Wilkie Delgado Correa
“Ahora es la hora de recordar las
ideas de un ilustre poeta venezolano”
En estos tiempos, como en muchos
otros de la historia, cuando se habla de cambios esenciales, mayores o menores,
y de su necesidad, inmediatamente surge el ejercicio del criterio de si estamos
frente a lo mismo disfrazado o si se trata de un embrión que romperá, durante su
crecimiento imprescindible, con una estructura o molde que hacía inviable a lo
nuevo y mantenía encadenadas las aspiraciones mejores de los individuos y de
los pueblos. Y es una verdad irrebatible que la humanidad ha avanzado en todos
los campos por revoluciones, pequeñas o grandes, en las formas de pensar y
hacer para afrontar una realidad que estaba presente e inamovible, y para
encarar un futuro más promisorio e ideal.
Cuando se trata de cambios radicales
que involucran a toda la sociedad en su conjunto y es partícipe todo el pueblo,
no importa que grandes bandos contiendan en sus inicios, estamos presente, de
la noche a la mañana, frente a una revolución que estremecerá los cimientos del
entramado social ya caduco. Se iniciará así una nueva etapa de la humanidad o
de un pueblo que imprimirá un dinamismo extraordinario a la obra creadora que
irá conformando la nueva realidad más justa y coherente con el desarrollo
humano y social. Esas son lecciones escritas e inscriptas en las páginas de la
historia, que constituyen un legado inapreciable para las generaciones
sucesivas, aunque existan personas y clases empeñadas en desconocerlas e
ignorarlas, renuentes a aceptarlas como verdades indestructibles, y dispuestas
a batallar contra elllas con el poderío
de las armas, de las riquezas o de las influencias sociales, para impedir los
cambios que los pueblos y la humanidad reclaman y necesitan.
La Revolución Bolivariana de
Venezuela ha demostrado con su obra y sus ideas, que los cambios en todas las
esferas de la vida de un país pueden significar una vida mejor y mayores
posibilidades para millones de personas y para toda la sociedad en su conjunto.
Aún así falta mucho trecho que avanzar todavía. No es posible lograr cambiar
mágicamente en apenas una decena de años, todo lo que no se hizo o hizo mal en doscientos años y
todas las frustraciones, por lo tanto, de las ideas y sueños de su Libertador
Simón Bolívar. Sin embargo, para conseguir toda la justicia, no se requerirán
otros doscientos años, si el pueblo venezolano sabe defender todos los días y
mucho más en los próximos campos de batalla, frente a la reacción de los
partidocracia añeja, que serán las elecciones parlamentarias y las futuras
elecciones que vendrán.
Con su unidad y apoyo a los
candidatos de la Revolución Bolivariana, y su boicot a los candidatos
opositores, no importa el disfraz o imagen con que se presenten estos últimos,
hará posible que la revolución no pierda fuerza. No se puede olvidar por los
revolucionarios, por los chavistas, o por el ciudadano más neutral, que la
división en política es la muerte. Y que el papel de defender lo que se tiene o
lo que falta y se quiere, corresponde a cada ciudadano, hombre o mujer, con un
arma formidable para el momento de las grandes decisiones: la participación en
las elecciones mediante el voto depositado conscientemente en las urnas.
Por tanto, ahora es la hora de la
revolución. Es la hora de tener presente a ese ilustre poeta y político
venezolano Andrés Eloy Blanco (6 de agosto de 1897-21 de mayo de 195), cuando
expresó en forma magistral las aspiraciones de los pueblos sufridos,
pertenecientes también a una humanidad sufrida. Estas son sus palabras:
“Lo que quieren los pueblos es que
se le dé a la tierra, el sembrador que pide; y al sembrador, la tierra que
reclama. Lo que quieren los pueblos es que su pan tenga el tamaño de su hambre;
y su gobierno tenga la forma de su justicia.”
¿No están hoy cumplidas en
Venezuela, en gran parte, estas aspiraciones de su pueblo? De pronto, ya poseen
el gobierno que tiene la forma de su justicia. Ya el sembrador y la tierra
andan del brazo, aunque se requiera un abrazo más grande de lo nunca soñado.
Cuando el presidente Chávez ha
realizado un balance de lo logrado en estos años, a pesar de la oposición tenaz
del imperio y sus lacayos de dentro, a pesar de toda la ofensiva reaccionaria
en todos los campos, se ha podido constatar
la colosal obra de libertad y justicia de la revolución, no porque él lo
dice simplemente, sino porque lo que dice lo puede constatar y tocar con sus
manos el propio pueblo.
También lo ha dicho, y se debe
decir, si bien es mucho lo alcanzado hasta ahora, aún falta mucho más, y para
eso se requiere que la Revolución tenga libres las manos de cualquier atadura
que trate de imponerle la reacción vendida a los intereses yanquis.
Si bien el pan se distribuye para
matar el hambre secular que padecían los sectores pobres en forma de acceso a
los bienes alimenticios de consumo, también el pan puede concebirse como cosa
concreta para matar otras diferentes formas de hambres. Así puede ser pan de la
educación para acabar con la ignorancia; pan de carácter económico para
enfrentar la miseria y mayor desarrollo; pan de la salud para disminuir las
muertes, mejorar la calidad de vida y enfrentar la insalubridad; pan de la
cultura para elevar la espiritualidad de las personas y hacerlas más libres;
pan del ejercicio del poder y de la participación en el gobierno, a través de
una inclusión de todos en el quehacer político real; pan de la libertad para
poderla ejercer plenamente mediante la voz y su papel dentro de la sociedad;
pan del ejercicio físico o los deportes para mejorar la vida, para disfrutar de
un nivel superior a nivel nacional e internacional; pan para el desarrollo de
las ciencias y poderla poner en función del desarrollo y la solución de
problemas vitales en todos los campos; pan para aumentar el amor y la
solidaridad entre los distintos sectores del pueblo venezolano y entre los
otros pueblos del mundo; pan de la independencia, la soberanía y la libre determinación
para ser dueños verdaderos y plenos de su país y, por lo tanto, de todas sus
riquezas materiales y espirituales; pan de los valores para que sea ley de la
república el culto a la dignidad plena del hombre.
En fin, el tamaño actual de ese pan integral,
al que hacía referencia Andrés Eloy Blanco, es hoy inmensamente grande en
comparación con el del pasado y el cual ofrecía con tacañería y egoísmo la
política burguesa tradicional que entonces gobernaba y que ahora,
trasnochadamente, pretende resurgir mediante el engaño y falsas promesas. Ese
pan a pesar de ser hoy inmenso, tiene y debe crecer para satisfacer
aspiraciones que aún faltan por concretarse, pero la misión de amasarlo con
manos amorosas y sabias e incorporarle toda la levadura que requiere,
corresponde a todos los hombres y mujeres que en Venezuela, como en todas
partes, aspiran justamente a un futuro mejor.
No crean los ciudadanos ni los
revolucionarios que, puesto que la Revolución está triunfante y parece
consolidada, y marcha decididamente hacia adelante, ha llegado la hora del
descanso y la disminución del esfuerzo y el sacrificio puestos abnegadamente a
disposición del movimiento revolucionario.
La Revolución Bolivariana está
definitivamente consolidada a la luz de los episodios que hasta ahora ha debido
afrontar junto al pueblo. Es cierto que
la Revolución marcha con pasos seguros hacia los horizontes que se ha trazado.
Pero es necesario que se comprenda una cosa: Que la Revolución no marcha sola,
que la Revolución no puede marchar sola. Que la Revolución marcha impulsada por
la labor y el esfuerzo de todo un pueblo. Que cada hombre o mujer, que los
jóvenes, niños y ancianos, que cada uno de los ciudadanos del país, es parte
esencial del motor potente que lleva a la Revolución hacia adelante, buscando
el cumplimiento de sus fines y objetivos.
Ahora es la hora que requiere el
trabajo incansable de cada uno de los ciudadanos de la patria. Ahora es la hora
que pide más esfuerzo y sacrificio de cada hombre y mujer. Ahora es la hora que
espera ansiosa el retorno a la lucha de los que ayer lucharon tan gallardamente
para que llegara la hora presente. Ahora es la hora de persuadir, convencer con
la verdad, atraer a los neutrales e indiferentes, frenar las arremetidas de los
enemigos. Ahora es la hora que exige el desinterés y la pureza de todos los
hombres y mujeres del país. Es la hora de demostrar las virtudes y el ejemplo
como paradigmas de la política revolucionaria de nuevo tipo. Ahora es la hora
de trabajar inteligentemente en beneficio de la Revolución y de la gran obra
que está llevando a cabo para el progreso y la felicidad de la patria de
Bolívar, la patria de cada uno de los hombres y mujeres cobijados bajo el cielo
azul de Venezuela.
Ahora es la hora de saber defender a
la Revolución Bolivariana frente aquellos que quisieran destruirla y con ello
vengarse del pueblo que se liberó un día de sus ataduras, supo defender a
Chávez, no sólo presidente sino también compañero, del traidor golpe de estado
y de todas las zancadillas que han querido imponerle al pueblo y a su
revolución auténtica.
Ahora es la hora de sólo escuchar la
voz de la Revolución y de Bolívar, y de desoír los cantos de sirenas de los que
sólo buscan un triunfo para petardear la obra realizable por la Revolución, o
poder un día aherrojarle nuevamente con cadenas para poder satisfacer sus
apetititos insaciables y su afán ilimitado de riquezas materiales.
En fin, venezolanos, esta es la hora
del dilema planteado por William Shakespeare: ser o no ser. Para bien propio y
de la Patria venezolana y del mundo, y de la Revolución Bolivariana que lo
representa, no queda otra opción posible y consecuente, que SER.
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