Ernesto Gómez Abascal
Rebelión
Es verdad, la Guerra Fría concluyó a finales del pasado siglo con la
desaparición de la Unión Soviética y los países socialistas en
Europa, pero el plan estadounidense de dominación global plasmado en
el documento conocido como “El Nuevo Siglo Americano” (Project for
the New American Century) y elaborado por un grupo de estrategas
neoconservadores y sionistas, continúa en la mente de los políticos
de Washington.
El control del Cercano Oriente debido a sus riquezas energéticas y
posición geográfica estratégica, la eliminación de aquellos
gobiernos que se enfrenten o interfieran sus intereses y excluir la
emergencia de nuevas grandes potencias rivales, permanecen como
prioridades en la agenda imperial, ya sea para demócratas como para
republicanos.
Si las cosas no les han estado saliendo bien en Afganistán e Irak,
ello no los llevará a cambiar de planes, solamente tratarán de
ajustarlos a las nuevas condiciones. En definitiva, tienen una larga
experiencia en métodos de “cambios de régimen”. En América Latina
los conocemos bien.
En Libia, incluida desde hace años en la lista de siete países cuyos
gobiernos debían ser cambiados [1] , lograron un éxito inicial, y
aprovechando las incoherencias y cierta impopularidad de su máximo
líder, tras intensa campaña mediática alcanzaron una cobertura de la
Liga Árabe que les facilitó la resolución del Consejo de Seguridad,
para bombardearla con aviones de la OTAN , destruir buena parte de
su infraestructura, asesinar a miles de libios e instalar en Trípoli
un gobierno subordinado a sus intereses. Ahora el abundante petróleo
libio está más disponible para las empresas estadounidenses y
europeas, aunque el caos creado en el país, no deja de provocar un
futuro lleno de incertidumbre.
Cuando esto sucedía en Libia, ya la CIA y sus aliados de los
Servicios Especiales de la OTAN , venían trabajando sobre el próximo
en la lista: Siria. Es reconocido que en Turquía y otros países
enemigos de Damasco, especialmente los miembros del Consejo de
Cooperación del Golfo, y en áreas de Líbano bajo control de la
Coalición del 14 de marzo (dirigida por el clan Hariri, pro saudita
y vinculado al gobierno francés), se entrenaron y armaron cientos de
sirios, predominantemente sunnitas pertenecientes a la organización
ilegal y extremista de los Hermanos Musulmanes, pero también
mercenarios de otros países árabes, incluidos comandos preparados
para operaciones especiales. Estos recibieron armamento moderno y
abundante, equipos de comunicación sofisticado e información
obtenida por las redes satelitales de la OTAN.
El gobierno de Damasco, predominantemente alawita [2] , firme aliado
de Irán y soporte importante de las fuerzas patrióticas libanesas
encabezadas por Hizbulá, que controlan el poder en Beirut, tenía
–como tienen todos los de la zona y de una buena parte del mundo,
incluidos los países más desarrollados–, problemas reales:
represión, falta de democracia y corrupción, y esto provocaba
malestar en una parte de la población, que se manifestó al inicio
alentada por lo que sucedía en otros lugares de la región, siendo
reprimida especialmente donde se originaron, en la sureña ciudad de
Daraa, justo en la frontera con Jordania.
La maquinaria de guerra mediática se puso inmediatamente en
funcionamiento al igual que hicieron con Libia. Aún sin que sucedan
cosas de este tipo, en Cuba, Venezuela y otros países
latinoamericanos, somos expertos en conocer como funciona esto,
llevamos muchos años sufriéndolo y también sabemos como combatirlos,
a pesar de tener condiciones materiales desventajosas debido a los
inmensos recursos de propaganda que posee el enemigo.
Contra Siria fueron a por todo. Aún con los defectos que puedan
señalársele, su gobierno practicaba una política no sectaria en lo
religioso y de relativa justicia social, antimperialista y
antisionista, era un aliado de las causas progresistas del llamado
Tercer Mundo y un obstáculo a los planes de EEUU e Israel en la
región. No tienen serio fundamento quienes alegan, para
desprestigiarla, que su política de paz, servía a los intereses de
Israel.
Poner un gobierno prooccidental en Damasco, propiciaría el cambio de
gobierno en Líbano y posiblemente una nueva guerra allí para
liquidar el poder de Hizbulá, ambos aliados de Irán y considerados
enemigos por las monarquías sunnitas del Golfo, plegadas a la
política de Occidente, que les ofrece protección frente a una
pretendida amenaza persa, aunque desde allí, en siglos, no se ha
iniciado una guerra contra sus vecinos árabes.
Consumado este plan, irían sobre Teherán con esa fuerza más y en el
camino doblegarían la resistencia palestina, obligándola a aceptar
las migajas de territorio y los mínimos derechos que los sionistas
de Israel estuvieran dispuestos a ofrecerles. El “Gran Medio
Oriente” estadounidense se completaría con su extensión a Asia
Central y el cerco a Rusia y China quedaría tendido.
Sin embargo Siria no es Libia. Aunque sus dirigentes han cometido
innegables errores y actuado con extrema lentitud frente a la
conspiración y los planes de sus poderosos enemigos, y perdieron
mucho tiempo y terreno, al parecer cuentan con apoyo y recursos
internos suficientes para hacerle frente a sus enemigos y
derrotarlos, aunque les cueste un alto saldo en destrucción y
muerte.
La clara visión de esta perspectiva, parece que fue lo que hizo
levantar la mano de los representantes de estas dos potencias en el
Consejo de Seguridad el pasado 4 de febrero, para vetar la
resolución que, sin importar el contenido de su texto –como ocurrió
en el caso de Libia–, abriría las puertas a la intervención
extranjera para destruir el país e imponer un cambio de régimen. Las
máximas autoridades de ambos países han declarado claramente que
existe una línea roja y no están dispuestos a permitir una
intervención militar extranjera en Siria.
La firmeza de Moscú y Beijing, y la colaboración que están prestando
al gobierno sirio, parece comenzar a cambiar la situación sobre el
terreno. El ejército libanés ha sido movilizado hacia la frontera
para tratar de impedir que continúe la penetración de suministros y
mercenarios hacía la cercana zona de Homs, centro de la sublevación
contra el gobierno y cuya ciudad han querido convertir en la
Benghazi siria. En los últimos días las fuerzas del gobierno sirio
han pasado a la ofensiva allí.
El gobierno de Bagdad, más cercano ahora a la influencia de Irán que
a la estadounidense, también está tratando de evitar que extremistas
islámicos sunnitas, vinculados posiblemente a Al Qaeda, quienes
reciben financiamiento de Arabia Saudita y Qatar, continúen
penetrando en territorio sirio. Los últimos atentados terroristas
contra población chiita en varios lugares de Iraq, parecen llevar el
mensaje de protesta de sauditas y estadounidenses por los cambios de
posición, favorables a Siria, adoptados por el gobierno iraquí.
Turquía y Jordania, otros dos países que adoptaron posiciones
beligerantes contra el gobierno de Damasco, comienzan a hacer
declaraciones más moderadas. Incluso se perciben señales de
preocupación en las capitales occidentales ante la posibilidad de
que fuerzas islámicas extremistas, afines a Al Qaeda, puedan llegar
al poder en Siria en caso de que el gobierno actual sea derrocado.
La situación es muy fluida y en extremo compleja, pero si Siria
logra resistir y vencer la agresión
imperialista-sionista-contrarrevolucionaria, y si Rusia y China se
mantienen firmes en su oposición a la agresión, ello podría implicar
una derrota de dimensiones estratégicas. Irán saldría fortalecido y
nuevas alianzas podrían establecerse para oponerse a los planes de
dominación imperialistas. Los países del grupo BRICS, los nuevos
países independientes de América Latina, especialmente el núcleo
duro reunido en la Alternativa Bolivariana para las Américas,
coincidentes en las principales posiciones de una política exterior
que se oponga a la agresión; privilegie la solución de los
conflictos por vías negociadas; y defienda la justicia, la soberanía
y la no intervención, podrían iniciar el comienzo de un nuevo
balance multipolar del mundo.
La grave crisis económica que afecta a las grandes potencias
capitalistas y el debilitamiento que ello implica, junto a un auge
del movimiento de los indignados, también podría ser una importante
contribución a este posible nuevo escenario.
* Ernesto Abascal es cubano, fue embajador en Iraq
[1] Información revelada por el Gral. ® Wesley Clark, Cmdte. en Jefe
de la OTAN en entrevista cn Ammy Goodman en el 2007. Incluía a: Irak,
Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán.
[2] Secta de la rama chiita del Islam, pero que es minoritaria entre
la población siria.
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