A propósito de lo que sucede en Siria
Ernesto Gómez Abascal
Rebelión
¡Avión! ¡Avión!... gritó el miliciano de guardia y de un salto me
levanté del lecho que había preparado con hojas de plátano secas
buscando mi fusil FAL 7.62 mm, de fabricación belga. Formaba parte
de una escuadra de siete hombres que, junto a miles de milicianos,
obreros, campesinos y estudiantes, nos encontrábamos desde hacía
semanas en las montañas del Escambray, al centro de Cuba, tratando
de poner fin a las bandas contrarevolucionarias, que intentaban
desestabilizar el país como parte del plan dirigido por la CIA
estadounidense para imponer un “cambio de régimen”.
Desde donde nos encontrábamos, casi en la cima de una altura
cubierta de bosques, que tenía a sus pies el valle de Cimarrones, vi
venir hacia nosotros, volando a baja altura, la silueta del avión,
posiblemente un carguero C-47 que, a pesar de ser tarde en la noche
y tener las luces apagadas, se apreciaba con bastante nitidez
mientras lanzaba en paracaídas su carga de armamentos y otros
suministros para los bandidos contrarrevolucionarios. Solo me dio
tiempo, al igual que otros de mis compañeros, a quitar el seguro del
fusil, ponerlo en disposición de “ráfaga” y dispararle los veinte
cartuchos del cargador. Eso sucedió el 4 de marzo de 1961, pero
había ocurrido ya en otras ocasiones y en diferentes lugares. En
este caso, el avión, averiado, debió hacer un aterrizaje de
emergencia en una de las islas Caimán, territorio británico al sur
de Cuba y nosotros ocupamos todo la carga por él lanzada.
Según las propias fuentes estadounidenses, entre los últimos tres
meses de 1960 y el desembarco de su ejército mercenario de Bahía de
Cochinos en abril de 1961, la CIA hizo sesenta y ocho lanzamientos
similares, de los cuales, según los órganos de seguridad cubanos,
solo siete llegaron a manos de las bandas contrarrevolucionarias.
El plan que, desde los primeros meses del triunfo de la Revolución,
fue estructurando la CIA para producir un “cambio de régimen” en
Cuba y que aprobado por el presidente Eisenhower en su último año de
mandato sería confirmado después por John F. Kennedy, tuvo en cuenta
las experiencias obtenidas en el derrocamiento del gobierno
democrático de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954. De hecho, varios
de los principales oficiales que trabajaron en este último, fueron
factores decisivos en la planificación del intento de invasión por
Bahía de Cochinos, entre ellos, David Atlee Phillips y Howard Hunt.
A pesar de las grandes diferencias entre situaciones políticas,
económicas y sociales en uno u otro país, el esquema que aplicaron,
mantenía las mismas directivas de trabajo que aun utilizan hoy día:
- Llevar a cabo una intensa campaña de prensa tratando de difamar al
gobierno y a sus dirigentes, tanto internamente como en el exterior.
Crear confusión, desconfianza, malestar. No importan los medios, si
pueden contar con prensa nacional, mejor. Pagarla si es necesario.
Los temas más utilizados pueden ser: violación de los derechos
humanos; falta de democracia; represión; falta de libertad de prensa;
acusaciones de corrupción, nepotismo, autocracia…
- Imponer un bloqueo económico y sanciones que puedan repercutir
negativamente en la vida del país, que afecte a la población y que
impida al gobierno tomar medidas de beneficio popular.
- Realizar provocaciones que puedan desestabilizar al gobierno. En
lo externo, crearle conflictos con países vecinos. Internamente, con
ONG, sindicatos, asociaciones de profesionales, religiosas u otras.
-Promover la condena y sanciones de Organismos Internacionales y/o
regionales.
-Organizar y pagar la oposición. Crearla si no existe.
-Crear grupos armados, entrenarlos y facilitarles medios para
realizar sabotajes, atentados y promover la inseguridad.
En Guatemala, el gobierno de Jacobo Arbenz, había aprobado solamente
una ley de Reforma Agraria que perjudicaba los intereses de la
United Fruit Co. Estaba proponiendo algunas medidas para modernizar
el país, reducir los altos índices de miseria y analfabetismo. Eran
solo reformas de corte nacionalistas. Fue acusado, mediante intensa
campaña de prensa, de abrir las puertas al comunismo e importar
armamento ruso y checoslovaco. Para tratar de darle credibilidad a
esto último, hicieron embarques falsos de algunas armas ocupadas en
Alemania en la II Guerra Mundial.
Desde países vecinos de Centroamérica, organizaron un pequeño
ejército mercenario que, apoyados por algunos aviones de guerra
estadounidenses, crearon una situación de inseguridad y caos, que el
gobierno de Arbenz, sorprendido y sin preparar condiciones para una
resistencia popular, no pudo enfrentar. Un militar traidor, Carlos
Castillo Armas, fue impuesto por los EEUU como nuevo gobernante.
Al tratar de aplicar un plan similar en Cuba, se equivocaron y ello
le costó caro a la CIA, contra cuya dirección arremetería Kennedy
después. La invasión mercenaria por Bahía de Cochinos, que debía ser
la culminación exitosa del plan de “cambio de régimen” , resultó un
absoluto fracaso. El poder revolucionario, dirigido por Fidel
Castro, había actuado con sabia previsión y siempre estuvo dos pasos
delante del enemigo: las fuerzas armadas clásicas, formadas por
asesores estadounidenses y con oficiales graduados en sus academias,
habían desaparecido y en su lugar existía un ejército rebelde y
cientos de miles de milicianos, que voluntariamente habían pasado
entrenamiento para defender la independencia de la patria. La prensa
tradicional, contraria a los intereses populares se autoliquidó al
lanzarse de frente contra la Revolución; los burgueses, politiqueros
corruptos, los mafiosos y los vendepatria, habían buscado refugio en
Miami confiados en que EEUU derrocaría al gobierno revolucionario y
podrían regresar a sus privilegios e instaurar de nuevo su
caricatura de república.
Cuando desembarcaron en Bahía de Cochinos el 17 de abril de 1961, ya
no tenían casi base de sustentación en Cuba y Fidel había proclamado,
el día antes, el socialismo.
Pero si aquella histórica derrota significó un tremendo golpe para
los objetivos imperialistas, los gobiernos de Washington no
renunciaron por ello a sus planes de “cambio de régimen” en Cuba.
Sus principales directivas, incluso recrudecidas o intensificadas,
las mantienen hasta hoy y no hay señales de que renuncien a ellas.
Después de Playa Girón organizaron la Operación Mangosta y desde un
gran centro de la CIA en Miami, con el nombre clave de JM Wave,
lanzaron innumerables acciones terroristas. Costó casi cinco años de
lucha para terminar con las bandas contrarevolucionarias que
llegaron a operar en todas las provincias del país. No cejan tampoco
en su empeño propagandístico contra la Revolución, al cual dedican
cada año decenas de millones de dólares. Por esta vía convierten en
disidentes políticos a delincuentes comunes; tratan de crear
partidos y organizaciones que en Cuba nadie conoce; “damas” que,
buscando el verde de los billetes estadounidenses, se visten de
blanco, etc. .
La primera experiencia en un plan de “cambio de régimen” llevada a
cabo por la CIA, después de su creación al finalizar la II Guerra
Mundial y comenzar la Guerra Fría, fue la Operación AJAX, que
culminó con la liquidación del gobierno nacionalista de Mohammed
Mossadegh en Irán, en 1953. El dirigente persa cometió el pecado de
recuperar los recursos petroleros hasta ese momento en manos de la
empresa británica Anglo Iranian Oil Co.
Teodore “Teddy” Roosevelt , presidente de los EEUU entre 1901 y
1909, fue quien proclamó la doctrina del “Gran Garrote” como
política exterior del imperio para América Latina, precursora brutal
de la técnica moderna de “cambio de régimen”. En las primeras
décadas del siglo XX, la pondría en práctica con numerosas
intervenciones armadas en el continente. A principios de los años
cincuenta, Kermit Roosevelt, su nieto, era Jefe de Operaciones de la
CIA para el Medio Oriente y fue quien, infiltrado en Irán, dirigió
personalmente el golpe que derrocó a Mossadegh e impuso al Sha Reza
Palehvi. La campaña de prensa e intimidación que lanzaron estuvo
basada en que Irán caería bajo la influencia soviética y que el
Partido Comunista (Tudeh), tomaría el poder.
Más recientemente, han llevado a cabo operaciones de “cambio de
régimen” en varios países latinoamericanos aplicando similares
esquemas de trabajo. Así derrocaron al gobierno de Salvador Allende
en Chile; organizaron la guerra sucia para cambiar el gobierno
sandinista en Nicaragua; han intentado hacerlo por varios medios
contra el gobierno bolivariano de Venezuela y posiblemente existan
planes para derrocar otros gobiernos como los de Bolivia, Ecuador…
Lo que está sucediendo actualmente en Siria, salvando diferencias
históricas y de contexto, clasifica también como una operación
clásica de “cambio de régimen”, donde se cumple casi al pie de la
letra, la metodología explicada anteriormente. El pecado del
gobierno del partido Baas ha sido oponerse a los planes e intereses
de Estados Unidos, la OTAN e Israel; apoyar a Hizbulá y otras
fuerzas patrióticas en Líbano, y ser aliado de Irán. Es muy ingenuo
aceptar que Occidente y las petro monarquías del Golfo estén
preocupadas por la violación de los derechos humanos, la libertad y
democracia en Siria. También es ingenuo pensar que si logran imponer
un “cambio de régimen” en Damasco, las nuevas autoridades no sean
subordinadas e incondicionales a los intereses de Washington.
Aprovechando errores del gobierno de Bachar al Assad, reconocidos
por este y tratados de subsanar mediante un plan de reformas
políticas en ejecución, se implementó una intensa campaña de
desinformación y difamación en la prensa; le aplicaron sanciones en
la Liga Árabe; impusieron medidas de bloqueo económico; se ha
estructurado y apoyado una oposición política desde el exterior; y
se ha organizado un ejército de bandas terroristas y mercenarios,
muchos de cuyos integrantes han sido entrenados e infiltrados desde
países vecinos. Ni Estados Unidos, ni sus aliados occidentales y
árabes, han ocultado que los están apoyando con dinero, armamento
moderno e información de inteligencia.
Dada la situación geográfica de Siria, no será nada fácil poner fin
a esta guerra sucia. Tiene largas fronteras con países donde también
tiene enemigos. El gobierno de Turquía, país miembro de la OTAN que
hasta hace dos años proclamaba casi una luna de miel con los
dirigentes de Damasco, cambió de posición y ahora le hace la guerra
facilitando la infiltración de hombres y armas a través de su larga
y escabrosa frontera.
En el trasfondo de las contradicciones en la región, se aprecia cada
vez más, la confrontación confesional, aunque la publicidad de este
aspecto, por su complejidad, tratan de evitarla. En el alto mando
del gobierno sirio ha predominado la presencia ala uita, que
pertenece a la rama chiita del Islam. A nivel del país son minoría,
aunque la política oficial ha evitado prácticas sectarias dando
participación a la mayoría sunita al igual que a la importante
minoría cristiana. No obstante, organizaciones como los Hermanos
Musulmanes, históricamente han tratado de levantar una oposición
sunita violenta contra el gobierno y han sido duramente reprimidos.
Una parte de los sunitas libaneses, integrados en el Movimiento 14
de Marzo, que dirige Hariri, son enemigos de Siria, de Hizbulá y de
Irán. Los chiitas constituyen la comunidad más grande del Líbano y
actualmente tienen influencia mayoritaria en el gobierno. Ha
existido y se mantiene una pugna muy fuerte entre Hizbulá y otros
sectores patrióticos, apoyados por Siria e Irán, y el Movimiento 14
de Marzo, vinculado a las posiciones de Occidente y de Arabia
Saudita, de donde recibe apoyo político y material. Desde territorio
libanés controlado por estos últimos, se facilita la infiltración de
combatientes y material de guerra, especialmente hacia la cercana
zona de Homs y Hama, donde se han producido los más violentos
enfrentamientos en territorio sirio.
Al sur, está la frontera con el Reino Hachemita de Jordania, creado
en su momento por Gran Bretaña y que nunca se ha caracterizado por
su amistad hacia Damasco. Su población es sunita y la monarquía
siempre ha estado subordinada a los intereses de Occidente. Deraa,
ciudad donde comenzaron hace más de un año las manifestaciones de
protesta en Siria, es la puerta de entrada o salida de Jordania
hacia Siria.
Aunque en el gobierno iraquí predominan los chiitas, que ahora
apoyan al gobierno de Damasco y están bajo fuerte influencia de Irán,
dentro de la importante comunidad sunita iraquí, que habita
fundamentalmente la parte fronteriza con Siria, han estado
trabajando sauditas, turcos y otros, incluidos grupos extremistas y
con vínculos con Al Qaeda. La frontera iraquí constituye por lo
tanto otra zona de peligro para Siria.
Si los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, junto con la
reacción árabe, persisten en producir un “cambio de régimen” en
Siria, tal como en estos momentos podría pronosticarse, la guerra
sucia en el país podría prolongarse por largo tiempo, aun cuando el
gobierno pueda ir instrumentando su plan de reformas y cuente con
mayoritario apoyo de la población. Costaría mucho sufrimiento y
mucha sangre poder estabilizar el país de nuevo y se corre el riesgo
de que la guerra traspase las fronteras y se extienda peligrosamente.
La demanda del cese de la intervención extranjera y dejar a los
sirios resolver sus propios problemas, debe ser la exigencia de
todas las fuerzas progresistas y amantes de la justicia y la paz. La
política imperial de “cambio de régimen”, es absolutamente ilegal y
debe ser rechazada firmemente.
Ernesto Gómez Abascal es ex embajador en varios países del Cercano
Oriente, periodista y escritor cubano. |