Ernesto Gómez Abascal
La Jiribilla
El pasado 4 de abril, el laureado escritor alemán, Günter Grass,
publicó un poema titulado: “Lo que hay que decir”, donde señalaba el
peligro que constituía para la paz mundial el armamentismo israelí,
y recriminaba al gobierno de su país por entregarle al estado judío
un submarino con capacidad de lanzar “ojivas aniquiladoras” sobre
Irán.
El Premio Nobel de Literatura y también Premio Príncipe de Asturias
1999, posiblemente el autor alemán vivo más importante, desató con
ello una feroz reacción del gobierno de Israel, quien lo declaró
“persona no grata” prohibiendo su entrada en el país, a la vez que
lo acusada de antisemita y recordaba su pasado como miembro de las
fuerzas de las conocidas SS alemanas durante la II Guerra Mundial.
La muy amplia estructura de organizaciones sionistas a nivel
internacional, influyente en muchos de los más importantes medios de
prensa, se puso en movimiento para desacreditar y estigmatizar al
reconocido poeta, incluso solicitando que le fuera retirado el
Premio Nobel.
Es una vieja práctica sionista, levantar la acusación de “antisemita”,
contra todo aquel que critique la política de Israel, lo cual ha
convertido ya en burdo chantaje. A nivel de estado, la ejercen
contra Alemania desde que los nazis practicaron su criminal política
contra los judíos durante la II Guerra Mundial, en el conocido
holocausto, que no solo fue contra ellos, sino que incluyó y
sacrificó a millones de otras personas: comunistas, gitanos y
homosexuales entre ellos.
Tratando de justificarse con el holocausto, los dirigentes sionistas
han cometido toda clase de crímenes contra el pueblo palestino, al
cual han despojado de su histórico territorio y le han negado sus
elementales derechos a existir como pueblo, aún cuando éstos están
respaldados por todo tipo de resoluciones de la Organización de
Naciones Unidas y otros Organismos Internacionales.
A finales del año 2008 y principios del 2009, lanzaron sus
criminales bombardeos sobre la Franja de Gaza, en lo que calificaron
“operación plomo fundido”, donde utilizaron todo tipo de armamento,
incluido aquellos prohibidos por convenciones sobre el tema, como
las bombas de fósforo vivo y las de fragmentación, dirigidas
especialmente contra la población civil indefensa. La hipocresía
occidental y sus poderosos medios de información, no crearon ningún
escándalo ante estos crímenes, parte del actual holocausto que se
comete ahora sobre el pueblo árabe de Palestina. Diariamente
ejecutan, desde aviones o helicópteros provistos de armamento “inteligente”,
a aquellos que consideran un peligro para su seguridad. Ya hace
tiempo que no hay juicios ni otros procedimientos legales de por
medio. Práctica compartida con sus aliados y protectores de
Washington, quienes utilizan las últimas generaciones de “drones” o
aviones sin piloto para aniquilar a quienes considere su enemigo en
cualquier “oscuro rincón del mundo”, con cuantiosos “daños
colaterales” aparte.
Hace años conocí personalmente a Ahmed Cheick Yassin, fundador de la
organización palestina “HAMAS”, liberado después de sufrir larga
condena de prisión en las cárceles de Israel, a través de una
negociación o canje de agentes israelíes, en la que intervino el
gobierno jordano. Las condiciones en que estuvo encarcelado habían
afectado el estado de salud del anciano, convertido en parapléjico y
reducido a un manojo de huesos sobre una silla de ruedas, a quien le
quedaba solamente, como expresión de vida, una mirada vivaz y un
hilo de voz casi imperceptible. Israel lo ejecutó el 22 de marzo del
2004, junto a algunos de sus familiares, prácticamente
pulverizándolos cuando salían de una mezquita en Gaza, lanzándoles
un cohete desde un helicóptero. De igual forma han sido asesinados
otros, como fue el caso del Secretario General del Frente Popular
para la Liberación de Palestina, Abu Ali Mustafá, alcanzado por un
misil cuando trabajaba en su oficina en Ramallah.
Cuando me hablan de los campos de concentración nazi, las cámaras de
gas y de acontecimientos que ocurrieron hace más de medio siglo, los
cuales no deben ser olvidados sobre todo para que no vuelvan a
ocurrir, no puedo dejar de compararlos con lo que actualmente sufre
el pueblo palestino a manos de los sionistas.
Günter Grass, perdió el miedo a decir estas cosas. No es posible
continuar callado ante los crímenes del sionismo y sus amenazas a la
paz mundial, bajo el chantaje de que nos clasifiquen como antijudíos
o antisemitas. Es necesario también denunciar con toda nuestra
energía la hipocresía con que actúan casi todos los países de
Occidente frente a esta situación. Los dirigentes terroristas de
Israel nos pueden llevar a un nuevo y esta vez más amplio holocausto
por su posible carácter nuclear.
A continuación, fragmentos del poema “Lo que hay que decir”, de
Günter Grass:
“¿Por qué he callado hasta ahora? Porque creía que mi origen,
marcado
por un estigma imborrable, me prohibía atribuir este hecho, como
evidente, al país de Israel, al que estoy unido y quiero seguir
estándolo.”
“¿Por qué solo ahora lo digo, envejecido y con
mi última tinta? Israel, potencia nuclear, pone en
peligro una paz mundial ya de por sí
quebradiza?”
“Porque hay que decir lo que mañana podría
ser demasiado tarde, y porque suficientemente
incriminados como alemanes, podríamos ser
cómplices de un crimen que es previsible, por lo
que nuestra parte de culpa no podría
extinguirse con ninguna de las excusas habituales.”
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor
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