Ernesto Gómez Abascal • La Habana, Cuba
Viernes, 16 de Noviembre y 2012 (8:56 am)
El 29 de noviembre se cumplen 65 años de ser aprobada por la
Asamblea General de la recién nacida Organización de Naciones
Unidas, la resolución 181, que dividía el territorio de la Palestina
histórica en dos estados: uno judío, Israel; y otro árabe,
Palestina.
La represión nazi contra los judíos en Europa, antes y durante la
Segunda Guerra Mundial, había promovido la solidaridad y simpatía
internacional hacia los que profesaban esta religión y ello
posiblemente fue un factor decisivo en la creación del estado judío,
único caso de su tipo en la historia de la ONU. Gran Bretaña,
potencia mandataria en la región después de la Primera Guerra
Mundial, había prometido desde el año 1917 mediante un documento
conocido como “la Declaración Balfour”, dar facilidades a la
emigración judía para instalarse allí y fundar lo que calificó, de
forma eufemística, “un hogar nacional”. Por ese entonces y por lo
menos desde hacía unos 20 siglos, casi la totalidad de los
habitantes de ese territorio, eran árabes.
El delegado cubano en la ONU, Dr. Ernesto Dihigo, profesor y jurista
de prestigio, al votar en contra de la partición de Palestina,
únicamente guiado por principios del derecho internacional y no por
razonamientos políticos, hizo un contundente discurso, cuyos
argumentos se mantienen vigentes hasta hoy. Solo reproduciré unos
breves párrafos:
“…la Declaración Balfour, a juicio nuestro, carece por completo de
valor legal, pues el gobierno británico ofreció en ella una cosa de
la cual no tenía derecho a disponer, porque no era suya.
(…)
El mismo y ferviente anhelo de los hebreos de volver a Palestina,
tal vez por tradición, tal vez por razones místicas u obsesión
religiosa, es algo que puede tener toda nuestra consideración y
simpatía sentimental, pero no constituye, en nuestra opinión, un
título para que se les entregue lo que no les pertenece, mucho menos
si para ello hay que despojar por la fuerza a otro con más derecho.
Asimismo consideramos injusto el proyecto, porque es la imposición
del criterio de una minoría sobre una mayoría enorme, en contra de
un principio cardinal de la democracia. En el caso actual, esa
minoría, no queriendo someterse al criterio de la mayoría, pretende
poner casa aparte, pero llevándose una porción del territorio del
pueblo que lo admitió en su seno.
(…)
No se nos diga que a veces hay que aceptar una solución política
aunque sea injusta, pues sobre la injusticia nunca podrá asentarse
la paz y la cordialidad entre los pueblos.”
Los hechos ocurridos en Palestina durante los últimos 65 años, han
dado toda la razón a las proféticas palabras del Dr. Dihigo, y lo
que está sucediendo en nuestros días, continúan confirmando sus
razonamientos de forma lamentable.
La llamada Autoridad Nacional Palestina, aspiró el pasado año a ser
reconocida como un estado más de la Organización de Naciones Unidas,
pero esto fue impedido por el gobierno de EE.UU. y algunos de sus
aliados miembros del Consejo de Seguridad, donde debía ser aprobada
la justa aspiración, que en principio sería una ratificación de lo
ya establecido por la resolución 181 de 1947, aunque disminuyendo
considerablemente los derechos palestinos, cuyos territorios habían
sido aún más cercenados por la ilegal ocupación sionista.
Este año, de nuevo se está tratando de aprobar, aún con menores
aspiraciones, que le sea reconocida a la Autoridad Nacional
Palestina, el estatus de “miembro observador”. Ello cuenta con el
respaldo de una amplia mayoría de los países que integran la
Asamblea General, instancia con autoridad para aceptarlo. Sin
embargo, ya se han levantado las amenazas de Israel, quien apoyado
por los EE.UU. y otras potencias aliadas, rechazan de forma
contundente aún esa limitada pretensión. Y las amenazas incluyen en
esta ocasión la utilización de la fuerza, ya desplegada con saña
contra la población palestina en Gaza, donde han comenzado los
criminales bombardeos de civiles indefensos y los asesinatos
selectivos de dirigentes de la resistencia.
Si se tiene en cuenta el relato histórico de este sangriento
conflicto, reflejado brevemente en los párrafos anteriores,
cualquier persona honesta, como lo era el Dr. Ernesto Dihigo, sin
necesidad de parcialidad política, puede pasar a formar parte de
“los indignados del mundo”. Sin embargo, existe todavía mucha
confusión en relación a esta historia, debido al dominio que ejercen
sobre la gran prensa y sobre los medios masivos, los imperialistas y
los sionistas. Los últimos adelantos tecnológicos ya han convertido
a los medios, en “las primeras divisiones de combate”, las cuales
desembarcan cada día con sus versiones interesadas y los intentos de
fabricar sus verdades, en nuestros propios hogares.
En días pasados pudimos ver por la televisión cubana, un documental
sobre la historia de Jerusalén, donde se omite la presencia de la
población árabe y palestina sobre esta tierra, durante casi 20
siglos, que aparece como si siempre hubiera estado habitada por los
judíos. Los presentadores del documental, que hace énfasis en
estudios técnicos y arqueológicos, explicaron esta significativa
omisión. Sin embargo, ello es solo una muestra de la guerra
cultural y de información, que sirve de basamento a los sionistas,
quienes pretenden negar el derecho a la existencia al pueblo de
palestina, cuyos antecedentes, desde la más remota historia, se
encuentran enraizados allí.
El libro de Josué, en el Antiguo Testamento, utilizado por los
fanáticos sionistas para adoctrinar a sus tropas, narra en varios de
sus versículos, como ocuparon Palestina, viniendo del exilio en
Egipto, y siguiendo las supuestas orientaciones de su dios, Jehová,
“destruyeron, a filo de espada, todo lo que en la ciudad de Jericó
había: hombres, mujeres, mozos y viejos, hasta los bueyes, las
ovejas y los asnos.”(Josué, capítulo 6, versículo 221). Después, la
narración continúa abundando en detalles cómo, a sangre y fuego,
ocuparon todo el territorio.
Es increíble, pero esta larga historia parece no tener fin. Sin
embargo, las raíces culturales y nacionales del pueblo árabe de
Palestina son tan fuertes, que no han podido ni podrán desarraigarlo.
La narración de los crímenes cometidos en Jericó y otros lugares de
Palestina, supuestamente ocurridos en fechas imprecisas antes de
nuestra era, se han repetido después y hoy los continúan cometiendo
con la más moderna tecnología militar contra los habitantes en Gaza
y otros lugares. Los fanáticos sionistas y los imperialistas que
los apoyan, quienes practican el terrorismo, tendrán que pagar por
esto. Seguramente para ellos algún día habrá un juicio final. |