Ernesto Gómez Abascal
Rebelión
Aunque los enfrentamientos bélicos no han concluido, y es de suponer
que deriven hacia una variante de guerra irregular con atentados,
sabotajes, etc., la caída de Trípoli y la mayor parte del territorio
libio en manos de las heterogéneas fuerzas del llamado Consejo
Nacional de Transición apoyado por la OTAN, parece ser un hecho, por
el momento, irreversible. La OTAN, participó no solo con su intensa
e indiscriminada campaña de bombardeos -manipulando
desvergonzadamente el mandato de la ONU-, sino con entrenamientos,
suministro de moderno armamento, información de inteligencia, y con
mercenarios y oficiales de sus fuerzas especiales que dirigieron
combates sobre el terreno. Fue una guerra de la OTAN, montada sobre
planes subversivos inicialmente elaborados por los servicios
secretos franceses, asumidos por los ingleses y apoyados por los
EEUU. Después se sumaron a la agresión, de una forma u otra, incluso
árabes, como Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes
Los errores, debilidades e incoherencias del gobierno de Gadafi, que
pudieron haber generado protestas y manifestaciones, no sirven para
justificar la criminal acción. Si los comportamientos irresponsables
y criminales valieran para tratar de legalizar bombardeos,
intervenciones y deposición de gobiernos, hace mucho tiempo que la
OTAN debiera haber ejecutado estos contra Israel, país practicante
de terrorismo de estado, violador y desconocedor de las resoluciones
de NNUU, quien mantiene ocupado por la fuerza, desde hace décadas,
territorios que no le pertenecen. Pero el estado sionista, por ser
socio incondicional de la OTAN y brazo armado de los EEUU, posee
“licencia para matar”.
Es evidente que ante las sublevaciones que surgieron con
espontaneidad en Túnez y Egipto, cuyos mandatarios eran aliados
fieles de los EEUU y de sus socios en la UE, éstos se pusieron de
acuerdo para diseñar un plan que les permitiera controlar el
desarrollo de los acontecimientos, evitar cambios desfavorables a
sus intereses en la región e inducir o promover otros que pudieran
beneficiarlos. Los países del Norte de África y del Medio Oriente,
constituyen una zona de especial valor para ellos aún antes de que
proclamaran el “nuevo concepto estratégico de la OTAN”, denunciado
por Fidel Castro en junio de 1999, durante la Cumbre de Jefes de
Estado y Gobierno de América Latina y el Caribe con la Unión
Europea, celebrada en Río de Janeiro.
Ha quedado claro que la llamada “periferia” de la Alianza se puede
extender indefinidamente, incluso a América Latina. Hace tiempo que
están matando en Afganistán y ahora, lo sucedido en Libia, nos
confirma lo que puede deparar el futuro. Su Secretario General,
Anders Forgh Rasmussen, quien acaba de declarar, de forma cínica,
que no posee información que confirme la existencia de bajas civiles
provocadas por los bombardeos, es un connotado ultraderechista cuya
propuesta para presidir la Organización Noratlántica fue
inicialmente vetada por Turquía por considerar mantenía posiciones
anti islámicas.
Entonces, después de Libia ¿Hacía donde pueden ir los
acontecimientos?
Estados Unidos y la OTAN, quieren sumar a su aparato militar
represivo e intervencionista, un brazo compuesto por aliados
incondicionales árabes, que cumplan misiones a cambio de darles
protección. Algunos de estos países ya vienen sirviéndole desde hace
tiempo y la base fundamental estaría constituida por los miembros
del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), organización a la que se
ha dicho pretenden incorporar a Jordania y Marruecos, para completar
una especie de selecto club de antidemocráticas y corruptas
monarquías, emiratos y sultanatos. Un avance o ensayo de esto lo
vimos en la represión lanzada por fuerzas sauditas y emiratíes
contra el pueblo sublevado en Bahrein y en la participación qatarí
en la agresión a Libia.
Ahora, la situación en la zona se está complicando más de lo que
generalmente suele estar. Existen en la región tres potencias
islámicas que se mueven con intereses propios o subordinados, y que
están actuando cada vez con más decisión:
-Arabia Saudita, es un gigante petrolero y financiero. Pero la
monarquía wahabita tiene los pies de barro, padece de problemas
internos, absoluta falta de democracia, contradicciones con la
importante minoría chiita, corrupción y atraso social, y no es
considerado un poder militar importante. Sin embargo, posee capital
suficiente para pagar y corromper. Es posiblemente quien esté
financiando la sublevación contra el gobierno del Partido Baas en
Siria, con el cual desde hace mucho tiempo tiene importantes
contradicciones, pues Damasco es fuerte aliado de Irán a quien la
Casa de Saud considera su principal opositor en la región. Entre
otras cosas, acusa a Teherán de alentar la sublevación de la mayoría
chiita en Baharein y de conspirar con la población de esta misma
confesión que habita en la zona este del Reino.
Siria e Irán, también han confrontado los intereses sauditas en
Líbano, representados por el clan Hariri. Hizbulá, que ha recibido
apoyo de los primeros, ha logrado salir victorioso de esta puja,
ganando no solo apoyo mayoritario en el país, sino importante
prestigio a nivel árabe por su firme actitud y por haber derrotado a
los invasores sionistas en la guerra del 2006. Esta organización y
su dirigente, Hassan Nasrallah, a quien he tenido la oportunidad de
entrevistar en más de una ocasión, lo cual me ha permitido apreciar
su inteligencia y firme decisión de lucha, es considerada un mal
ejemplo por la reacción árabe. Su credencial islámica
antimperialista, podría acercarse al concepto de una “teología
islámica de liberación”.
Esta contradicción entre la influencia saudita de un lado, e iranios
y sirios del otro, se ha manifestado igualmente en la lucha por el
control de Iraq. Es paradójico que allí los EEUU, agresor del pueblo
iraquí y potencia ocupante, haya procurado entenderse con la
comunidad chiita pro iraní con el fin de evitar un mayor desastre
para sus fuerzas. Cabría preguntarse, sin embargo, hasta cuando
podrá durar este frágil y oportunista entendimiento.
Pese a las presiones y a la subversión apoyada desde el exterior, es
muy difícil que en Siria suceda lo mismo que ha ocurrido en Libia. A
pesar de evidentes errores del gobierno de Bashar al Assad, de la
corrupción y represión que ha existido, el poder en Damasco cuenta
con suficiente apoyo interno para estabilizar y controlar la
situación. Tanto Rusia como China se han opuesto a los propósitos
intervencionistas de EEUU y la OTAN, y otras fuerzas regionales
trabajan para evitar un cambio favorable a Occidente en este país
árabe, que a pesar de las críticas de algunos sectores de izquierda,
tiene el aval de haber resistido la política estadounidense y
sionista, y brindado apoyo y refugio a las fuerzas progresistas de
la zona.
-Irán, es un objetivo priorizado de los planes agresivos de EEUU e
Israel, actitud apoyada por sus aliados europeos de la OTAN, excepto
Turquía, quien mantiene buenas relaciones políticas con Teherán. El
gobierno de Ankara, que ha desarrollado un voluminoso intercambio
económico y comercial con el país persa, incluido suministro de gas
e inversiones en el sector energético, se ha opuesto activamente a
la aplicación de sanciones y a una posible agresión militar. Irán
mantiene una política antimperialista con sus propias
características, Israel lo considera su principal enemigo en la zona
e inspirador (y suministrador) de movimientos islámicos, como
Hizbulá y en cierta medida el palestino HAMAS, que le hacen firme
resistencia al estado sionista. Pero la influencia de Irán, a pesar
de ser una potencia regional de consideración teniendo en cuenta su
gran población y territorio, su posición geográfica y su potencial
militar, podría estar limitada por su confesión chiita, minoritaria
en el mundo árabe e islámico. No obstante, puede ser considerada,
desde muchos puntos de vista, más fuerte que Arabia Saudita.
-Turquía, el único miembro islámico de la OTAN, ha venido
evolucionando de forma muy interesante. Con un partido de corte
islámico moderado en el poder desde el 2002, que ha avanzado
notablemente en su consolidación como fuerza interna indiscutible,
ha dejado de darle la espalda al mundo musulmán y de mantener sus
compromisos incondicionales con “Occidente”, para cada vez más jugar
un papel independiente que responda a sus intereses nacionales. El
gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), está
dirigido por un grupo ideológico convencido de que el país tiene las
condiciones para convertirse en una potencia regional de primer
orden y actúa en consecuencia.
El deterioro de sus relaciones con Israel, ya al borde de
rompimiento tras la expulsión del embajador judío de Ankara, afecta
no solo los vínculos con Tel Aviv, sino también con Washington. Es
conocido el apoyo brindado por Turquía a la organización palestina
HAMAS, considerada terrorista por los EEUU. Sus dirigentes fueron
recibidos oficialmente en Ankara cuando ganaron las elecciones en el
2006 a pesar de las fuertes críticas de norteamericanos y europeos.
La ayuda humanitaria enviada a Gaza, dio origen al ataque contra el
Mavi Mármara, en el cual perdieron la vida 9 turcos. Cuenta
pendiente que el fuerte nacionalismo turco se niega a cancelar si
Tel Aviv no reconoce su responsabilidad criminal y paga justa
compensación.
La derecha cristiano sionista de los EEUU, viene atacando desde hace
algunos años el curso de la política turca, que ya tiene como
principal socio comercial a Rusia. Su propuesta junto a Brasil para
evitar sanciones a Irán promovidas por EEUU y la UE, significó un
fuerte encontronazo con éstos. Israel e importantes políticos dentro
de los EEUU, están llamando a sacar a Turquía de la OTAN y
realmente, no son pocas las ocasiones en que el gobierno de Ankara
no actúa de acuerdo a la política de la Alianza. Encuestas
realizadas por agencias especializadas occidentales, muestran cada
año que el pueblo turco ostenta, a nivel mundial, el mayor índice de
opinión adversa a los Estados Unidos.
Aunque acogió una reunión de la oposición siria en su territorio, y
el primer ministro Erdogán ha hecho fuertes declaraciones
presionando al gobierno de Bashar Al Assad para que inicie cuanto
antes un proceso de reformas políticas y ponga fin a la violencia,
no existen evidencias de que Turquía esté apoyando la subversión.
Desde la llegada al poder del AKP se había iniciado un proceso de
acercamiento entre ambos países, que llevó las relaciones a niveles
óptimos. La larga frontera que los separa es muy importante para
ambos, más si se tiene en cuenta que una parte de ella está ocupada
por población de origen kurdo. A la política turca le interesa una
Siria estable e independiente donde pueda ejercer una importante
influencia, pero no un país sometido incondicionalmente a los
intereses de Occidente.
La presencia turca ha crecido en todo el Medio Oriente, el Norte de
África, y en el Asia Central islámica. Su enorme territorio, que
yace entre Europa y estas regiones, tiene una posición estratégica y
sirve además de base de tránsito a una buena parte de los oleoductos
y gasoductos que llevan la energía a Occidente. Con 75 millones de
habitantes, posee el segundo ejército más grande de los miembros de
la OTAN y su economía crece situándose ya en el lugar 17 a nivel
mundial.
Washington tiene en cuenta la importancia de Turquía para sus
intereses y trata de evitar entrar en un plano de abierta
confrontación con ella. Los dirigentes turcos conocen esto y han
tomado conciencia del valor de su país, y a la vez que muestran
moderación, avanzan en su plan de convertirse en una gran potencia
regional que juegue un papel independiente e importante en un futuro
mundo multipolar.
Mohamed Heikal, destacado político e intelectual egipcio, hace años
pronosticó que la próxima gran guerra en la región sería entre
Israel y Turquía. En aquel entonces, dicha afirmación parecía pura
fantasía, hoy ya no lo es tanto.
Los cambios que se están produciendo en el norte de África y el
Medio Oriente, apuntan también hacia un fortalecimiento de
tendencias islámicas con diferentes proyecciones, y a posibles
estallidos de nuevos y viejos conflictos. En Egipto, la Hermandad
Musulmana, que participará en las próximas elecciones como Partido
de la Justicia y Libertad, parece contar con apoyo mayoritario, pero
cualquiera que sean los resultados, es de esperar que el gobierno no
vuelva a ser el títere incondicional de Washington que era hasta
ahora, lo cual implicaría, dado la importancia de Egipto, cambios
notables en la correlación regional de fuerzas. Las maniobras
estadounidenses y la utilización de la voluminosa “ayuda” económica
que brindan, ya no podrán frenar la presión popular. El reciente
asalto a la Embajada de Israel en El Cairo es una muestra de la
indignación de este pueblo.
Por su parte, Israel ve con mucha preocupación el deterioro de sus
relaciones con Egipto y con Turquía, en momentos en que fuerzas de
la resistencia palestina parecen aprestarse a lanzar una nueva
Intifada con características más abarcadoras, pues las
movilizaciones podrían incluir a la población palestina dentro del
propio territorio israelí, en Gaza y Cisjordania, así como la que
vive en países vecinos, especialmente Jordania. Egipto podría abrir
su frontera con Gaza y Turquía ha amenazado con enviar naves
militares para proteger a los barcos que lleven ayuda humanitaria a
este territorio. Ante una fuerte represión sionista contra el pueblo
palestino, Hizbulá podría actuar, como ya lo hizo antes, lanzando su
cohetería contra el territorio israelí.
En este mes de septiembre la Autoridad Nacional Palestina presentará
ante la Asamblea General de la ONU, su aspiración a que los
reconozcan como estado miembro. Estados Unidos ha declarado que se
opondrá e incluso en el Congreso se ha mencionado la posibilidad de
suprimir sus contribuciones a la Organización y eliminar la ayuda
que otorgan a la ANP. Pero esto también tendrá un costo para la Casa
Blanca.
Cansados de engaños, promesas y posposiciones de negociaciones que
solo persiguen ganar tiempo para ocupar más territorios, los
palestinos, si el veto se produce en ONU, podrían utilizar el
momento para lanzar su nueva Intifada. Los halcones sionistas ya han
anunciado planes para enfrentar ésta, y quien sabe lo que ello pueda
desatar.
Otra posibilidad es que los aventureros de Tel Aviv, viéndose
acorralados, se lancen en una “fuga hacia adelante”, ocupen de nuevo
Gaza y Cisjordania, inicien una agresión contra Irán o bombardeen
las posiciones de Hizbulá en El Líbano… Cualquier variante será peor
para ellos.
El escenario que se está creando es muy complejo, pero hay que
confiar en el poder del pueblo y en las ideas justas. No habrá paz
ni seguridad en la región si no se respeta la legalidad
internacional y se pone fin a la ocupación, a la agresión y a los
planes de dominación imperialistas.
Ernesto Gómez Abascal. Periodista y escritor. Ex embajador en varios
países del Oriente Próximo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor
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