Cuba en tiempo de cambios, reconciliación sin pincharse con espinas.
Caminar por la calle Obispo en pleno corazón de La Habana incita a
preguntarse: ¿A quién se le hubiera ocurrido que se rompería el
cerco?
La Habana. Cuba atraviesa tiempo de cambios y vive una
reconciliación sin pincharse con las espinas. Caminar por la calle
Obispo en el corazón de La Habana Vieja incita a preguntarse: ¿A
quién se le hubiera ocurrido pensar en los años 70 que un Papa
latinoamericano abriría el cerco económico genocida más cruel de la
historia? Detenerse frente a la Bodeguita del Medio y mirar todas
las Cuba que hubo en tan sólo un siglo produce recogimiento. Moví
los hombros, y recorrí con la vista los viejos edificios que alguna
vez fueron mansiones de los que se fueron, y hoy son edificios
roídos ocupados por la migración interna. "Los orientales dejaron
sus pueblos para volcarse a la ciudad en los primeros años de la
revolución. Le dicen "palestinos”, me dijo Cecilia Rodríguez, una
habanera que fue testigo de mi sensación.
Una conversación telefónica de 45 minutos entre Barack Obama y Raúl
Castro produjo el deshielo del témpano más dañino que sufrió un país
de América Latina. La reunión en el Vaticano fue decisiva, aunque
las conversaciones se desarrollaron en su primera etapa en Canadá.
"El restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba
cambiará sustancialmente el comercio y la geopolítica de las
Américas y pondrá a Francisco en condiciones para recibir el Premio
Nobel de la Paz 2015. Es el hecho histórico menos pensado del Siglo
XXI ”; señaló sonriente mi anfitriona
Antes de despedirnos tomamos un helado Coppelia en la plaza de Las
Palomas y le di como símbolo de nuestro encuentro un escrito: "Cuba,
tan pacientemente sabia, tan dulcemente digna, tan armoniosamente
viva.”
Sin esperar respuesta salí hacia otro encuentro a pocos minutos de
allí. Me esperaba un taxi de la flota Cubataxi con Eduardo de la
Torre en el volante. Anduvimos bastante hasta dar con Marta Rojas
Rodríguez, la escritora y periodista emblemática de la revolución,
reconocida por sus novelas pero más por ser ejemplo revolucionario
desde su histórica cobertura periodística del asalto al Cuartel
Moncada en Santiago de Cuba realizada el 26 de julio de 1953.
En 1973, apenas regresó de una visita por Vietnam, el comandante
Fidel Castro se sometía a una de las tantas rondas de prensa
internacional que diera durante su mandato. La guerra fría estaba
bien fría, y el periodista Bryan Davis de una agencia inglesa le
preguntó:
-¿Cuándo cree usted que se podrá restablecer las relaciones entre
Cuba y Estados Unidos, dos países tan lejanos a pesar de la cercanía
geográfica?
Fidel Castro lo miró fijo y respondió para todos los que estaban en
la sala:
-Estados Unidos vendrá a dialogar con nosotros cuando tenga un
Presidente negro y haya en el mundo un Papa latinoamericano.
Algunos periodistas se escondieron detrás de una mueca irónica y
otros, entre quienes estaba Davis, hicieron moderados gestos
incrédulos. La conferencia siguió como si la pregunta de Davis
hubiera sido una estupidez. Interesaba más Vietnam.
Eduardo de la Torre era estudiante en aquella época , y en el restó
Sofía ubicada en la avenida 23, en pleno barrio El Vedado de La
Habana, recordó aquel episodio como si estuviera dando una cátedra
de eternidad.
Asombrosamente estaba frío en toda la isla. Las bajas temperaturas
venían de las copiosas nevadas que sufrían los vecinos del norte.
Eduardo no podía creer que yo anduviera sin equipo de mate como nos
caracterizan en varios sitios del planeta.
-Fijate tú chico, nadie le creía al comandante; pero cómo no creerle
al comandante que resucitó más veces que Jesucristo.
-¿Cómo decís eso Eduardo?, le reproché, haciendo alarde de mi
supuesta pacatería católica.
-Sí, pues sí, con todo respeto por Jesucristo, pero oye chico,
¿cuántas veces lo mataron a Fidel? ¿Cuente en la prensa
internacional cuánta veces lo mataron y te darás cuenta tú de
cuántas veces resucitó?
Me reí, mientras Marta Rojas Rodríguez, quien se había mantenido
callada durante la conversación irrumpió con un enojo. Saltó de su
silla para reclamar ante el mozo por el pollo crudo que había
servido.
Estábamos a una semana del viernes 27 de febrero, fecha fijada por
ambos países para continuar analizando el camino del
restablecimiento de relaciones y la apertura de embajadas.
Habían tenido dos jornadas de trabajo a finales de enero en La
Habana, y ahora el turno era en Washington. Barack Obama ya había
gustado en público un habano; y tal vez, Raúl Castro lo hizo con una
coca cola.
Roberta Jacobson, secretaria asistente de Estado para los Asuntos
del Hemisferio Occidental, lideró La delegación estadounidense. Se
había manifestado enamorada de las playas caribeñas. Sobre todo de
las aguas turquesas de los Cayos cubanos. Su favorito, dijo, es el
Cayo Santa María que se une a la isla a través de un terraplén
construido por iniciativa de Fidel Castro en los años difíciles. En
tanto, la comitiva cubana estuvo representada por Josefina Vidal,
directora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones
Exteriores (Minrex).
Los cubanos coinciden en las calles que se necesita un cambio pero
la mayoría quiere respetar la revolución y sus logros sociales.
"Aquí tenemos seguridad, educación y salud, y aunque no alcance
tenemos libreta de comida. Este es un país digno y honesto. Sólo
queremos algunos cambios en la economía”, señaló Rigoberta Das Luz,
moza del restaurante La Roca en Calle 21 esquina M.
Cuba necesita con urgencia oxígeno económico y Estados Unidos perdió
la batalla de largo aliento y no puede seguir sosteniendo el único
muro que quedó de aquella guerra fría que hoy parece un capítulo de
la prehistoria. Entre los periodistas e intelectuales se discute
cómo aplicar esos cambios, qué forma instrumentar, y mientras se
preguntan miran a China pero saben que ellos no son chinos sino
caribeños, con todo lo que eso implica para bien o para mal.
El subdirector del diario Granma, Oscar Sánchez abrió su despacho
para una charla de cortesía. Fue mesurado pero señaló: "Se necesitan
solucionar asuntos claves como la exclusión de Cuba de la lista de
países patrocinadores del terrorismo y habilitar los servicios
bancarios de Cuba en Washington.”
Tras el fracaso del plato de pollo en el restaurante Sofía, Eduardo
de la Torre invitó a degustar un plato de pescado en uno de los
restaurantes privados conocidos como Paladares. Los precios no son
como los estatales pero tienen todos los servicios de los
establecimientos selectos, esos servicios que en realidad son
detalles que te hacen creer que sos importante, pero te sirven lo
mismo que en los establecimientos del estado. En cualquier Paladar
un plato de cerdo o pollo con arroz y verdura cuesta entre 12 y 15
dólares que se pagan en moneda Peso Cubano Convertible (CUC),
mientras que ese mismo plato con un buen servicio en un restaurante
estatal cuesta 4.5 CUC.
De la Torre quiso mostrarnos los indicios del cambio pero dejó
entrever que en realidad los cambios que se necesitan son otros en
la economía cubana.
En el restaurante la Piña del Plata, que está a una cuadra de la
Floridita, cuna del famoso trago daiquiri, y donde aún vive el
espíritu de Ernest Hemingway apoyado en una escultura de bronce,
Ivelin Palacios, una joven de 23 años quiso contar su vida. Algo
asombroso, porque a veces el cubano se intimida asimismo. Se
presentó como profesora de música. Había llegado desde su Manzanillo
natal a La Habana para doctorarse en música renacentista. Todos los
días, entre las 21 y las 23 horas está en la catedral para ensayar
partituras en el órgano que le presta el arzobispo José Ortega
Alamino. Percibe 16 dólares por mes por su trabajo como docente y
alquila una pieza en una casona antigua de la zona en 10. Recibe una
ayuda de sus padres que siguen viviendo en Manzanillo. Ellos son
doctores en química y dictan clases en la Universidad Blas Roca.
Logran sumar 60 dólares mensuales.
-Mi padre se ayuda yendo al campo donde recoge leche y carne y vende
en el pueblo. También sabe de carpintería y albañilería; señaló
dulcemente Ivelin.
A Ivelin no le interesa la política, ama Cuba y no se iría por nada
del mundo a otra parte. "Aquí es lindo sólo que nos falta un poco de
dinero. Nadie quiere que se cambie todo. Sólo que nos alcance la
moneda,” afirmó sin bajar la mirada.
Refleja la inocencia dulce que caracteriza a las familias de los
campesinos de la provincia de Granma, una de las más alejadas de La
Habana. Desde allí escaparon la mayoría de los balseros porque está
situada a las márgenes del Golfo del Guacanayabo. Pero en sus playas
también se produjeron los acontecimientos que dieron origen al
primer monumento de la literatura cubana, el poema épico "Espejo de
Paciencia” escrito por Silvestre de Balboa en 1604, mientras que el
10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo,
considerado el Padre de la Patria, proclamó en su ingenio Demajagua
la independencia de Cuba.
-Yo conocí a muchos balseros, no sólo que estaban sin hacer nada
sino que eran inducidos por la ley de pisar Miami. La idea de
escaparse se fomenta en las esquinas donde pasan largo tiempo y
muchos arrastran a las familias. Quien llevó a su mujer embarazada
que después de horas y horas a la deriva fue salvada era de mi
barrio. Jamás quiso trabajar.
Por Pedro Jorge Solans |