Compañero Hugo Chávez Frías, Presidente de la República
Bolivariana de Venezuela;
Estimados Presidentes, Primeros Ministros y Jefes de
delegaciones:
Saludamos, en primer lugar, al hermano pueblo venezolano y a la
Revolución bolivariana. Venezuela nos recibe hoy hospitalaria y
orgullosa, en el año que celebra el bicentenario de su independencia
y nos ofrece la oportunidad de reunir a los gobiernos de toda
América Latina y el Caribe.
Tenemos el privilegio de asistir a un acto fundacional de
carácter trascendental. Con las decisiones que aquí adoptamos y el
trabajo conjunto de los últimos tres años, reivindicamos más de dos
siglos de luchas y esperanzas. Llegar tan lejos nos ha costado
esfuerzo, pero también sangre y sacrificio.
Las metrópolis coloniales de antaño y las potencias imperiales de
hoy han sido enemigas de este empeño. Han intentado desafiar el
ideario de Simón Bolívar quien, con larga visión, sentenció: "La
unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino
inexorable decreto del destino".
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños es nuestra
obra más preciada. Simbólicamente, consolida el concepto de una
región unida y soberana, comprometida con un destino común.
En términos estratégicos, nos brinda el instrumento político
requerido para aunar voluntades, respetar la diversidad, resolver
diferencias, cooperar por el bien de nuestros pueblos y
solidarizarnos los unos con los otros. Su éxito dependerá del
carácter y la sabiduría de sus miembros, que somos las 33 naciones
independientes situadas entre el Río Bravo y la Patagonia.
En la unidad en torno a la soberanía, el desarrollo y la equidad
estará nuestra fuerza y de ella dependerá la prosperidad con
justicia de los ciudadanos de esta vasta y rica región. No tenemos
un ideario plenamente homogéneo, ni coincidimos en todas las
posiciones políticas. Esa es parte de la realidad y con ella debemos
trabajar en un clima de respeto y cooperación.
Vivimos en una zona libre de armas nucleares, privilegio que
disfrutan muy pocas regiones del mundo. Es una contribución
fundamental a la causa de la humanidad por la eliminación total de
esta amenaza, que pone en peligro la supervivencia humana.
Debemos aspirar a declararnos también, un día no muy lejano,
territorio libre de bases militares extranjeras, como aporte
adicional a la identidad regional.
El patrimonio común de nuestras tierras y mares atesora una
riqueza natural extraordinaria que, utilizada de forma sostenible,
con responsabilidad y solidaridad, ofrece a las futuras generaciones
las bases de un porvenir de prosperidad y justicia. Contamos con una
cultura diversa e interrelacionada, con valores ancestrales
autóctonos. Existe un potencial técnico y científico de alto calibre
e insuficientemente aprovechado.
A pesar de todo esto y de índices de crecimiento económico no
despreciables, América Latina y el Caribe, con más de 20 millones de
kilómetros cuadrados de extensión territorial y más de 580 millones
de habitantes, avanza lentamente y no logra superar las
deformaciones que obstaculizan su desarrollo.
Habitamos en la que se considera la región del mundo con mayor
desigualdad en la distribución de la riqueza. Junto al
reconocimiento de que hemos sobrellevado en mejores condiciones los
efectos de la crisis económica global, está la gran brecha que
significa la extrema concentración de la riqueza en pocas manos
frente a la inmensa pobreza de las mayorías.
La prosperidad de nuestra región depende de la solución de este
problema. Actualmente hay 180 millones de latinoamericanos y
caribeños pobres y, de ellos, 72 millones en extrema pobreza. Es una
tragedia que no tendrá solución incluso si cumpliéramos todos con
los Objetivos de Desarrollo del Milenio establecidos por las
Naciones Unidas.
Hoy, la pobreza afecta a 81 millones de nuestros niños y unos 13
millones de ellos ni siquiera pueden acceder a una alimentación
adecuada, en una región que produce más nutrientes de los que
necesita. Esos niños son los acreedores del futuro de esta región.
Nosotros, sus deudores.
La reciente evolución económica de América Latina y el Caribe
muestra que, a pesar de la profunda crisis global, han crecido los
ingresos por exportaciones, principalmente de productos básicos; que
la carga de la deuda externa, aunque injusta y agobiante, ha sido
menor, y que se ha incrementado la acumulación de reservas. Este
escenario nos brinda una oportunidad si actuamos con responsabilidad
y verdadero espíritu solidario.
Y es con ese espíritu que debemos encarar la situación en Haití,
que representa una prueba para todos nosotros. América Latina y el
Caribe tienen una responsabilidad histórica y ética con esa
república hermana, la primera en independizarse del yugo colonial en
nuestra región, donde se produjo, dirigida por esclavos, la primera
revolución victoriosa en la historia de la humanidad. Haití requiere
y merece que nos esforcemos para contribuir, con aportes más
sustantivos, a su reconstrucción y desarrollo, y con estricto apego
a la voluntad de su gobierno y a las necesidades de su pueblo.
En nuestro caso, ya lo expresamos en la pasada Cumbre de Cancún,
en febrero del 2010, y lo ratificamos hoy: "la colaboración cubana y
su modesto esfuerzo permanecerán en Haití los años que sean
necesarios, si el Gobierno de esa nación así lo dispone. A nuestro
país, férreamente bloqueado, no le sobra ningún recurso, más bien le
falta de todo, pero está dispuesto a compartir su pobreza con los
que tienen menos, en primer lugar con quien hoy más lo necesita en
el continente".
Yo recuerdo en una ocasión que visité Ecuador, en una de esas
tantas reuniones internacionales en que hemos coincidido, que
aproveché y visité la Capilla del Hombre, fundada por ese magnífico
pintor del continente, Osvaldo Guayasamín, y me impresionó un
letrero de un pensamiento que no era de él —según me explicó su hijo
mayor— y que estaba en una de las paredes de tan importantísimo
centro cultural e histórico. Decía el letrero: "Cuando era niño,
lloraba porque no tenía zapatos, hasta que un
día vi un niño que no tenía pies". Quiere decir que siempre, por
muy difícil que sea la situación de un país, por muy compleja y
grande que sea nuestra pobreza, siempre hay alguien más pobre que
nosotros, siempre hay un niño sin pies y que no necesita
zapatos.
Estimados colegas:
Hemos asumido el compromiso de oponernos con firmeza a todo
intento de desestabilización del orden constitucional en nuestros
países.
No es una manifestación fortuita, sino de genuina respuesta al
golpe de Estado contra Venezuela del 2002 y luego la asonada
petrolera, la sedición en Santa Cruz en Bolivia, el golpe militar
perpetrado en Honduras, el intento de golpe en Ecuador y las
constantes acciones de desestabilización contra gobiernos
legítimamente constituidos, firmemente comprometidos con los
reclamos de justicia social de sus pueblos, defensores de la
soberanía de sus países y expresiones de la más limpia y efectiva
democracia.
Se conoce la naturaleza y las motivaciones de quienes impulsan
estos ataques a la institucionalidad soberana y contra los derechos
constitucionales de los pueblos. Se sabe también que reciben el
apoyo de Estados Unidos y de algunos gobiernos europeos, así como la
complicidad de poderosas organizaciones privadas de la industria de
la información y la publicidad.
Recuerdo que en una reunión que sostuvimos en Nicaragua, en la
capital Managua, por los acontecimientos recientes similares
sucedidos en América Central, llamé la atención cuando hice uso de
la palabra: ¡Qué casualidad que todos esos intentos han sido contra
países del ALBA!, y me viré para el presidente Correa, que estaba a
mi izquierda, y le dije: "El próximo serás tú". Me puso cara de
sorpresa, como diciendo: "¿Pero por qué?". Él mismo y todos ustedes
conocen por qué.
Es la pugna entre mezquinos intereses oligárquicos, con apoyo del
capital transnacional y los derechos legítimos de los pueblos. Sería
un grave error desconocer que América Latina y el Caribe han
cambiado, que no se nos puede tratar como en el pasado. Nos ha
costado trabajo enfrentar el lastre del colonialismo y el
neocolonialismo y debe esperarse una firme determinación regional de
defender la independencia duramente alcanzada. La Carta Bicentenaria
que hoy adoptamos debe asumirse como expresión de esa realidad.
Más allá de nuestro entorno regional, compartimos un mundo
complejo y convulso, en el que los pueblos se rebelan contra las
injusticias —lo que vemos en Europa, en otras regiones del mundo y
en el propio Estados Unidos con la población norteamericana lo
demuestra—, las políticas imperialistas de saqueo, la concentración
de la riqueza, la corrupción y el abuso del poder. Se trata de un
fenómeno expresado particularmente en el Norte de África, el Medio
Oriente, casi toda Europa y Norteamérica. Es expresión del colapso
de despiadados modelos económicos neoliberales ya conocidos y
repudiados en nuestra región.
Es también un mundo en el que las grandes potencias violan el
Derecho Internacional, ejercen su dominación mediante el uso de la
fuerza y agreden a naciones soberanas al amparo de pretextos y
manipulaciones.
En Libia, la OTAN ha cometido un crimen internacional que ahora
amenaza convertirse en modelo. (Se escuchan explosiones de fuegos
artificiales).
Esa es la guerra que está echando Chávez contra los mosquitos o
no sé contra qué (Chávez le dice que es un cohetazo en Caracas en
homenaje a la CELAC).
Para vergüenza de las Naciones Unidas, se ha bombardeado durante
ocho meses consecutivos a ciudades indefensas, masacrando civiles,
destruyendo servicios sociales, mutilando la infraestructura y
llevando a la condición de desplazados y refugiados a cientos de
miles de personas.
Para Cuba, no es noticia la actitud de Estados Unidos. Es la
misma de siempre. Llevamos enfrentando más de cinco décadas de
hostilidad y agresión. Sufrimos el bloqueo económico, comercial y
financiero más abarcador y duradero que se haya impuesto a país
alguno. Nuestra región lo sabe y no ha dejado de pronunciarse con
firmeza, lo cual los cubanos agradecemos a todos ustedes.
Voy a terminar leyendo un párrafo que lo puse, después lo quité,
pero después de lo dicho por Chávez lo leeré.
Deseo agradecer a la reunión de Cancilleres del día de ayer, sus
generosos planteamientos sobre Cuba y la recomendación de una futura
presidencia cubana de la CELAC en el 2013. Iba a dejarlo para mañana
o después que ustedes, presidentes, primeros ministros y jefes de
delegaciones se manifestaran; pero Chávez, el presidente de
Venezuela, el país sede, aquí sacó acuerdos, me hizo votar a mí, yo
estuve de acuerdo, voté, y ahora interpreto... ya le pregunté a
Correa si está de acuerdo con ese tipo de votación, si se le cede a
Cuba la celebración de la próxima CELAC, después de Chile.
Les doy las gracias además, en este caso, no solo a los
cancilleres sino a todos los presidentes, primeros ministros y jefes
de delegaciones presentes.
Por fin, ¿cómo queda la cosa, Correa? Está de acuerdo, como diría
Chávez, ¿no?
¿Están de acuerdo todos o retiro este párrafo? No quiero dar las
gracias y que después uno levante la mano y diga: no, no estoy de
acuerdo.
(Chávez afirma que estarán en Cuba en el 2013).
Bien, entonces lo mantenemos.
Muchas gracias a todos (Aplausos).
Reconocemos a Venezuela el inmenso esfuerzo desplegado para crear
las bases y organizar esta Cumbre, así como al liderazgo del
presidente Hugo Chávez Frías al conducirnos hasta aquí, hacia
resultados tan prometedores para el futuro de la región y su aporte
a favor de la integración y la unidad de América Latina y el
Caribe.
En la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Cuba
trabajará con dedicación, altruismo y compromiso por la unidad de
nuestros pueblos, por un futuro de paz y justicia social, y por el
empeño irrenunciable de consolidar la plena independencia de lo que
José Martí definió para el porvenir como "Nuestra América".
Muchas gracias (Aplausos).