por Alina Martínez
Sin camisa, mandarria en mano, en la cantera, el lugar donde el
trabajo era más duro, laboró el Che aquel domingo 22 de noviembre de
1959 convertido, a iniciativa suya en una memorable jornada de
trabajo voluntario que marcaría el inicio de una práctica en la que
se involucrarían de manera entusiasta, a partir de aquel momento,
varias generaciones de cubanos.
El escenario escogido fue el Caney de las Mercedes, en la antigua
provincia oriental, y la principal motivación era acelerar la
construcción de una hermosa obra de la Revolución: la ciudad escolar
Camilo Cienfuegos donde se educarían 20 mil hijos de los campesinos
de la Sierra Maestra. La convocatoria perseguía además el propósito
de contrarrestar una campaña anticomunista que pretendía sembrar la
duda y el descontento entre el campesinado.
“Campesinos, obreros, estudiantes, cerrad filas contra los
mercaderes del templo, que enarbolan los prejuicios divisionistas
que siempre han azuzado las clases dominantes para tenernos
desunidos, para vencernos con facilidad”, exhortó el Che a los
asistentes a la movilización.
Y agregó: “Entre ustedes y nosotros, nuestro Ejército Rebelde, habrá
un ‘pleito’ como si fuera un juego de pelota(…) la victoria será de
quien haya trabajado mejor para la patria nueva que ustedes y
nosotros construimos”.
Era en verdad un “pleito” entre el pasado y el presente que vivía el
país, un empeño por transformar la concepción del trabajo de una
pesada carga para ganarse el sustento, en un deber social a cumplir
con satisfacción; una nueva forma de generar riquezas; una manera de
vincular a trabajadores intelectuales y manuales, en suma, un factor
de desarrollo de la conciencia de las masas laboriosas.
No era la primera vez que en Cuba estas se involucraban en faenas en
beneficio colectivo, sin que mediara remuneración alguna. Lo habían
hecho en los años 40 para erigir la actual sede de la CTC; en esa
misma década, los portuarios, encabezados por Aracelio Iglesias,
cargaron con trabajo voluntario los barcos soviéticos Voljov y
Kashistroi que tocaron puertos de Matanzas y La Habana, para
trasladar el aporte de los trabajadores cubanos al pueblo soviético
que luchaba contra el fascismo; y en el propio 1959, por iniciativa
de la Dirección Provincial del Movimiento 26 de Julio en La Habana,
fue creada la Organización de Trabajadores Voluntarios (OTV) que
realizó varias convocatorias.
Pero fue a partir de la movilización del 22 de noviembre de ese año
que esta práctica se incorporó a la tradición laboral cubana. Cuando
fue nombrado Ministro de Industrias, el Che la consideró elemento
fundamental del sistema de dirección de la economía y la incorporó a
su quehacer; en el Ministerio se organizó el llamado Batallón Rojo y
se desató una competencia fraternal que involucró a otros organismos.
Realizar esta labor donde verdaderamente resultara útil y rindiera
frutos fue siempre una premisa defendida por el Che, para lo cual
abogó siempre por la creación de condiciones organizativas. Ello se
demostró en una emulación en fábricas textiles entre el Ministerio
de Industrias y la Junta Central de Planificación (Juceplan). Esta
última realizó un estudio minucioso de los flujos de producción y
otras condiciones del lugar donde iban a trabajar, y a pesar de que
sus “contrincantes” se les habían adelantado una semana en el reto
emulativo, les ganaron. El Che, sorprendido por los resultados,
revisó cuidadosamente los datos de producción y terminó reconociendo
que habían perdido en buena ley.
Con el decursar del tiempo, como se expresó en el informe central al
XX Congreso de la CTC, la realización de jornadas voluntarias sin
contenido real, sin la debida organización y para suplir
deficiencias administrativas, fueron desvirtuando la concepción
original de esta práctica.
Las condiciones en que surgió la iniciativa del Che son muy
diferentes a las actuales. Hoy no se requieren como en el pasado
grandes movilizaciones de voluntarios, la eficiencia en el puesto
laboral se erige como la premisa fundamental en el sector estatal, y
en el no estatal al movimiento sindical le corresponde actuar para
que los “árboles” de los intereses de grupos no impidan ver el
“bosque” de los intereses colectivos de la sociedad.
No podemos abandonar ese “pleito” iniciado por el Che, sino
mantenerlo vivo, en su esencia, como una tradición de los
trabajadores cubanos formadora de valores, adecuarla a los nuevos
tiempos, y seguir cultivando esa disposición nuestra al sacrificio
desinteresado por los demás, siempre que sea necesario. |