Ernesto Gómez Abascal
Rebelión
Si, es el gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo, según
mandato de EEUU, la Unión Europea y la connivencia y posible
financiamiento de las petromonarquías del Consejo de Cooperación del
Golfo, quien actúa como uno de los principales factores que promueve
la guerra sucia contra el gobierno de Damasco, a pesar de la
oposición mayoritaria del pueblo turco, que recientes encuestas
hechas por instituciones serias, como el periódico Hurriyet, dice
oponerse, con razón, a esta política aventurera.
El gobierno del AKP, como se conoce a este partido, es religioso
como los Hermanos Musulmanes en Egipto, Jordania y otros países de
la región, aunque no puede proclamarlo, pues la constitución vigente
en Turquía no lo permite. Precisamente por esta razón
─su
carácter islámico─,
ha enfrentado intentos de ilegalización en varias oportunidades. Su
antecesor, el Partido de la Felicidad, del cual el AKP es heredero,
fue ilegalizado por esta causa a finales de los años 90.
La
república fundada por Mustafá Kemal Ataturk
─Padre
de la Patria─,
en 1923, hace justamente en estos días 89 años, enfatizó en el
carácter laico del estado moderno que se empeñó en construir,
alejado del oscurantismo y el atraso en que lo habían sumido hasta
entonces los sultanes que dirigían el Imperio Otomano, considerados
a la vez, en su condición de “califas”, como máximos dirigentes del
mundo musulmán.
Hoy Turquía es, sin dudas, un gran país con casi 75 millones de
habitantes; un extenso territorio situado estratégicamente entre
Europa y Asia, conectado con los Balcanes, el Caúcaso y el Medio
Oriente y el control de las comunicaciones marítimas entre el mar
Negro y el Mediterráneo. Es el único miembro musulmán de la OTAN y
su ejército es considerado, por su número, el segundo más grande de
esa organización. Su economía, acogida a principios neoliberales y
situada en el lugar 17 según el valor de su PIB, ha venido creciendo
sostenidamente en los últimos años, manteniéndose por el momento al
margen de la crisis que sacude a Europa. Padece, sin embargo, de
males endémicos como un alto desempleo que según cifras no oficiales,
se sitúa alrededor del 20%, e importante déficit en el balance
comercial y financiero, factores estos que comprometen su futuro.
Desde el punto de vista económico y social, existen dos Turquía, la
occidental con grandes ciudades que muestran un nivel de desarrollo
similar al europeo, y la del este, comparable por sus carencias, a
países subdesarrollados.
Tiene además la debilidad de depender del suministro de energía
ajena, la cual le llega en casi su totalidad, a través de oleoductos
y gasoductos desde países fronterizos, con los que en la actualidad
tiene serias diferencias políticas debido a su actuación contra
Siria: Rusia, Iraq e Irán. Sin embargo es importante ruta de
tránsito de estos energéticos en su camino hacia Europa Occidental.
Por otra parte, Turquía es un país muy dividido. La primera y más
amplia división, posiblemente sea entre los que apoyan el carácter
secular o laico del estado, continuando la línea de Ataturk, y
aquellos que propician una mayor influencia religiosa sobre el mismo,
en cuya vanguardia se encuentra el partido AKP, a quien algunos en
la oposición acusan de mantener una agenda secreta para imponer,
paulatinamente, normas y leyes religiosas. Se estima que el 98% de
la población turca es islámica, pero alrededor de un 20% de esta,
unos 15 millones, es seguidora de la secta alevi o alevita, una
derivación del chiismo [1] quienes tienen prácticas religiosas muy
flexibles, contrarias a los sunitas, a quienes acusan de promover
principios falsos. Se oponen a la política del AKP y son partidarios
del carácter laico del estado; se consideran discriminados al no
ofrecérseles las necesarias facilidades para practicar su culto y en
varias ocasiones se han rebelado en protesta contra una política
oficial, que piensan está dirigida a forzarlos a convertirse en
sunitas.
Otra importante división interna es provocada por la demanda del
pueblo kurdo, estimado en unos 12 millones de habitantes (algunos
consideran una cifra mayor), para que le sean reconocidos sus
derechos nacionales, poder utilizar su propia lengua y tener
educación en ella; que se les permita al menos una autonomía (como
en la práctica ya existe en tres provincias fronterizas del norte de
Iraq); o incluso la posibilidad de celebrar, según preveía el
Tratado de Sevres de 1920, un referéndum que les dé la oportunidad
de pronunciarse en torno a la independencia. Esta contradicción ha
sumido al país en una larga guerra de baja intensidad con guerrillas
kurdas, que desde principios de los años 80, mantienen acciones
militares en el sureste fronterizo con Iraq e Irán, dirigidos por el
Partido del Trabajo del Kurdistán (PKK), inicialmente marxista. Se
estiman en unos 40 mil los muertos por este conflicto, y tendencias
nacionalistas muy fuertes en Turquía, se oponen a hacerles cualquier
tipo de concesión.
Los
kurdos turcos, están representados en el parlamento por el Partido
de la Paz y la Democracia, frecuentemente hostilizado y amenazado de
ser ilegalizado, ya que también está prohibida la existencia de
organizaciones políticas sobre bases étnicas. En las elecciones del
2007 eligieron 20 diputados y obtuvieron la alcaldía en 54
municipios.
Ahora, la situación tiende a complicarse aún más, producto de que
los aproximadamente dos millones que habitan en Siria
─bajo
la influencia del Partido de la Unión Democrática (PDY)─,
han aprovechado la guerra sucia lanzada contra el gobierno de
Damasco, para lograr casi una autonomía en su región, una franja de
territorio de unos 19 mil kilómetros cuadrados a lo largo de la
frontera turca. El gobierno sirio, como parte de las reformas
aplicadas en el último año, otorgó la ciudadanía a más de 200 mil
kurdos que carecían de ella y se afirma que han facilitado armas a
las milicias del PDY, para que pasaran a combatir las bandas
terroristas infiltradas desde Turquía, especialmente en la zona de
Alepo. Es conocido que el PDY, es aliado del PKK turco y también
mantiene relaciones con los kurdos iraquíes, todo lo cual eleva la
preocupación del gobierno de Ankara, que teme enfrentar la
intensificación del conflicto en su propio territorio.
La posibilidad de la unión de los kurdos en una entidad
independiente, no es desagradable para Occidente e incluso para
Israel, quienes verían con buenos ojos el surgimiento de un estado
no árabe, en una posición geográfica estratégica. Han trascendido
planes o escenarios creados por EEUU y la OTAN, de dividir la región
en estados confesionales o étnicos, para reducir la importancia de
estos países y debilitarlos con continuos enfrentamientos.
En general, el pueblo turco se mantiene en primer lugar en cuanto al
rechazo de la política de EE.UU. e Israel
─según
encuestas hechas por organismos occidentales.
El gobierno del AKP estuvo practicando, hasta hace unos dos años, lo
que su canciller Ahmet Davatoglu calificara como política de “cero
conflictos con sus vecinos”, y en este marco habían estrechado las
relaciones con Siria e Irán, hasta niveles que provocaron la pública
preocupación de Estados Unidos, en cuya prensa conservadora
comenzaron a salir artículos y análisis donde se cuestionaban hasta
la permanencia de Turquía en la OTAN. El mismo Bashar al Assad a
quien ahora hacen la guerra, era recibido con gran entusiasmo por
los dirigentes turcos. Varios incidentes provocaron que las
relaciones con Israel, tradicionalmente buenas, entraran en crisis,
lo cual atrajo las simpatías de los pueblos árabes y acrecentó la
popularidad interna del gobierno.
Sin
embargo, la oposición turca alertó de que esta actitud del AKP,
obedecía a un plan concertado con Washington, para convertir a
Turquía
─para
ellos modelo de gobierno islámico moderno y moderado─,
en una especie de caballo de Troya de la OTAN, que una vez
introducido y aceptado por los países del Medio Oriente, jugara un
papel más activo a favor de sus intereses, a cambio de reconocerla
como potencia regional predominante, en lo que calificaron como
“neo-otomanismo”.
Fuera esto cierto o no, el cambio de política turca en los últimos
dos años ha sido notable. En medio de la vorágine de la mal llamada
“primavera árabe”, el gobierno del AKP incrementó sus relaciones y
su colaboración con los partidos de los Hermanos Musulmanes u otros
con similar afiliación política-religiosa que han venido accediendo
al gobierno en Egipto, Túnez, Marruecos y Libia. Pasó a coordinar
sus acciones con Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, las
potencias occidentales más activas en la región, cuyos servicios
especiales han establecido bases operativas en territorio turco para
desarrollar la guerra sucia contra Siria. Ha establecido, igualmente,
una coalición sectaria sunita con las petromonarquías del Golfo,
enfiladas a tratar de romper y liquidar el “corredor de predominio
chiita” que desde Irán, pasa por Iraq y Siria, para llegar al Líbano,
donde la fuerza de Hizbulá es prácticamente el poder.
Una de las primeras demandas que hizo el primer ministro turco
Erdogán a los sirios cuando comenzaron los enfrentamientos, fue
permitir la creación de un partido sunita, teniendo en cuenta que la
mayor parte de la población siria pertenece a esta secta.
El factor energético, especialmente el gas y el control de sus
yacimientos y vías de exportación, que está pasando a ser el
combustible más importante en las próximas décadas, es el centro de
todo este rejuego estratégico político y militar. El desenlace de lo
que está ocurriendo en Siria, que se extiende e influye en los
países de su entorno, puede decidir muchas cosas.
Por el momento, parece que Turquía, ella sola, no está en
condiciones de lanzarse a una guerra abierta invadiendo a Siria.
Incluso existen dudas de que sus fuerzas armadas, cuya cúpula ha
sido duramente golpeada por el actual gobierno, encarcelando y
enjuiciando a decenas de altos oficiales, las que se sienten
humilladas y reducidas en su tradicional poder, estén en disposición
de obedecer si el gobierno les ordenara esto. Pero una guerra sucia
como la que están patrocinando hasta ahora, pudiera prolongarse para
tratar de desgastar la resistencia de Damasco y provocar su caída.
Pero el gobierno del AKP también está sufriendo un desgaste interno
y las cosas en el Kurdistán pueden complicársele. Tanto el gobierno
chiita de Bagdad, como el de Teherán, deben haber hecho llegar a
Ankara mensajes de preocupación y alertarlo de que desde sus
fronteras, podrían responder a acciones que consideran dirigidas
contra sus intereses.
Rusia y China se mantienen firmes en busca de una solución política
y en contra de la intervención militar exterior, conscientes de que
un cerco contra sus territorios y sus intereses, parece estar
promoviéndose y de que es necesario detener no solo las acciones
hegemonistas de Occidente, sino también la utilización irresponsable
del terrorismo y fanatismo religioso, especie de cáncer que tiende a
hacer metástasis sin respetar fronteras.
Algunos analistas opinan que si no se impone la negociación, se
respeta el multilateralismo y los principios de la legalidad
internacional, podríamos estar en presencia del inicio de una
tercera guerra mundial, aunque de nuevo tipo. Ojalá se imponga la
cordura.
Notas:
1.- Los musulmanes se dividen en dos grandes ramas: los sunitas, que
son mayoritarios y los chiitas. Para tener una comprensión elemental
del problema, se podría comparar con la división que existe en el
cristianismo entre católicos y protestantes. Aunque la comparación
no es exacta, los chiitas tal vez podrían verse como los
protestantes quienes están subdivididos en diferentes sectas:
bautistas, metodistas, presbiterianos, etc. Los alevitas turcos,
aunque cercanos en prácticas y conceptos a los alawíes sirios, no
constituyen la misma secta.
Ernesto Gómez Abascal es exembajador en varios países del Cercano
Oriente, analista, periodista y escritor especializado en la
región.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor
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