Ernesto Gómez Abascal
Rebelión
Considerada la vanguardia de la OTAN dirigida hacia el Cercano
Oriente y Asia Central, Turquía, por su situación geográfica y su
gran población (unos 75 millones de habitantes), constituye una
potencia regional de primer orden. Posee el segundo ejército más
numeroso de esta Organización. Los gobernantes de Europa Occidental
y los Estados Unidos están conscientes de esto, y a pesar de no
agradarles el carácter religioso islámico que profesa el 98% de su
población, la han admitido en su seno, aunque se niegan a concederle
la condición de miembro de la Unión Europea. Sería “pedirles
demasiado a las élites gobernantes de cristianos blancos” de la
parte occidental y atlántica del continente, que aceptaran a tal
cantidad de musulmanes. (Ya tienen bastante con los revoltosos
inmigrantes ¿No?)
Pero
Turquía si les puede ser muy útil como “carne de cañón” en sus
guerras, actuales, futuras y planificadas para cambiar las fronteras
en la rica (sobre todo en petróleo y gas), pero levantisca región
adyacente a su territorio. La han estado utilizando como base
principal para llevar a cabo la guerra sucia contra Siria,
entrenando, armando e infiltrando en el vecino país árabe, bandas de
peligrosos salafistas y terroristas, que tienden a convertirse en
incontrolables. También la utilizan para promover, por medios más
enmascarados, la división de Iraq, a cuyo gobierno central pretenden
desgastar y derrocar por ser predominantemente chiita y demasiado
cercano a Teherán.
Turquía podría aparecer igualmente en los planes dirigidos a imponer
cambios en Líbano, para lo que habría que liquidar el poder de
Hizbulá, y después encarar el reto mayor: la destrucción de Irán.
Los cohetes que Estados Unidos ha instalado en el sur de Anatolia,
donde la OTAN ya dispone de la base de Incirlik, así como el
estacionamiento de una cantidad de “drones asesinos”, no son
precisamente medios de defensa, nadie podría creer que tengan el
propósito de defenderse de imposibles ataques de Siria, que es el
país agredido.
Pero
a pesar de todo su poderío, Turquía es un país con muchas
debilidades y problemas. El principal: sus variadas divisiones.
El
gobierno religioso del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP),
que llegó al poder hace más de diez años, consciente de estas
debilidades, lanzó un programa populista-chovinista, calificado por
algunos de la oposición como “neo-otomanismo”, para atraer el
respaldo de la mayoría de la población. Es conocido que las
encuestas de opinión que se realizan frecuentemente por
instituciones occidentales, entre ellas la BBC de Londres, tomando
muestras en un grupo grande de países, arrojan que los turcos
aparecen en primer lugar en la crítica y condena a la política de
los Estados Unidos. Por ello el partido AKP adoptó en un principio
determinadas posiciones que generaron la crítica de círculos
conservadores y de la derecha estadounidense, algunos de cuyos
voceros llamaron a considerar la salida de la OTAN del país otomano.
Para colmo, el gobierno turco levantó la bandera de solidaridad con
Palestina y aparentó enemistarse con el gobierno de Israel. El
primer ministro Erdogan fue recibido como héroe en Estambul después
de enfrentarse a Shimón Peres en Davos, a quien calificó de asesino
de niños en Gaza, ante las cámaras de televisión.
Otra
estrategia fue la de lanzar la política de “cero conflictos con sus
vecinos” y dieron pasos para mejorar sus relaciones con Grecia y
Armenia. Erdogán intercambió frecuentes y calurosas visitas con el
mismo presidente sirio Bashar al Assad, a quien no dudó, poco tiempo
después, en acusar de violador de los derechos humanos, tratando de
justificar el hecho de convertirse en la principal base para la
guerra sucia contra Damasco. Con Irán, mejoró notablemente las
relaciones políticas y creció el intercambio económico y comercial,
desoyendo las quejas de Washington. Más aún, se opuso a las
sanciones contra Teherán por su desarrollo nuclear pacífico y
patrocinó, junto con Brasil, una propuesta en la ONU contraria a los
intereses de EEUU e Israel.
No
fueron pocos los que llegaron a pensar, y con cierta razón, que los
intereses nacionales turcos una vez finalizada la guerra fría,
llevarían a sus dirigentes a practicar una política independiente y
no sometida a Occidente.
Sin
embargo, hoy todo eso ha ido cambiando y el gobierno de Ankara ha
demostrado su verdadero rostro y condición de obediente subordinado
a los dictados de Washington, para recibir a cambio, promesas de
privilegios o preferencias cuando se acabe de implementar el nuevo
plan de división y dominación de la región, así como la promoción
del “modelo turco de gobierno islámico moderado y moderno”. Esto le
fue reiterado a Erdogán en su reciente visita a la capital
estadounidense. Ya el presidente Obama, el pasado mes de marzo,
cuando concluía su visita a Israel, hizo que Natanyahu llamara a
Erdogán en su presencia, para pedirle disculpas por la muerte de
nueve turcos, cuando tropas sionistas asaltaron un barco de ese país
que llevaba ayuda humanitaria a la población palestina en Gaza.
El
gobierno del partido AKP,
─llegó
a estar impugnado por considerarse este una organización religiosa,
lo cual está prohibido por las leyes turcas─
inicialmente solo controlaba una mayoría en el Parlamento y por esa
vía nombraba el primer ministro y su gabinete. Sin embargo ha ido
maniobrando para dominar otras posiciones importantes en la
estructura tradicional de poder político en ese país. Así, ahora
dispone del presidente de la república y ha limitando el poder de
las fuerzas armadas, consideradas durante muchos años como garantes
del carácter secular del estado turco moderno fundado por Kemal
Ataturk. Un grupo considerable de generales y altos oficiales se
encuentran presos o acusados de conspiración para derrocar el
gobierno.
El
Poder Judicial, cuya acción también se guiaba por principios
seculares, ha sido objeto de reformas, mientras que la Policía y los
aparatos de seguridad, se consideran infiltrados por militantes
islámicos que responden a la poderosa organización de Fetula Gülen,
contradictorio y poderoso personaje, que maneja enormes sumas de
dinero y es considerado por algunos como ideólogo de la actual
política turca. Significativamente, vive exilado desde hace muchos
años en los Estados Unidos. Otras reformas constitucionales se
encuentran en camino para consolidar un mayor control y poder del
AKP, aunque este partido es de una composición no absolutamente
homogénea y podría verse amenazado por divisiones internas.
Sin
embargo, como mencionábamos más arriba, Turquía está sometida a
grandes problemas y divisiones. La primera y más amplia es la
división entre seculares y religiosos. Una parte importante de la
población, fundamentalmente la que vive en las grandes zonas urbanas
del oeste del país, es más educada y está influida por costumbres y
hábitos modernos y aunque islámica, concibe la práctica religiosa de
forma muy liberal. Se opone al gobierno del AKP y lo acusa de querer
establecer una dictadura con normas islámicas ortodoxas,
inaceptables para ellos.
En
el este del territorio turco, predomina la población kurda, (alrededor
de un 15% de la población total del país), que por su atraso y
condiciones económicas, mantiene niveles de vida similares a los de
un país del Tercer Mundo. Una parte de ella ha emigrado al exterior
o a los suburbios de las grandes ciudades del oeste; muchas aldeas
también han sido despobladas a la fuerza por las autoridades,
enfrascada en una guerra irregular con las guerrillas del Partido
del Trabajo del Kurdistán (PKK), desde hace treinta años.
Dentro de la propia población musulmana, mayoritariamente sunnita,
existen varios millones que practican los ritos de la secta aleví,
más cercanos a los chiitas y considerados parientes religiosos de
los alawitas sirios. Estos se consideran discriminados por las
autoridades a las cuales acusan de querer convertirlos en sunnitas
por la fuerza y prohibirles la libre práctica de sus creencias,
mucho más flexibles que las de aquellos.
El
hecho de que la economía turca, al parecer no sufra la crisis
económica tal como se ha manifestado en Grecia, España y otros
países europeos, no se debe precisamente a que no padezca los mismos
males que han provocado estas. Incluso desde antes, ya existía un
alto desempleo, un profundo y creciente desnivel entre una élite
cada vez más rica y una gran masa de la población de muy bajos
ingresos. El neoliberalismo ya venía siendo practicado, por lo que
no eran necesarias imposiciones del Fondo Monetario Internacional,
del Banco Mundial o de las instituciones financieras europeas. En
general, el pueblo turco está muy lejos de poder disfrutar de las
prestaciones sociales, que disfrutan aunque sea precariamente, otros
pueblos de Europa.
Existe una tradición de trabajo y militancia política de izquierda,
que aunque muy dividida en partidos y pequeñas organizaciones,
comparten muchos puntos de vista y coinciden en no pocas ideas, y
son capaces de promover grandes movilizaciones de masas. Dominan las
autoridades locales en cierta cantidad de comunidades, pueblos y
aldeas. Los sindicatos también tienen tradición de lucha y buena
organización. Son muchos los líderes políticos y sindicales que han
sufrido prisión y represión.
Las
masivas y enérgicas protestas que se vienen manifestando en la
última semana en las principales ciudades turcas, aunque estallaron
debido al propósito del gobierno de destruir un parque en Estambul,
está claro que tienen como contenido la ira e indignación, hasta
ahora contenida, de una buena parte del pueblo, que se siente
engañado y despreciado por la élite proimperialista que se ha
instaurado en el poder. Ello ha sido solo la chispa que ha servido
para iniciar una nueva etapa de luchas que debe producir cambios
importantes en el país.
El
noble y patriótico pueblo turco, no está dispuesto a aceptar que
conviertan a sus hijos en ejército mercenario al servicio del
imperialismo. Tampoco acepta que los conviertan en súbditos de las
atrasadas y despóticas, multimillonarias petromonarquías del Golfo.
Por ello ya algunos gritan: ¡Erdogán, exíliate en Qatar!
Ernesto Gómez Abascal, escritor y periodista, fue embajador de Cuba
en Turquía y en otros países del Cercano Oriente. |