Con motivo del 69 Periodo de Sesiones de la Asamblea General de la
ONU
Ernesto Gómez Abascal
Alahednews
Hace 67 años, durante la II Asamblea General de la entonces recién
nacida Organización de Naciones Unidas, el delegado de Cuba, Dr.
Ernesto Dihigo, se opuso con argumentos contundentes e irrebatibles
al Plan de Partición de Palestina, el cual tomaría cuerpo después
con la aprobación de la Resolución 181 (II). Cuba estuvo entre los
13 países que votaron en contra y fue uno de los dos países no
islámicos que mantuvieron esa posición.
Aquel hecho dio lugar a la primera guerra árabe-israelí y provocó la
creación del conflicto del Medio Oriente que se mantiene hasta
nuestros días. El Estado Palestino no se llegó a crear y aún hoy, su
aceptación como miembro de plenos derechos en la Organización,
todavía es rechazada por un pequeño grupo de países, especialmente
por Estados Unidos y Gran Bretaña, causantes originales de un
conflicto que ya dura más de medio siglo y que en estos momentos
conoce una peligrosa expansión bélica terrorista, estimulada
precisamente por estas potencias imperialistas, que persisten en su
empeño de dominar toda la región, controlar sus enormes recursos
energéticos y apoyar a la entidad sionista por ellos patrocinada, en
su criminal política expansionista y genocida, tal como ocurrió
recientemente en Gaza.
Por su importancia y completa actualidad, reproducimos los aspectos
más importantes del discurso y los argumentos del delegado cubano:
“Señor Presidente y Señores Delegados:
“De modo muy breve deseamos exponer las razones por las cuales la
Delegación de Cuba se ve obligada a votar en contra del plan de
partición de Palestina por la Comisión Ad Hoc.
“Hemos seguido con interés los debates, analizando los argumentos de
unos y otros, a fin de llegar a la conclusión que nos pareciera más
justa. Cuba ha demostrado su simpatía hacia los hebreos y el aprecio
por sus cualidades, pues ha admitido en su territorio a miles de
ellos, que hoy viven entre nosotros libres y tranquilamente, sin
discriminaciones ni prejuicios, pero no podemos aquí votar conforme
a sus deseos, porque consideramos que la partición de Palestina es
contraria al derecho y a la justicia. En primer término, la base
inicial de toda reclamación es la Declaración Balfour, causante de
todo el problema que hoy tenemos ante nosotros; y la Declaración
Balfour, a juicio nuestro, carece por completo de valor legal, pues
el gobierno Británico ofreció en ella una cosa de la cual no tenía
derecho a disponer, porque no era suya. Mas, aceptando su validez,
lo que ahora quiere hacerse va mucho más allá de sus términos, pues
ella prometió a los hebreos un “Hogar Nacional” en Palestina,
dejando a salvo los derechos civiles de la población árabe, pero no
ofreció un Estado Libre, cuya creación forzosamente afectará esos
derechos que se trató de salvaguardar.
“Es también contraria a derecho la partición si nos atenemos al
mandato conferido por la Liga de las Naciones. Cabría preguntar si
la Liga de las Naciones podía, en justicia, hacer lo que hizo, o
sea, ordenar el establecimiento de un Hogar Nacional Judío, con las
graves consecuencias demográficas y políticas que han tenido, en una
tierra ajena sin el consentimiento de sus habitantes.
“Pero aun admitiendo lo hecho, la partición que estudiamos va contra
los términos de ese mandato, que su Art. 6to, ordenó que no fueran
afectados los derechos y la posición de la población no hebrea de
Palestina, y mal puede sostenerse que esos derechos no resultan
perjudicados cuando va a arrebatarse a los nativos más de la mitad
de su territorio y varios cientos de miles de árabes quedarán
sometidos al gobierno hebreo y colocados en una situación
subordinada allí donde antes eran dueños.
“En tercer lugar, el proyecto es también contrario a derecho, a
nuestro juicio, porque va contra la libre determinación de los
pueblos, que era principio esencial del Pacto de la Liga, aquí se
está disponiendo de la suerte de una nación, privándola de su suelo
nacional, del suelo que ha tenido durante muchos siglos, sin que se
haya consultado para conocer su opinión. Y si del Pacto de la Liga
pasamos a la Carta de las Naciones Unidas, encontraremos que va a
cometerse idéntica violación, porque el principio de la libre
determinación de los pueblos se encuentra reconocido en el párrafo
2do. del Art. 1ro. con carácter general, y reiterado en el párrafo
(b) del Art. 76 para los pueblos no autónomos al decir que la
administración fiduciaria (equivalente al mandato de la Liga) deberá
tener en cuenta “Los deseos libremente expresados de los pueblos
interesados”.
“No nos convence el argumento, dicho por alguno, de que Palestina no
es un Estado y, por tanto, no tiene el carácter de sujeto de Derecho
Internacional, pues, en todo caso, esos preceptos no hablan de
Estados, sino de pueblos, y no cabe duda de que el palestino lo es.
“Hemos proclamado solemnemente el principio de la libre
determinación de los pueblos, pero con gran alarma vemos que cuando
ha llegado el momento de aplicarlo, nos olvidamos de él.
“Tal sistema nos parece funesto. La Delegación de Cuba está
firmemente convencida de que la paz verdadera y el mundo de justicia
de que tanto hablaron los líderes de la Segunda Guerra Mundial, no
depende de que ciertos principios fundamentales se inscriban en las
convenciones y tratados y allí queden como letra muerta, sino de que
llegado el instante oportuno, se cumplan por todos y para todos,
grandes y pequeños, débiles o fuertes.
“¿Por qué no se ha procedido de modo democrático en este caso
consultando la voluntad de todo el pueblo de Palestina?¿Es que se ha
temido que el resultado de la consulta fuera contrario a lo que de
todas maneras de quería hacer? Y si esto es así ¿Dónde están los
principios y donde la democracia que continuamente invocamos? No
terminan ahí nuestras dudas legales. En el curso del debate, se han
impugnado las facultades de la Asamblea para acordar la partición.
Se ha contestado que, conforme a los Arts. 10 y 11 de la Carta, la
Asamblea puede hacer recomendaciones sobre todo problema que esté
dentro de los límites de ese documento o que se relacione con el
mantenimiento de la paz y la seguridad internacional. Sin discutir
ahora si el problema de Palestina está dentro de esos límites o si
constituye una amenaza para la paz internacional, no podemos dejar
de advertir que una cosa es hacer una recomendación y otra muy
diversa es adoptar un plan que afecta la integridad territorial de
un pueblo que su posición jurídica y política, y encomendar la
ejecución del proyecto a una Comisión de la propia Asamblea.
“Tampoco nos parece que pueda sostenerse que ese proyecto es una
mera recomendación, pues toda recomendación lleva implícita la
posibilidad de que no sea aceptada y el plan aprobado tiene, sin
duda alguna, carácter coactivo, como lo prueba el hecho de que, por
una de sus disposiciones, será considerada como amenaza o violación
de la paz o acto de agresión, conforme al Art. 39 de la Carta,
“cualquier tentativa de alterar por la fuerza el arreglo contemplado
en la resolución”. Se trata pues, de algo que se impone por la
fuerza, no de una mera recomendación y como este, a juicio nuestro,
infringe la Carta, no podemos votar a favor del proyecto.
“Porque teníamos todas esas dudas legales, fue que votamos en la
Comisión a favor de que previamente se consultara a la Corte
Internacional de Justicia, para que pudiéramos avanzar sobre terreno
firme. La consulta fue rechazada por la mayoría, lo que consideramos
un error no justificado por la demora que ella hubiera causado, pues
más valía haber esperado unos meses que lanzarnos a una acción que
tantas dudas ofrece, aparte de que la negativa de acudir a la Corte
pudiera dar la impresión de que la Asamblea rehusó buscar soluciones
conforme al derecho. Por otro lado, consideramos que el proyecto es,
además, injusto.
“El pueblo árabe ha tenido ininterrumpidamente durante muchos siglos,
el territorio de Palestina, y por los datos oficiales que se nos han
presentado, al terminar la Primera Guerra Mundial, constituía casi
el 90% de toda la población del país. Por medio del Reino Unido,
como potencia mandataria, y el cumplimiento de lo resuelto por la
Liga, abrió sus puertas a una inmigración extranjera, ofreciéndole
un lugar en que pudiera vivir y desenvolver su existencia conforme a
sus deseos, con libertad religiosa y sin discriminaciones
humillantes, y ahora esos individuos pagan la generosa hospitalidad
de quienes les acogieron, quitándoles por la fuerza la mitad de su
suelo natal.
“Hemos dicho inmigración extranjera de modo consistente, pues con
todo respeto hacia la opinión de los hebreos, ellos son, a juicio
nuestro, extranjeros en la tierra de Palestina. En efecto, durante
los debates de la Comisión se adujeron datos para probar que los
antepasados de un gran número de los hebreos que ya han ido o que
aun quieren ir a Palestina, jamás estuvieron en esa región; pero aun
en el caso de que los remotos antecesores de todos ellos hubieran
nacido allí, es indudable que abandonaron dicha tierra hace tanto
tiempo, para establecerse en otros países, que sus descendientes han
dejado de pertenecer a Palestina, del mismo modo que nosotros,
hombres de América, nacidos de emigrantes que vinieron de todos los
rincones de la Tierra, no podemos considerarnos con ningún derecho a
la patria de nuestros padres en el viejo continente.
“El íntimo y ferviente anhelo de los hebreos de volver a Palestina,
tal vez por tradición, tal vez por razones místicas u obsesión
religiosa, es algo que puede tener toda nuestra consideración y
simpatía sentimental, pero no constituye, en nuestra opinión, un
título para que se les entregue lo que no les pertenece, muchos
menos si para ello hay que despojar por la fuerza a otro con más
derecho.
“Asimismo consideramos injusto el proyecto, porque es la imposición
del criterio de una minoría sobre una mayoría enorme, en contra de
un principio cardinal de la democracia. En el caso actual, esa
minoría, no queriendo someterse al criterio de los más, pretende
poner casa aparte, pero llevándose una porción del territorio del
pueblo que lo admitió en su seno.
(….)
“No se nos diga que a veces hay que aceptar una solución política
aunque sea injusta, pues sobre la injusticia nunca podrá asentarse
la paz y la cordialidad entre los pueblos.
“Respecto a los refugiados, judíos o no judíos, que hoy se
encuentran en campos de concentración, problema sobre el cual se ha
insistido por los partidarios del proyecto, Cuba expresó que debía
resolverse con un criterio de buena voluntad por parte de todas la
Naciones Unidas, aceptándolas proporcionalmente, según las
condiciones peculiares de cada país; pero entiende que no puede
imponerse a Palestina que ella lo resuelva sola, sobre todo si se
tiene en cuenta que es ajena por completo a las causas que han
determinado el desplazamiento de todas esas personas.
“Por esas razones, tendremos que votar en contra del plan de
partición, como ya lo hicimos en la Comisión, y una vez formado
nuestro criterio, nos consideramos en el deber de manifestarlo por
medio del voto, manteniéndolo con firmeza, a pesar de las gestiones
y presiones que se han hecho en torno nuestro”.
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