Zapata:
«Es mejor morir de pie que vivir toda una vida arrodillado» y «el
que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se
arrastre pero que no grite cuando lo pisen». Video.
Emiliano Zapata Salazar nació en San Miguel Anenecuilco, municipio
de Ayala, en el estado de Morelos, el día 8 de agosto de 1879. Fue
hijo de Gabriel Zapata y de Cleofas Salazar, y formó parte de una
familia campesina.
Su
infancia se desarrolló a la par del latifundismo porfirista en
Morelos. Realizó sus primeros estudios con el profesor Emilio Vera,
quién había sido un viejo soldado juarista. Pronto trabajó como
labrador y arriero. En 1906 asistió a una junta de campesinos en
Cuautla, para discutir la forma de defender frente a los hacendados
vecinos sus tierras del pueblo. Su rebeldía lo condenó a la leva: en
1908, Zapata quedó incorporado al 9°. Regimiento de Caballería, en
Cuernavaca. Se dice que el pretexto que se usó para su incorporación
al ejército fue el hecho de que había raptado a una jovencita, ya
que Zapata era conocido por ser un hombre muy enamoradizo. La
acusación la puso el padre de Inés Alfaro Aguilar, joven con quien
tiempo después Zapata tendría dos hijos: Nicolás y Elena Zapata
Aguilar. En la fotografía en la que Zapata y Villa aparecen sentados
en la silla presidencial, el niño más pequeño que se asoma es
Nicolás. Después el 20 de agosto de 1911 contrajo matrimonio con la
señorita Josefa Espejo Sánchez conocida como “La Generala” con quien
tuvo dos hijos el primero tuvo por nombre Felipe; éste nació en el
cerro El Jilguero y murió a la edad de cinco años en uno de los
tantos refugios que como familia tuvieron. Su muerte fue trágica ya
que no fue fácil evadir los peligros del monte y menos aún para un
pequeño a quien el juego se apetece en cualquier lugar. Felipe fue
mordido por una víbora de cascabel y su salvación resultó
prácticamente imposible. La segunda hija fue Josefa; ella nació el
Tlaltizapán y su suerte no fue distinta a la de su hermano: su
muerte resultó por la picadura de alacrán, su vida culminó un año
antes que la de Felipe; de esta forma Josefa quedó sin hijos en poco
tiempo. Sin embargo, Zapata tuvo más hijos, y de ellos a la fecha
vive una: Ana María Zapata, hija de Petra P. Torres. Emiliano Zapata
es asignado como caballerango de Pablo Escandón, Jefe del Estado
Mayor de Porfirio Díaz, y más tarde, en el mismo puesto, al mando de
Ignacio de la Torre, yerno de Díaz, quién le tomaría especial afecto
por su destreza con los caballos.
En
septiembre de 1909 Emiliano Zapata fue electo presidente de la junta
de defensa de las tierras de Anenecuilco, donde empezaría a analizar
los documentos que acreditaban los derechos de los pueblos a sus
tierras y se convertiría, de esa manera, en dirigente agrario de
Morelos, su estado natal. Su primera aparición política ajena a su
mundo campesino fue en las elecciones para gobernador de Morelos en
1909, cuando apoyó al candidato de la oposición, Patricio Leyva, en
contra del de los latifundistas, Pablo Escandón y Barrón.
En el
mes de mayo de 1910 recuperó por la fuerza las tierras de Villa de
Ayala, que eran protegidas por el jefe de policía José A. Vivanco y
que dejó en posesión de los campesinos del lugar. Por este hecho
tuvo que escapar varias veces del gobierno, pues fue declarado
bandolero. Después de haber recuperado las tierras, las dejó en
posesión de todos los campesinos de aquel lugar. Algunos meses
después participó en la reunión que se celebró en ese mismo lugar,
es decir, en Villa de Ayala, con objeto de discutir lo que después
se convertiría en el Plan de Ayala.
La Revolución Maderista y el Plan de Ayala
A
finales de ese mismo año, Pablo Torres Burgos fue enviado a Estados
Unidos por Emiliano Zapata para que se pudiera entrevistar con
Francisco I. Madero. El resultado de esta entrevista fue la decisión
de tomar las armas por Emiliano Zapata y otros 72 campesinos y con
Juan Moreno, Rafael Moreno, Maurilio Mejia y José Vergara. Esto lo
hicieron el día 10 de marzo de 1911, cuando proclamaron el Plan de
San Luis. Se dirigió hacia el sur, pues ya era perseguido por
Aureliano Blanquet y su batallón de soldados. En este período del
movimiento zapatista sobresalen las batallas de Chinameca, Jojutla,
Jonacatepec, Tlayecac y Tlaquiltenango, así como la muerte del
zapatista y antiguo líder del movimiento suriano, Pablo Torres
Burgos, que incluso precedió al mismo Emiliano. A la muerte del
mismo, Emiliano Zapata es elegido, por la junta revolucionaria del
sur en 1911, nuevo jefe revolucionario-maderista del sur. Las
reivindicaciones zapatistas contenidas en el Plan de Ayala, que
suponían una reforma agraria radical (La tierra es de quien la
trabaja), fueron inaceptables para los sucesores de Porfirio Díaz.
Lo mismo se puede decir de Francisco León de la Barra quien,
haciendo uso de su facultad de presidente, encabezó diversos
enfrentamientos políticos y armados con el jefe suriano, e incluso
del mismo Francisco I. Madero.
Zapata
se negó a desarmar a sus tropas, según lo acordado por los Tratados
de Ciudad Juárez, sin que antes se realizara el reparto de las
haciendas del Estado. Esto dio lugar a que Francisco León de la
Barra, presidente interno, lo considerara bandido y rebelde,
mandando fuerzas a perseguirlo. Mil hombres bajo el mando de los
generales Victoriano Huerta y Aureliano Blanquet fueron enviados a
combatirlo. Para agosto del citado año de 1911, Francisco I. Madero
quedó de entrevistarse con Emiliano Zapata en Yautepec para buscar
una solución pacífica en el conflicto suriano, con el fin de
convencerlo de que licenciara sus tropas, al tiempo que Zapata era
fuertemente criticado por la prensa conservadora del país. En la
reunión no se logró ningún acuerdo, dicho por Madero, pues el mismo
estaba convencido de que no podía acordar el previo reparto agrario.
El gobierno federal reiteró su decisión de imponer el orden por la
violencia, y Zapata se desplegó con sus tropas a los límites entre
Guerrero y Puebla, escondiéndose del gobierno y generando emboscadas
a pequeños contingentes federales. Cabe destacar que durante ese
lapso Zapata se casó formalmente con Josefa Espejo. El padrino de la
boda fue el propio Francisco I. Madero.
El 25
de noviembre de 1911 Zapata lanzó el Plan de Ayala, redactado por
Otilio E. Montaño, documento que se convertiría en su estandarte y
en el fiel ejemplo de la ideología de los campesinos morelenses. En
él se exigía la redención de los indígenas y la repartición de los
latifundios otorgados durante el porfiriato. Se desconocía a
Francisco I. Madero como presidente y se reconocía a Pascual Orozco
como jefe legítimo de la Revolución Mexicana. Además, el documento
postulaba que, en vista de que no se había cumplido con lo que se le
había prometido al campesinado, la lucha armada era el único medio
para obtener justicia.
Durante
1912, Emiliano Zapata combatió al Ejército Federal que, al mando de
los generales Arnoldo Casso López, Juvencio Robles y Felipe Ángeles,
buscaba la pacificación en los estados del sur. Los zapatistas
buscaron defenderse y lo hicieron “brutalmente”, según la versión
del Ejército Federal: en las narraciones de los ataques zapatistas
son comunes las referencias a asaltos, incendios, violaciones,
etcétera. Lo cierto es que dichas narraciones eran alteradas para
justificar los desastres cometidos por los miembros del Ejército
Federal. En ese año sobresalen los ataques a Tepalcingo, Yautepec,
Cuautla y Cuernavaca, aunque debe afirmarse que en ese entonces el
movimiento zapatista era muy débil, tanto en el ámbito político como
en la rama militar, sobre todo cuando la campaña del gobierno
maderista contra los sublevados surianos quedó a cargo del general
Felipe Ángeles. Por sus métodos civilizados y tolerantes, le
restaban bases al zapatismo, pues Ángeles simpatizaba con ellos.
La Lucha en el Sur a la Muerte de Madero
Tras el
asesinato de Francisco I. Madero y el ascenso en el poder de
Victoriano Huerta, la lucha armada se exacerbó y Zapata fue uno de
los jefes revolucionarios más importantes, al tiempo que introdujo
importantes reformas en Morelos. Posteriormente, estas posturas lo
opusieron al nuevo presidente (Venustiano Carranza). Una vez en el
poder, Victoriano Huerta envió una comisión encabezada por el padre
de Pascual Orozco, Pascual Orozco (Padre) a pactar la paz con
Emiliano Zapata. Esto le facilitaría tener un frente menos de guerra
en el país. Éste, que contaba ahora con el dominio de Morelos y
parte del Estado de México, del estado de Guerrero, de Puebla y de
Tlaxcala, se negó a pactar con aquellos a quienes él llamó “asesinos
de Madero”. Fusiló al emisario de Huerta, envió una carta al general
Félix Díaz, repudiando al gobierno de Huerta y, para el mes de mayo
de ese mismo año, reformó su Plan de Ayala, declarando que
Victoriano Huerta era indigno de la presidencia del país. A Pascual
Orozco se le retiró el cargo de Jefe de la Revolución. Zapata quedó
entonces como único jefe del Ejército Libertador del Sur. Sin
embargo, es preciso consignar que el hecho de reconocer el Plan de
Ayala implicaba el no reconocimiento del Plan de Guadalupe,
convirtiendo a Zapata, a Francisco Villa, a Álvaro Obregón y a Pablo
González Garza, todos ellos en encarnizadas batallas en el norte del
país, en luchadores de una causa aislada.
En los
primeros meses de 1914, Zapata tomó Jonacatepec y Chilpancingo, y
ese mismo año su ejército constaba ya de 27,000 hombres, por lo que
para abril ya había controlado por completo el estado de Morelos y
algunos lugares de Guerrero. Poco después conquistó Cuernavaca y
para junio se acercó a la Ciudad de México, ocupando Cuajimalpa,
Xochimilco y Milpa Alta, amagando a esta ciudad. Sin embargo, las
fuerzas constitucionalistas les cerraron el paso, al ocupar la
Ciudad de México antes que las propias zapatistas, las cuales se
encontraban más cerca. En septiembre, Venustiano Carranza envió a
Juan Sarabia, a Antonio I. Villarreal y a Luis Cabrera a
conferenciar con Emiliano Zapata, pero nuevamente el caudillo
suriano exigió la renuncia de Venustiano Carranza al Poder Ejecutivo,
y el reconocimiento del Plan de Ayala. Los emisarios, como toda
respuesta, abandonaron su campamento y el estado, pues Carranza
rechazó rotundamente sus peticiones, calificándolas de “inadecuadas”.
El Gobierno Convencionista
En ese
mismo mes, Emiliano Zapata, desde su cuartel general de Cuernavaca,
promulgó la entrega de tierras a los pueblos. Invitado por varios
delegados de la Convención de Aguascalientes, en la que los tres
grupos más importantes que participaron en la Revolución Mexicana
intentaron dirimir sus diferencias, Zapata no fue en persona al
citado evento, pero envió a una comisión, integrada por Antonio Díaz
Soto y Gama (quién protagonizo el Incidente de La Bandera), Leobardo
Galván, Paulino Martínez, Manuel J. Santibáñez y Manuel Uriarte,
quienes quedaron en calidad de observadores hasta que la Convención
optó por desconocer a Venustiano Carranza. Así pues, Emiliano Zapata
se unió con Francisco Villa y ambos reconocieron a Eulalio Gutiérrez
como presidente provisional de México, no así el encabezado por
Venustiano Carranza, lo que provocó la continuación de la guerra
civil. A finales de noviembre, la poderosa División del Norte y el
Ejército Libertador del Sur entraron en la Ciudad de México,
alcanzando así fama nacional el movimiento zapatista como la otra
cara de la moneda entre los campesinos surianos y los del norte. En
su estancia en la capital, las tropas tuvieron una actitud más que
pacífica: obtuvieron recursos mediante limosnas y evitaron los robos
y asaltos de algunos bandidos que ensuciaban su nombre haciéndose
llamar zapatistas. El 4 de diciembre de ese año Villa y Zapata
tuvieron la célebre entrevista de Xochimilco, lográndose una alianza
militar entre ambos ejércitos. Villa aceptó en cambio el Plan de
Ayala, a excepción de sus acusaciones a Francisco I. Madero, quién
había sido su redentor y se obligó a dar armas a Zapata.
Concretados estos acuerdos, Emiliano Zapata partió rumbo a Amecameca
y tomó Puebla el 17 de diciembre de 1914, aunque en los primeros
días de enero la plaza le fue arrebatada por las fuerzas del general
Álvaro Obregón. Éste habría de dedicar sus mayores esfuerzos para
combatir al poderoso ejército villista, dando lugar a que durante
1915 Morelos fuera gobernado por los campesinos levantados en armas,
asesorados por los intelectuales de la lucha suriana. En 1916, una
vez que Venustiano Carranza se había instalado en la Ciudad de
México y que Francisco Villa hubiera sufrido serias derrotas por
parte del ejército de Álvaro Obregón, Carranza dispuso la ofensiva
contra el zapatismo, al mando de Pablo González Garza. Con apoyo
incluso de la aviación del ejército, Cuernavaca fue ocupada por los
constitucionalistas en mayo y, aunque regresó efímeramente a manos
de los zapatistas, quedó definitivamente en su poder el 8 de
diciembre de ese mismo año. Ante la carencia de armas y ya sin el
apoyo villista, en muy poco tiempo casi todas las poblaciones del
estado quedaron en poder de los constitucionalistas. En 1917,
Zapata, lanzando una contraofensiva, reconquistó Jonacatepec,
Yautepec, Cuautla, Miahuatlán, Tecala y Cuernavaca.
En
marzo expidió la ley administrativa para el estado, reabrió escuelas,
creó instituciones para reiniciar la producción de alimentos del
campo y continuó la guerrilla en zonas periféricas y de frontera.
Sin embargo, en octubre del mismo año entró a Morelos el general
Pablo González Garza, apoderándose del territorio. Para 1918,
Emiliano Zapata era, al igual que Francisco Villa lo sería en 1920,
un guerrillero con poco futuro, pues ante las constantes batallas y
lo escaso de las municiones, la muerte de los cabecillas y la ley
agraria de Carranza, que apaciguó la causa suriana, su movimiento,
indudable manifestación del descontento campesino, no llegó a
consolidarse como una verdadera organización político-militar.
Siendo una rebelión de masas campesinas, se limitó a realizar su
guerra de guerrillas a partir de 1918.
La
guerra por parte del gobierno tomó perfiles despiadados. El
gonzalista Jesús Guajardo le hizo creer a Zapata que estaba
descontento con Carranza y que estaría dispuesto a unirse a él.
Zapata le pidió pruebas y Guajardo se las dio. Acordaron reunirse en
la Hacienda de Chinameca, Morelos, el 10 de abril de 1919, pero
Zapata murió preso de una emboscada. No pocos condenaron el
procedimiento. Además, esto dio lugar a que, una vez muerto, Zapata
se convirtiera en el Apóstol de la Revolución y símbolo de los
campesinos desposeídos. El movimiento continuó, aunque en franco
declive, y los zapatistas acordaron nombrar a Gilbardo Magaña Cerda
jefe del Ejército Libertador del Sur. Él sería el último: casi un
año después, los antiguos compañeros de Zapata se integrarían al
gobierno aguaprietista, y uno a uno serían asesinados por el mismo
gobierno mientras trabajaban para la misma institución.
Los
seguidores de Emiliano Zapata reciben desde entonces el nombre
genérico de zapatistas, aunque es muy importante hacer la distinción
entre los zapatistas de tiempos de la Revolución Mexicana y los
actuales zapatistas del sur de México.
Hace
algún tiempo, se publicó un texto que cuestiona la versión oficial
de la muerte de Zapata en la Hacienda de Chinameca. Hasta la fecha
no ha habido una respuesta pública, con argumentos, ni siquiera de
historiadores profesionales, que refute este cuestionamiento a la
versión oficial. Sin embargo, ha provocado la molestia de quienes lo
publicaron, porque les dicen que distorsionan la redacción de este
punto, al parecer por la incapacidad de argumentar.
Zapata
es el autor de las famosas frases «Es mejor morir de pie que vivir
toda una vida arrodillado» y «el que quiera ser aguila que vuele, el
que quiera ser gusano que se arrastre pero que no grite cuando lo
pisen» |