Ernesto Gómez Abascal
Rebelión
A pesar de la oposición de la mayoría del pueblo turco, el gobierno
del AKP escala su guerra sucia contra Siria y amenaza con intervenir
y enviar tropas a su territorio con el pretexto de combatir al
Ejército Islámico que ellos mismos han creado.
El nuevo califa otomano, Recep Tayib Erdogan, no está loco, pero es
muy ambicioso y esto lo está llevando a jugar con fuego. Un paso más
en esta dirección ha sido la aprobación por el parlamento turco, de
su propuesta para que sus tropas puedan ser introducidas en
territorio sirio.
Desde el comienzo del conflicto en el país árabe, el gobierno del
AKP desechó su proclamada política de “cero conflictos con sus
vecinos”, y se convirtió en la base fundamental de aquellos que
perseguían derrocar al gobierno de Bashar al Assad. Coordinaron con
los Estados Unidos y sus socios de la OTAN, así como con las
petromonarquías del Golfo, para dar toda clase de apoyo y
facilidades a las bandas terroristas y takfiríes, permitiéndoles
penetrar por su larga frontera después de recibir debido
entrenamiento y el correspondiente armamento. Turquía ha servido de
base para la coordinación política entre las muchas organizaciones
que pretenden llegar al gobierno en Damasco, y ahora, después de
propiciar la creación del Frankenstein llamado “Estado Islámico” (también
conocido como DAESH en árabe), se han sumado a la coalición
auspiciada por Washington, para supuestamente combatirlo, en una
acción que tratan de presentar con carácter humanitario, pero que
persigue realmente, darle cobertura a la imposición de sus intereses
intervencionistas en Siria e Iraq.
Por otra parte, el gobierno de Ankara ha condicionado su
participación en la lucha contra el DAESH, a que los EEUU prioricen
sus ataques contra Damasco, para en primer lugar, deponer al
gobierno de Bashar al Assad.
El actual gobierno turco ambiciona ocupar territorios y recursos de
ambos países, o al menos controlar parte de sus fuentes energéticas
y los oleoductos que transportarían estos a puertos del Mediterráneo,
considerados de interés estratégico. En momentos en que aparecen
proyectos de mapas con nuevas fronteras, que se habla de un
Siques-PIcot 2, y de la creación de nuevos Estados, la movida de
Erdogán parece ser coherente, muchos políticos turcos nunca
estuvieron de acuerdo con quedarse sin el petróleo de norte de Iraq
y toda la zona que incluye Kirkuk y Mosul.
Es muy significativo que la actividad militar del llamado “Estado
Islámico”, se haya desarrollado fundamentalmente a lo largo de la
frontera turca y avanzado vertiginosamente, con fuerzas compuestas
por miles de combatientes, organizados como un ejército regular, con
blindados y artillería, para atravesar la frontera iraquí, donde han
ocupado, en muy poco tiempo, extensos territorios y tomado ciudades
como Mosul y otras de significativa importancia.
Este hecho reactivó la guerra en Iraq y provocó la caída del primer
ministro Maliki, cuyas buenas relaciones con Teherán y Damasco
venían molestando a Washington y sus aliados. Sin embargo, los del
DAESH han evitado enfrentarse a los kurdos iraquíes, que en sus tres
provincias autónomas desde hace tiempo mantienen una buena
colaboración con Turquía, Estados Unidos e Israel.
No ha sido igual con los kurdos sirios, integrantes del Partido de
la Unión Patriótica (PYD), quienes defienden su territorio y son
acusados por las autoridades turcas de constituir una rama del PKK.
El gobierno de Ankara también se está arriesgando a provocar un
conflicto con Irán y Rusia, países con los que mantiene relaciones
económicas y comerciales muy importantes. La extensión de esta
guerra en la región ya ha afectado las exportaciones turcas a Iraq y
al Kurdistán y los combates parecen extenderse de tal forma que
podrían trasladarse incluso a su propio territorio.
Por otro lado, EEUU, por boca de su vicepresidente Joe Biden, acaba
de criticar al gobierno turco por dar apoyo e introducir en el
conflicto sirio a grupos takfiríes y terroristas. Estos, que ahora
la llamada coalición pretende destruir desde el aire, es probable
que como ha sucedido en ocasiones anteriores se transformen y pasen
a la clandestinidad, para aparecer después en cualquier capital
occidental, con espectaculares acciones terroristas. En EEUU y en la
UE no debían olvidar la amarga experiencia del atentado contra las
Torres Gemelas.
El gobierno de Obama, empeñado en derribar a Bashar al Assad, ha
cometido muchos errores, no ha sacado bien las cuentas y persiste en
mantener su dominio hegemónico en el Medio Oriente, posiblemente
orientado por el Partido Sionista, que es en definitiva quien domina
en Washington. La creación de coaliciones con aliados sectarios,
extremistas y corruptos, promueven el terrorismo, no lo terminan. Es
un cáncer, que lejos de ser curado, hace metástasis y provoca el
deterioro, y al final, la muerte de quienes lo promueven.
Las soluciones al terrorismo y a estos complicados problemas deben
buscarse respetando la legalidad internacional y el derecho a la
autodeterminación de los pueblos, no utilizando bombas.
Ernesto Gómez Abascal es escritor y periodista cubano. Exembajador
en varios países del Cercano Oriente y responsable de atender las
relaciones del PCC con los partidos, organizaciones políticas y MLN
de los países de la región.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor
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