Por: Hedelberto López Blanch
Este 24 de abril se cumplirán 50 años de la entrada del guerrillero
heroico Ernesto Che Guevara, junto a un reducido número de
aguerridos combatientes a Zaire, hoy República Democrática del Congo
con la misión de ayudar a la liberación de esa nación africana. El
10 de abril de 2014, a pocos días de cumplir 82 años, falleció en La
Habana el teniente coronel ® Rafael Zerquera Palacios (Kumi),
primer médico que estuvo con el Che en esa gesta. Como homenaje a
los combatientes que iniciaron la epopeya de Cuba en África y al
doctor Kumi, Cubadebate reproduce una pequeña versión de la
entrevista publicada en el libro del autor, Hedelberto López Blanch,
titulado Historias secretas de médicos cubanos, cuya segunda edición
se presentará el próximo 8 de abril en el Instituto de Amistad con
los Pueblos (ICAP).
En abril de 1965, dos años y medio antes de que al guerrillero
heroico lo asesinaran sus captores tras caer herido en combate en
Bolivia, Rafael Zerquera Palacios se convirtió en el primer médico
que estuvo con el Che en el Congo Leopoldville, Zaire, hoy República
Democrática del Congo
Tras graduarse como médico en 1964 y cuando cumplía el servicio
social en Santo Domingo, en la Sierra Maestra, llegó a la consulta
del doctor, un emisario que le traía la encomienda de que se
presentara urgentemente en el Ministerio de Salud Pública en La
Habana. En la capital lo recibió el entonces ministro de Salud
Pública, doctor José Ramón Machado Ventura, quien le pidió su
disposición para cumplir una misión internacionalista muy
importante, sin decirle en qué lugar sería.
Este médico, de piel negra, nació el Primero de mayo de 1932, en
Trinidad, antigua provincia de Las Villas. Allí estudió la escuela
primaria y en Cienfuegos el bachillerato en Ciencias.
A los diez días de la entrevista con Machado Ventura, el 10 de abril
de 1965, él, junto a otros tres combatientes (Norberto Pio Pichardo,
Víctor M. Ballester y Martín Chibás González) tomaron un avión vía
La Habana-Moscú, lugar donde se le unieron tres compañeros más, y en
El Cairo, Egipto, otros tres. Ya eran nueve y con Zerquera (iba al
frente del grupo) sumaban diez. Antes del viaje, el Comandante en
Jefe Fidel Castro habló con Zerquera, le explicó la importancia de
la misión, se interesó por su familia pero no le dijo a qué país
iría, aunque le expresó que cuando llegara allá se iba a encontrar
con una sorpresa que ni esperaba ni podía soñar. «Esa conversación
fue uno de los momentos más felices de mi vida».
De Egipto volaron a Tanzania, adonde llegaron el 18 de abril, y allí
se encontró con Víctor Dreke, José María Martínez Tamayo (Papi), el
capitán Rivalta como embajador en ese país, Oscar Oliva, y el Che
que estaba disfrazado y parecía un profesor francés. Zerquera
llevaba dos maletines, uno que pesaba mucho, con balas de M-1
(después supo que eran para el Che), y el otro contenía dinero en
efectivo.
Al despedirlo en el aeropuerto de La Habana, Osmany Cienfuegos le
había entregado los maletines y le ordenó: «se los entregas solo al
jefe; puede ocurrir algún problema pero como único salvas tu honra
es que venga el cadáver tuyo junto con la noticia de que los
maletines se perdieron».
Recuerda el galeno que, una vez en Tanzania, con los elementos
aportados por el Comandante en Jefe sobre la sorpresa que
encontraría, cuando vio a un hombre blanco «camuflajeado» entre los
demás, con una pipa y leyendo francés, comenzó a sospechar. Y cuando
ese hombre blanco con una barba a medio salir, reunió a los 14
primeros compañeros que habían llegado, les explicó las tareas y
objetivos de su presencia en el lugar y les preguntó si alguien lo
conocía, sus sospechas aumentaron. Los únicos que sabían su
identidad eran Dreke (segundo jefe de la futura guerrilla) y su
ayudante José María Martínez Tamayo (Papi), pero no dijeron nada.
Zerquera le dijo que tenía una idea y, ante la exigencia del jefe
para que dijera el nombre, respondió: me imagino que usted es el
Che.
Todo el mundo era soldado
Guevara hizo un gesto afirmativo y seguidamente explicó el porqué de
su presencia en tierras africanas. Habló de su afecto y admiración
por Patricio Lumumba y entonces se dieron cuenta de adónde irían.
Dijo que el Movimiento le había solicitado al gobierno cubano una
ayuda. Agregó que entre los dirigentes cubanos, él era el que
mejores condiciones tenía para dar ese paso. Que había estado antes
en varios países africanos y contactó con el Movimiento de
Liberación lumumbista. Habló sobre muchas cosas: que tenían que ser
un ejemplo; de cuando se integró a las filas del 26 de Julio; de
cuando conoció a Fidel; de cómo se fue ganando los grados por los
méritos y los actos; que había que ser así, que allí nadie era
nadie, que todo el mundo era soldado, empezando por él, y que los
grados se irían adquiriendo según se los ganaran. Que llevaba una
libreta donde anotaría la historia de cada cual como se hace en toda
guerrilla. Puntualizó que allí no quería autosuficiencia,
autovaloración, que íbamos a ayudar y teníamos que ser humildes para
ser ejemplo. Señaló que la tarea no sería un paseo, que podía durar
cinco años y después se valoraría una sustitución progresiva, de
acuerdo con los intereses del Movimiento. Seguidamente sacó un
diccionario en lengua swahili y le asignó un número a cada uno de
los 14 presentes. Moja, número uno en swahili, a Dreke; el dos,
Mbili, a su ayudante; el tres, Tatu, el Che. A Zerquera, como venía
al frente de diez compañeros le puso ese número, Kumi. Como el Che
era un excelente estratega militar, después de pasar el diez, saltó
al 20, 30, 40, etcétera, con el objetivo de despistar al enemigo
sobre cualquier cifra posible. Tras la reunión, Kumi trató de
entregarle los maletines pero el Che le dijo que los guardara.
Tras buscar medicinas y avituallamiento necesario en Tanzania se
dirigieron a la frontera con el Congo Leopoldville (antiguo Zaire).
Desde Kigoma, en Tanzania, atravesaron en la oscuridad de la noche,
el peligroso lago Tanganika en dos pequeñas lanchas. Los primeros 14
combatientes cubanos llegaron el 24 de abril de 1965 a la localidad
de Kibamba, en el Congo.
Se iniciaba así el andar del Guerrillero Heroico, con un puñado de
hombres, por tierras congoleñas. En esa gesta llegaron a participar
123 combatientes cubanos.
Ya tienes pacientes
Como la participación del Che no había sido informada, nadie del
Movimiento de Liberación los recibió en Kibamba. Entonces Godefroid
Tchamleso, un congolés miembro de esa organización que viajó con
ellos en la lancha, organizó con algunos combatientes nativos una
especie de bienvenida. Los alojaron en unas chozas. En una de ellas
el Che puso su hamaca y esa noche Kumi durmió en el suelo cerca de
él.
Al siguiente día exploraron una empinada montaña cercana al lugar
donde finalmente se establece el campamento principal. El doctor
Zerquera quedó en Kibamba encargado de atender a los enfermos y de
recibir a los futuros combatientes que irían llegando.
En una primera ocasión Kumi subió, con mucha dificultad por la falta
de preparación, la empinada cima de 1 800 metros de altura donde
radicaba el Che, pero la segunda vez fue porque lo mandaron a buscar
y al llegar encontró al guerrillero heroico muy mal de salud, con
mucha fiebre y tos seca. Zerquera le preguntó cuál sería el
tratamiento mejor para su caso específico y el Che le dijo que
kanamicina, pero se lamentó porque no sabía dónde la iban a
encontrar. Entonces fue cuando Kumi abrió el maletín y Guevara le
preguntó de dónde lo había sacado. Tras las explicaciones
pertinentes comenzó el tratamiento y a los tres días, ya algo
restablecido, le indicó a Kumi que su trabajo estaba en Kibamba,
donde tenía un hospital y pacientes que atender.
Poco tiempo después el médico tuvo que regresar porque el Che
presentaba hemorragia y fiebre alta. Durante tres largos días con
sus noches Kumi le puso tratamiento contra la malaria hasta que
salió de la gravedad. De ahí en adelante, el Che nunca más se
enfermó y continuó organizando y dando aliento a sus hombres pese a
que los problemas dentro del movimiento de liberación del Congo y
las condiciones para sostener la guerrilla no eran las mejores.
«Yo aprendí mucho con el Che desde los primeros días en que llegamos
a Kibamba, cuando estábamos prácticamente sin hacer nada y nos cayó
el “gorrión”, es decir, la nostalgia. Una mañana se apareció en el
campamento y me dijo que venía a ayudarme para que no me quejara. Me
preguntó a qué yo había ido y establecimos el siguiente diálogo:
Kumi: A atender a los enfermos y heridos cubanos
Che: No, usted vino a ejercer su profesión.
Kumi: Dígame cómo la ejerzo.
Che: Coja el maletín y acompáñeme.
Y el Che y yo, junto al traductor congoleño Freddy Ilanga (fallecido
más tarde en Cuba) comenzamos a recorrer la zona. Veíamos a los
enfermos y decía, a éste aspirina a aquel, vitamina B-2. Al otro
día, no tuve que dar el recorrido, los nativos se me metían en la
choza para que los consultara, y el Che me dijo: “Fíjate como ya
tienes pacientes”.
Pese a que la gesta del Congo no dio los resultados esperados,
afirma Kumi, “al paso de los años comprendí que en realidad esa
misión sirvió de mecha para alimentar el fuego de la lucha en los
pueblos africanos; fuego que después comenzó a incendiar Guinea
Bissau, Mozambique, Angola, Namibia, Sudáfrica y a todos los demás
países que se liberaron.
En total siete médicos cubanos y uno de origen haitiano que
estudiaba en Cuba participaron en esta gesta con el Che en el Congo
Leopolville. |