por Alina Martínez
Se trataba de una actividad festiva en la que se premiaban los
resultados de la labor destacada en el Ministerio de Industrias que
presidía el Che. Era el 14 de marzo de 1964. La entrega de estos
estímulos morales era una forma, como destacó el Comandante-
Ministro, de señalar a los hombres y mujeres que por su entusiasmo
y dedicación el trabajo eran ejemplos para toda la sociedad.
Fueron incluidos en el reconocimiento los directivos y técnicos del
Ministerio que habían sobresalido por su actuación y los
especialistas extranjeros que habían contribuido con sus aportes a
la construcción del socialismo en Cuba.
El Che les dedicó palabras de elogio al mejor técnico cubano y
explicó las razones por las cuales se estimulaba a los técnicos
extranjeros. A continuación leyó una larga lista de trabajadores
destacados en las empresas y en el propio Ministerio, pero antes de
terminar, fue interrumpido con un anuncio inesperado: “Con el
permiso del Comandante Ernesto Che Guevara: el compañero Pedro Pérez
Vega, Héroe Nacional del Trabajo, a nombre de todos los trabajadores
del Ministerio de Industrias, va a hacerle entrega de un diploma
como trabajador de vanguardia también al Comandante Ernesto Guevara,
Ministro de Industrias”.
De las palabras emocionadas del Che ante ese inesperado gesto, dejó
testimonio Orlando Borrego quien lo acompañó al Che como
viceministro en esta importante responsabilidad de la economía:
“De verdad que esto se parece bastante a una ‘pala’ (complot). Lo
único que puedo decir es que soy inocente, y que me emociona mucho
el gesto de los compañeros. No sé si me lo mereceré o no. En
definitiva en nuestra corta vida de como la de todos nosotros,
siguiendo el ejemplo del compañero Fidel, independientemente de
todos los errores que hayamos podido cometer, nuestra tarea única
ha sido destinada al beneficio de nuestra clase obrera, y también,
siguiendo al compañero Fidel, siempre hemos mirado más lejos y hemos
tratado de nuestro pueblo se convierta en algo avasallador que
permitiera la liberación de todos los pueblos oprimidos de América y
también del mundo. No hemos trabajado sino con ese fin y no hay para
nosotros mejor recompensa que el reconocimiento –aunque no estoy
seguro que sea totalmente merecido- de los méritos que hayamos
tenido. Es para nosotros el saludo más profundo, más sentido, es el
premio más grande al que pueda aspirar un revolucionario.”
La humildad con que recibió ese estímulo no negaba su entrega total
a la tarea que le hacía encomendado la Revolución que cumplió
siempre en estrecho contacto con los trabajadores. Baste recordar,
entre muchos otros ejemplos, la labor que había realizado el año
anterior, 1963, para demostrar la importancia y la necesidad de
introducir la mecanización en la zafra cañera. Frente a un grupo
pequeño pero entusiasta de trabajadores agrícolas, trabajó en
jornadas de 10, 12 y hasta 14 horas diarias como operador de
combinada.
Como reportó el colega Gerónimo Alvarez Batista, recientemente
fallecido, transcurridos los días iniciales de labor en las áreas de
los centrales Ciro Redondo, Patria o Muerte, Venezuela, Brasil y
Enrique Varona, las experiencias obtenidas le permitieron sugerir
varias innovaciones que después de aplicadas dieron resultados
positivos. Además mostró gran preocupación por el estricto control
de los mantenimientos e instó a los trabajadores agrícolas e
industriales a que participaran en estos ensayos y conocimientos e
ideas.
¿Cómo no estimular moralmente a quien siendo Ministro se convirtió
en uno de los primeros operadores de las primeras máquinas de cortar
caña que funcionaron durante la tercera zafra del pueblo en 1963 las
que tripuló durante largas jornadas en los centrales de la actual
provincia de Ciego de Ávila?
¿Y cuánto más aportó en disímiles centros de trabajo a través de las
convocatorias del Batallón Rojo de Trabajo Voluntario que él mismo
encabezó y que consideró como elemento fundamental del sistema de
dirección, además del valor que le concedió como formador de
conciencia?
Y no solo labores voluntarias, sino su dedicación y entrega a las
tareas propias del Ministerio y su voluntad y sacrificio ante
cualquier otra misión que le fuera encomendada en una esfera tan
compleja como la de la economía o las relaciones internacionales que
tuvo que simultanear en aquellos años.
Sus compañeros al premiarlo en aquel acto estaban convencidos de que
era un reconocimiento bien merecido, y es muy posible que,
conociendo al Che, esperaran su reacción de sorpresa y su
agradecimiento por el modesto pero muy sentido homenaje. |