posibilitado
reducir la pobreza, mejorar los índices de desarrollo humano y
configurarse como los impulsores de la integración regional.
Brasil
por sus condiciones geoestratégicas y económicas juega como polo en
América del Sur, hace parte del grupo de países conocido como BRICS
(Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que está en pleno ascenso,
y apuesta a consolidar el proceso de regionalización porque de él
depende solidificar su influencia.
EL ROL DE LOS GOBIERNOS DE IZQUIERDA
Los
gobiernos de Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, y
Evo Morales en Bolivia, se caracterizan por sus posturas de
izquierda en el sentido de proclamar un socialismo para el siglo XXI
y ser críticos de los efectos negativos del capitalismo en el
desarrollo de la sociedad.
Estos
gobiernos ostentan un gran respaldo popular y coinciden en haber
logrado revertir la negativa realidad social de sus pueblos mediante
la ejecución de políticas que han mejorado sustancialmente la
situación de los sectores más vulnerables de la sociedad.
Mientras Chávez tiene como caballito de batalla un discurso
antiestadounidense que le ha traído las simpatías de amplios
sectores sociales y políticos tanto nacionales como internacionales
y el desprecio de las oligarquías venezolana y latinoamericanas,
Correa y Morales deben hacerle frente no solo a sus adversarios de
la derecha sino a sectores de izquierda que los cuestionan y que
intentan sin éxito organizarse para restarles sustento popular.
Los
tres mandatarios tienen en común que su popularidad ronda el 60% y
por lo tanto esa legitimidad les permite seguir adelante con sus
reformas sociales y anti monopólicas.
¿HACIA DÓNDE VA PERÚ?
Tras la
pesada herencia de los gobiernos neoliberales de Alejandro Toledo
(2001-2006) y Alan García (2006-2011), quienes erigieron toda una
arquitectura para favorecer el modelo de libre comercio entre Perú y
Estados Unidos fundamentalmente, el presidente Ollanta Humala en sus
primeros cien días ha dado tímidas muestras de querer avanzar hacia
una política de contenido social.
En
medio de los poderes fácticos de la derecha peruana, Humala se ha
atrevido en este breve lapso de gobierno a aumentar el salario
mínimo, incrementar los presupuestos de educación y salud y poner en
marcha varias políticas sociales. Sin embargo tiene como limitante
que el modelo económico está sustentado en el extractivismo mediante
la explotación de los recursos minero-energéticos.
El
gobierno del mandatario peruano es una mixtura política del que
hacen parte sectores tanto de la derecha como de izquierda y lo
complicado es que su propósito es el de quedar bien con todo el
mundo, lo cual puede terminar favoreciendo más los intereses del
gran capital y los mercados que respondiendo a las ingentes demandas
sociales.
CHILE Y COLOMBIA: REPRESENTANTES DE LA DERECHA HIRSUTA
Finalmente, en el espectro político de Suramérica aparece lo más
hirsuto de la derecha representado por los gobiernos conservadores
de Sebastián Piñera de Chile y Juan Manuel Santos de Colombia,
caracterizados por su apego irrestricto tanto a los dictados de
Washington como a los principios fundacionales del malhadado modelo
neoliberal.
Tanto
el heredero de Pinochet como del cuestionado ex presidente
colombiano Álvaro Uribe coinciden en ser agentes oficiosos del
capital transnacional y como tales no tienen prejuicio alguno pare
entregar el patrimonio nacional a los grandes saqueadores que en
términos neoliberales se conoce como “socios estratégicos” o
“inversionistas extranjeros”, a quienes según su credo hay que
darles todas las garantías de seguridad para el éxito de sus
colocaciones financieras y empresariales.
Piñera
y Santos, coinciden además en que, a diferencia del resto de
gobernantes de América Latina, consideran a la educación no como un
derecho sino como un negocio que debe manejarlo el sector privado.
Ambos se enfrentan a sendas protestas y movilizaciones estudiantiles
de gran aliento. El mandatario neo pinochetista sigue adelante con
su neoliberal propósito, mientras que el colombiano, más astuto en
el manejo político, vio pasos de animal grande y temeroso de las
consecuencias de la explosión social y del paro estudiantil en todo
el país, se vio obligado a desistir de continuar con su desventurada
reforma a la educación universitaria.
Para
ambos mandatarios conservadores la “inversión extranjera” es
fundamental para el desarrollo de sus pueblos y qué mejor entonces
que entregar en manos de las transnacionales los recursos
minero-energéticos para su explotación. Piñera busca denodadamente
entregar un recurso estratégico para Chile como es el cobre mediante
la privatización de Codelco, la corporación estatal dedicada a la
exploración y explotación de este importante mineral. Santos, por su
parte, fomenta la explotación de las transnacionales de minas de oro
a cielo abierto, continuando con la política extractiva que dejó su
mentor, el ex presidente Uribe Vélez, cuyo gobierno otorgó 8750
títulos mineros que prácticamente equivalen a la mitad del
territorio colombiano.
Chile y
Colombia como Centroamérica han unido su destino al de Estados
Unidos, país con el cual tienen tratados de libre comercio y son
además sus satélites en el hemisferio en lo militar.
MÉXICO Y CENTROAMÉRICA MUY CERCA DEL TÍO SAM
La
región centroamericana, es decir la franja que geográficamente va
desde Panamá hasta México depende económica, comercial y
militarmente de Washington. Su dependencia se refleja en los dos
últimos años en su lento crecimiento dada la crisis norteamericana y
su panorama de seguridad es desolador. El narcotráfico, la
criminalidad, la violencia en sus diversas expresiones y la
corrupción permean los diversos actores de prácticamente todos los
países centroamericanos, lo cual amenaza la estabilidad política e
institucional de esta región.
Este
ambiente enrarecido sumado al accionar de los carteles del
narcotráfico de México hace que Centroamérica sea la zona de mayor
tensión en el hemisferio. Políticamente la situación también es
conflictiva. Si bien Nicaragua y El Salvador cuentan con gobiernos
de tinte progresista sus pequeñas y débiles economías son
dependientes de Washington.
Los
gobiernos conservadores de Panamá, Costa Rica, Honduras y Guatemala,
en donde se eligió como mandatario a un militar represor como Otto
Pérez Molina, mantienen el statu quo y obedecen instrucciones del
Comando Sur estadounidense en materia de seguridad nacional.
GUERRA ASIMÉTRICA FINANCIERA
No
obstante la adhesión y su complejo de dependencia a Estados Unidos
de Centroamérica y de países andinos como Chile y Colombia,
Washington ha perdido influencia en las últimos dos décadas
particularmente en América del Sur. En 2005 a instancias de los
mandatarios de Brasil y Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva y
Néstor Kirchner, el hemisferio le dijo no al ALCA (Acuerdo de Libre
Comercio de las Américas) en la propia cara del tristemente célebre
George W. Bush, durante la Cumbre de las Américas de Mar del Plata.
Y ahora, Argentina y Venezuela prácticamente le declaran a la Casa
Blanca una guerra asimétrica financiera.
Desde
la Casa Rosada en Buenos Aires se está desconociendo el orden
financiero anglosajón y por si fuera poco, Argentina y Brasil
pusieron en marcha los denominados swaps (permutas financieras) para
evitar utilizar el dólar.
Entre
tanto, desde el Palacio de Miraflores en Caracas, el presidente
Chávez ordenó sacar buena parte de las reservas de oro. Según
algunos analistas los halcones de Washington tarde o temprano
pasarán cuenta de cobro a los gobiernos de Argentina y Venezuela por
haberse atrevido a tanto.
LA GRAN AMENAZA DE AMÉRICA LATINA
Si bien
Latinoamérica a diferencia de Europa y los propios Estados Unidos
está logrando crecer económicamente a un promedio del 5% anual según
la CEPAL, los rezagos del modelo neoliberal son un gran riesgo para
el desarrollo social y la defensa de su medio ambiente.
El
resurgimiento del denominado neo desarrollismo que se plasma en el
predominio del extractivismo de materias primas, principalmente de
recursos minero-energéticos, la extranjerización de la economía y el
desplazamiento de las viejas burguesías nacionales por nuevos grupos
exportadores, constituye una verdadera limitación en el avance por
limitar los abusos y desafueros del capitalismo especulativo y
depredador.
Este
esquema lo único que busca al decir del economista y científico
social argentino Claudio Katz, es remodelar el orden social vigente
mediante la aplicación de acciones de regulación estatal y fuertes
subsidios a los grupos empresariales que se desea promover como
protagonistas de la vida económica.
Y como
protagonistas de primera línea en la vida económica de los países
suramericanos se encuentran actualmente las trasnacionales dedicadas
a la explotación de recursos naturales, particularmente a los
proyectos de minería a gran escala.
Es lo
que el ex ministro de Energía ecuatoriano Alberto Acosta ha
denominado “la maldición de la abundancia” para significar que
“somos pobres, porque somos ricos en recursos naturales”.
En el
proceso de explotación de estos recursos como base para financiar la
economía, explica Acosta, “los efímeros boom acarrean profundas
perversiones. A la postre el conjunto social se empobrece, los
derechos fundamentales de las comunidades son atropellados, la
naturaleza es depredada, los ingresos generados no dinamizan la
economía nacional, la violencia y la voracidad se institucionalizan,
el autoritarismo gana terreno y se mina la democracia”.
Lo
anterior lo confirma la doctora argentina en Sociología Maristella
Svampa, quien en uno de sus múltiples análisis recientes sobre el
modelo extractivista señala que en la actualidad, no hay país
latinoamericano con proyectos de minería a cielo abierto “que no
tenga conflictos sociales suscitados entre las empresas mineras y el
gobierno versus las comunidades: México, varios países
centroamericanos (Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica,
Panamá), Ecuador, Perú, Colombia, Brasil, Argentina y Chile. Según
el Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL)
existen actualmente 120 conflictos activos que involucran a más de
150 comunidades afectadas a lo largo de toda la región”.
“La
minería metalífera a cielo abierto se ha convertido en la actividad
más cuestionada en la región, en una suerte de figura extrema, un
símbolo del extractivismo depredatorio, al sintetizar este conjunto
de rasgos particulares directamente negativos para la vida de las
poblaciones y el futuro de nuestros países. En consecuencia, no se
trata solamente de una discusión económica o ambiental, sino también
de una discusión política sobre los alcances mismos de la democracia:
se trata de saber si queremos debatir lo que entendemos por
desarrollo sostenible; si apostamos a que esa discusión sea
informada, participativa y democrática, o bien, aceptamos la
imposición de nuestros gobernantes locales y las grandes
corporaciones, en nombre del nuevo consenso de los commodities y de
un falso desarrollo”, puntualiza Svampa.
LA NUEVA CARA DE LAS LUCHAS SOCIALES
Los
movimientos sociales de América Latina siguen estando alerta para
enfrentar los rezagos del funesto modelo neoliberal y muy
seguramente serán capaces de volverse a movilizar cuando los
gobiernos no sean capaces de frenar los abusos de los agentes del
capitalismo especulativo y rapaz como en el caso de la infame
explotación de la minería a gran escala.
En los
últimos meses una nueva oleada de protestas sociales que empalma
perfectamente con la irrupción de los llamados Indignados de Europa
y Estados Unidos han sido las extraordinarias movilizaciones de los
movimientos estudiantiles de Chile y Colombia. Podría afirmarse que
son la nueva cara de las luchas sociales en la región, sobre todo,
en el corazón del neoliberalismo suramericano. En Chile donde ha
resucitado el espíritu político del pinochetismo y su afán
utilitarista del capitalismo; y en Colombia, un satélite
económico-militar de Washington, que al decir de la periodista María
Antonia García de la Torre, es “el tercer país más desigual del
mundo que cuenta con el ejército más temible de Latinoamérica y la
educación más inequitativa”.
La
expresión de inconformidad y rebeldía de los jóvenes así como de los
sectores populares de la región constituyen el nuevo sujeto de
transformación y la nueva cara del provenir de Latinoamérica.
Bogotá,
febrero de 2012. |