Ernesto Gómez Abascal • La Habana, Cuba
Es realmente difícil aceptar que el Complejo Militar Industrial, el
lobby sionista y todos los intereses que se ocultan detrás de la
cara, más bien amargada y ya no tan sonriente de Obama, no creen una
nueva provocación después que Rusia les haya paralizado la mano
agresora y anotado una importante victoria política.
Tanto el premier ruso Vladimir Putin como el canciller S. Lavrov,
han demostrado en estos últimos meses, tener una capacidad y altura
que dejan muy atrás a sus homólogos Obama y Kerry. La carta que el
primer ministro ruso publicó en el New York Times la semana pasada
dirigida al pueblo estadounidense, además de dejar sin argumentos
válidos a sus oponentes, lo colocó como un dirigente político de
excepcional talla mundial y alta responsabilidad, al defender la
vigencia de la legalidad internacional y las vías pacíficas y
multilaterales de solución de los conflictos.
Fue como decir: “Rusia, aun cuando concluyó la Guerra Fría, está
aquí de nuevo y con ella hay que contar”. Posiblemente los analistas
de política internacional deban anotar este hecho como el punto que
podría señalar la inflexión hacia un nuevo mundo multipolar.
Sin embargo, a pesar de esto, es la propia irresponsabilidad y
ambición imperial la que nos llama a reflexionar y preguntarnos: ¿Se
quedarán conformes los del imperio con lo que una buena parte de la
humanidad ha interpretado como una evidente derrota política sufrida
por ellos?
El propósito de liquidar al gobierno del Partido Baas en Damasco y
de la familia Al Assad de su dirección, continúa más vigente que
nunca, solo que por el momento, parece que la operación de “bandera
falsa”, preparada para achacarles la responsabilidad por la
utilización de gases venenosos, no les va saliendo bien y han debido
negociar.
El hecho fue demasiado burdo y rápidamente vino a la mente de muchos
gobiernos y personas en todo el mundo, los embustes de las “armas de
destrucción masiva” en manos de Saddan Hussein; los “ataques de los
vietnamitas en el Golfo de Tonkin”; “la inexistente masacre cometida
por Gadafi en Benghazi”, y hasta “la voladura del acorazado Maine en
1898, en la bahía de La Habana”, que facilitó declararle la guerra a
España y ocupar militarmente las islas de Cuba, Filipinas y Puerto
Rico.
A pesar del poderío de los medios masivos del imperio y de sus
aliados, ya van perdiendo credibilidad y no pueden tan fácilmente
imponer sus matrices de opinión.
En la guerra contra Siria, que ya alcanza casi tres años, librada a
partir de una minoritaria “oposición nacional”, inflada rápidamente
con la introducción en el país de mercenarios y terroristas de toda
laya, ha participado una muy poderosa coalición dirigida desde
Washington, con el apoyo de otros miembros destacados de la OTAN,
como Francia y el Reino Unido, así como Turquía, base esta última
considerada tal vez fundamental para lanzar y sostener el conflicto,
aunque debido al poco apoyo interno y dificultades políticas, no se
ha podido emplear a fondo como habrían deseado sus gobernantes y
aliados extranjeros. Las multimillonarias petromonarquías del Golfo,
no han escatimado recursos, principalmente Arabia Saúdita y Catar.
Por ello, el imperio y sus aliados, han visto con gran preocupación
que, sobre todo a partir de los últimos meses, las fuerzas del
ejército pasaran a la ofensiva y propinaran serios golpes a sus
mercenarios. El gobierno sirio, las instituciones y las fuerzas
armadas se mantenían firmes y unidas, y daban señales de ganar más
apoyo popular.
La toma de la ciudad de Al Qusair, donde contaron con ayuda de
combatientes de Hizbulá, muy cerca de la frontera libanesa, cerró el
paso de los terroristas que penetraban hacia el centro del
territorio para crear una “zona libre” en las ciudades de Hama y
Homs, las cuales pretendían convertir en el Benghazi sirio, donde
proclamar un “gobierno independiente”. Además, tomada esta región,
obstaculizaban las comunicaciones de la capital hacia las
importantes poblaciones del norte (Alepo e Idlib) y hacia la costa (Tartus,
Banias y Lataquia).
Este curso de los acontecimientos en el teatro de operaciones
militares, fue posiblemente el que impulsó la provocación montada
para acusar al gobierno de la utilización de gas sarín, que
implicaba el traspaso de la “línea roja” marcada por el jefe del
imperio. Solo la utilización de la aviación y la cohetería
imperial, podía evitar el desastre que se produciría si la
mercenaria tropa terrorista y jihadista, ya enfrascada en profundas
divisiones internas, comenzaba a retirarse en desbandada hacia los
países vecinos.
Los EE.UU. había tomado medidas para tratar de evitar que los
mercenarios más extremistas, vinculados a Al Qaeda, al Frente Al
Nuzra y al Califato Islámico para Siria e Iraq, quienes al parecer
integran los grupos más agresivos, recibieran lo fundamental de las
armas y recursos que estaban suministrando.
Solicitaron ayuda para esto a Turquía y trataron de crear “filtros”
en otras fronteras, pero con muy poco éxito. En una base de
entrenamiento y filtraje creada en los límites de Jordania con
Siria, la CIA y personal de tropas especiales estadounidenses y
británicas, prepararon un primer grupo, que infiltrado semanas atrás
con el propósito de llegar a Damasco y comenzar las acciones para la
toma de la capital, fue dispersado y puesto en fuga por tropas del
ejército sirio.
La experiencia de la guerra contra Libia y de otros conflictos
anteriores, indican que solo una fuerte superioridad aérea, podría
hacer cambiar la situación militar a favor del imperio y sus
mercenarios. Sin embargo, esta afirmación tampoco puede ser absoluta.
Si en Libia la aviación de la OTAN, que fue la que decidió la guerra
a partir de la tramposa interpretación de una resolución del Consejo
de Seguridad, pudo atacar impunemente sin encontrar ninguna
resistencia, en Siria la situación podría ser muy diferente.
Sus fuerzas armadas han venido preparándose durante muchos años para
defenderse de las agresiones de Israel, poseen armamento antiaéreo
moderno y experiencia. Al principio del conflicto un caza turco
trató de comprobar su capacidad de defensa antiaérea y fue derribado
en la costa frente a Lataquia. Rusia, que en el conflicto de Libia
permaneció pasiva, ahora ha afirmado claramente estar comprometida
con la defensa de Siria. Irán ha dicho otro tanto.
Hizbulá, conociendo que si cae el gobierno de Damasco ellos serán el
próximo objetivo, ha desarrollado un potencial militar, tan poderoso
como novedoso y original. Ya se anotaron una victoria sobre el
ejército sionista en el 2006. No debe subestimarse su capacidad para
realizar operaciones sorprendentes y golpear objetivos de los
agresores a cientos de kilómetros de distancia.
Estos parecen ser elementos de disuasión importantes, al igual que
la falta de apoyo interno que provocó la “bravuconería” de Obama. Una
reciente encuesta realizada por la CBS News junto al NY Times,
mostró que el 68 porciento de los estadounidenses se oponen a una
guerra en Siria. Ya el premier británico había fracasado en su
intento de contar con el apoyo del parlamento.
Entonces la situación actual podría plantearse en los siguientes
términos: ¿Aceptará Obama y quienes lo han estado impulsando a una
aventurera agresión a limitarse a continuar con la guerra sucia,
cada vez más impopular por tener que apoyarse en bandas de fanáticos
terroristas, que ya anteriormente han atacado a los propios EE.UU. y
sus aliados, y que a mediano o largo plazo será derrotada por el
pueblo sirio, o montarán una nueva provocación para emplear a fondo
su potencial aéreo y coheteril contra Siria?
Tanto Kerry como Obama, han afirmado en días recientes que, a pesar
de los acuerdos con Rusia para la eliminación del arsenal de armas
químicas, no han descartado el posible uso de la fuerza, lo cual
debe interpretarse como la utilización de la aviación y la cohetería,
pues la fuerza la han estado utilizando desde el comienzo del
conflicto.
Sospechosamente algunos medios han comenzado a afirmar que el
gobierno sirio podría incumplir los acuerdos, traspasando
secretamente parte de su arsenal químico a Hizbulá en Líbano o
simplemente, los EE.UU. podrían descartar la credibilidad de los
inspectores de la ONU, tal como hicieron en Iraq.
¿Habrá una nueva provocación? |