Ernesto Che Guevara es uno de los nombres fundamentales en la
historia del pensamiento revolucionario cubano. Y es uno de los más
prominentes marxistas que participaron desde el Tercer Mundo en el
proceso de universalización de esa concepción teórica
revolucionaria. Los dos títulos que se presentan aquí hoy son de una
enorme importancia para el conocimiento de la concepción
revolucionaria marxista del Che.
He analizado su pensamiento en numerosos escritos e intervenciones
desde hace décadas. Entonces, dedicaré la mayor parte de mis
palabras a un aspecto de la concepción teórica del Che que está muy
desarrollado en Apuntes críticos a la Economía Política, pero
también está siempre presente en Retos de la transición socialista
en Cuba (1961-1965).
No es posible valorar ni sacarle mucho provecho a un pensamiento
específico sin conocer en alguna medida sus presupuestos ―tanto en
lo concerniente al mundo en que se elaboró como a la persona que lo
hizo— y el lugar que ocupó ese pensamiento respecto a las
situaciones y los problemas fundamentales de su época. Enumero
cuatro aspectos del momento histórico al que pertenecen estos dos
libros: el triunfo del socialismo cubano; el tiempo en que ese
socialismo fue retado por el estado del pensamiento existente en un
país capitalista neocolonizado en el cual comenzaba una Revolución
muy profunda; las necesidades, el desarrollo y los conflictos
propios de esa Revolución en el poder durante su primera etapa (la
que va de 1959 a inicios de los años 70); y el conjunto de sus
condicionamientos internacionales.
Las tres revoluciones cubanas sucedidas entre 1868 y 1935 habían
exigido complejizaciones de la hegemonía de la dominación que
permitieran su reformulación eficaz en cada etapa posrevolucionaria.
Una consecuencia importante fue la incongruencia entre la estructura
económico-social y las dimensiones política e ideológica, que llegó
a ser muy fuerte durante la segunda república burguesa neocolonial
(1936-1958). Se estableció un delicado equilibrio dirigido a que
nunca más hubiera una Revolución en Cuba, pero conllevaba el riesgo
de que si esta sucediera, se vería obligada a ser muy radical. Por
ejemplo, el democratismo era más influyente que el liberalismo.
Estaba muy extendida la creencia en que grandes jornadas cívicas y
la adopción de nuevas leyes podrían satisfacer las necesidades de
cambios de la sociedad. La palabra revolución era muy utilizada,
pero las organizaciones políticas ―incluida la declaradamente
socialista— no se proponían utilizar esa vía para abatir el dominio
del imperialismo y el capitalismo nacional. El movimiento
revolucionario insurreccional dirigido por Fidel tuvo que abocarse
en la práctica a la victoria para que el socialismo perteneciente al
movimiento comunista internacional admitiera esa posibilidad.
La Revolución socialista de liberación nacional que triunfó en 1959
tuvo ese carácter por la praxis organizada y conciente que lo
conquistó, no a consecuencia de características de la estructura
económica y social del país. Ese segundo choque con los principios
de la teoría-ideología del socialismo guiado por la Unión Soviética
y el movimiento comunista de su campo ―la corriente mayor y más
influyente del socialismo en el mundo—, pronto fue seguido por
otros. Se fue haciendo obvio que, además de ser un evento
trascendental por su inmenso alcance y por haber sido inconcebible,
que conquistó la liberación nacional y social del país, estableció
un poder popular fortísimo y enfrentó con éxito las agresiones de
EE.UU., la Revolución cubana constituía una herejía dentro del campo
de las experiencias y las ideas socialistas.
Para comprender estos eventos y sus consecuencias es preciso
reconocer la existencia de dos formas de socialismo en Cuba, que se
iniciaron desde la tercera década del siglo XX y han tenido una
historia de contradicciones y conflictos, y también de coexistencias
y colaboraciones. Esas dos formas son el socialismo proveniente del
movimiento comunista internacional y el socialismo cubano.
Fidel consumó su liderazgo completo en las jornadas de la fase
inicial de la Revolución en el poder, y desde entonces ha sido
siempre el máximo guía político e ideológico del proceso. El Che se
mantuvo siempre junto con Fidel y siguiendo su liderazgo, y
compartió con él la colosal aventura de la Revolución. En el
transcurso de aquellos años, Fidel debió asumir sobre todo las
funciones de dirigente máximo y de educador popular, y el Che, que
desempeñó un cúmulo de responsabilidades prácticas en numerosos
terrenos, elaboró al mismo tiempo en aquellos años una obra teórica
que es el más importante monumento intelectual de la Revolución en
su primera etapa, obra que por su alcance ha resultado muy
trascendente para la estrategia y el proyecto cubano, hasta el día
de hoy y en el futuro que alcanzo a pensar.
El aspecto del pensamiento del Che al que voy a referir es el de su
crítica al socialismo que llamaban “realmente existente”, crítica
que evolucionó y se hizo cada vez más dura y fundamentada. Al
hacerla, el Che procedió con arreglo a su responsabilidad militante
y de dirigente cubano.
Las experiencias procedentes de las nuevas relaciones económicas con
socios tan lejanos en muchos sentidos tenían que contener
insatisfacciones, incomprensiones y prejuicios, pero también
críticas provenientes de la diferencia de posiciones respecto a las
cuestiones económicas y el socialismo. En octubre de 1963, al
planear un seminario para los cuadros del Ministerio de Industrias,
Che orienta relacionar y comparar los sistemas de dirección. Comenta
que hay que estudiar las relaciones entre el sistema de dirección y
los problemas económicos y las concepciones de los países
socialistas. Encerrarse en una “falsa concepción de la ley del
valor”, dice, les hizo perder contacto con el mundo exterior. La
productividad mundial dejó atrás a los otros países socialistas que,
a diferencia de la URSS, dependían del comercio exterior.[1]
Se produce una lucha continua entre los aparatos centrales y las
empresas, dice el Che, porque estas buscan tener metas menores para
sobrecumplir fácilmente o no arriesgarse a incumplimientos; su éxito
consiste en obtener mayores premios. “Se está estableciendo entre el
aparato central y la Empresa una contradicción que no es socialista,
una contradicción que atenta contra el desarrollo de la conciencia”.
Los dirigentes de empresas socialistas se van convirtiendo así en
expertos en engañar al Estado, deformándose como individuos, y ante
el obrero la imagen del buen dirigente es la del que “sabe”
organizar para “sobrecumplir” siempre.
En julio de 1964, mientras culmina el debate económico público, Che
ofrece una visión de conjunto del problema a sus compañeros de
Industrias. En la URSS se prepara la reforma económica, en medio de
discusiones que condujeron a la destitución, en octubre, de Nikita
Jruschov; en los países europeos de su campo se habla mucho también
de la reforma. Toma un ejemplo reciente que ha estudiado, los
análisis del 14º Congreso del partido polaco acerca de graves
deficiencias de la economía y cómo enfrentarlas. La utilización del
cálculo económico en un país que ya antes había descolectivizado su
agricultura no logra evitar males de todo tipo, incluidos algunos
que parecerían propios de un modelo muy autoritario, pero “la
solución que se le piensa dar a estos problemas en Polonia es el
libre fuero de la Ley del Valor, es decir, la vuelta al capitalismo
(…) el cálculo económico, cuando llega, como debe llegar, a un
callejón sin salida, conduce por la lógica de los hechos a tratar de
resolverlo por el mismo sistema, aumentar el estímulo material, la
dedicación de la gente específicamente a su interés material y por
ahí al libre fuero de la Ley del Valor. Y por ahí al surgimiento en
cierta manera de categorías estrictamente capitalistas (…) Polonia
lo está probando y creo que también van a probarlo otros países
socialistas”.
Che reclama que se eviten excesos en la crítica, y que no se
subestimen la capacidad técnica, el empeño y la voluntad de acertar
de numerosos involucrados en los países del socialismo europeo. Pero
denuncia de manera categórica la apelación a tomar “como arma para
luchar contra el capitalismo, las armas del capitalismo”. Las
motivaciones de “la sociedad donde la filosofía es la lucha del
hombre contra el hombre, de los grupos contra los grupos y la
anarquía de la producción” no podrán ser despertadas y utilizadas
eficazmente para servir a una sociedad basada en el poder
socialista. Esta exige control riguroso y conciente, “la
colaboración entre todos los participantes como miembros de una gran
empresa (el conjunto de la economía), en vez de ser lobitos entre sí
dentro de la construcción del socialismo”.
Opina que en vez de ir al fondo de los problemas, la práctica y el
pensamiento de estos socialistas se dejan llevar a la seguridad
aparente de acudir a lo ya probado. Las reformas pueden relucir como
“descubrimientos” que remediarían la falta de motivaciones
suficientes en los actores económicos y lograrían la subordinación
de la producción para el consumo a las demandas de sus consumidores,
relacionar la rentabilidad con la venta del producto, etcétera. Esos
experimentos y ensayos de política económica son, sin embargo,
remedos de lo que el capitalismo hace eficazmente, porque lo
universaliza y porque corresponde a las relaciones fundamentales de
su sistema. Existe una lógica que caracteriza a cada sociedad: si la
olvidamos, pagaremos un precio muy caro.
Por otra parte, Che invita a no olvidar nunca la situación concreta
de la cual ha partido Cuba en su transición socialista. No somos
ilusos, advierte, estamos tratando de edificar efectivamente el
socialismo “saliendo de una etapa semicolonial… de todos los vicios,
de todas las taras que nos dejó el capitalismo, con la misma gente,
con todos nosotros con mentalidad capitalista, hace unos años
pensando siempre cuánto íbamos a ganar”. La debilidad que padece
Cuba no debe atribuirse a la utilización de un sistema financiero
determinado: “son debilidades de una economía que ha cambiado su
composición, su característica”.
El Che insiste, incansable, en desbaratar la imputación que se hace
a sus ideas de mantener un desprecio “idealista” por el interés
material, un simplismo que busca devaluarlas y rehuir la discusión.
Nadie en sus cabales desconoce la fuerza y el arraigo del interés
material, instalado a lo largo de la historia de las sociedades de
dominación y multiplicado y refuncionalizado por el capitalismo. La
elección está entre utilizarlo llana y acríticamente ―aunque se
lamente que sea nocivo—, o utilizarlo como un mal necesario, sin
depender de él. Ser creativo desde la situación concreta e
inevitable, y organizar un proceso de erradicación paulatina de los
comportamientos económicos egoístas e individualistas. Ir forjando
otro mundo de actuaciones y valores, que pueda reunir diferentes
estímulos, implantar la norma que en nombre del deber social
reconoce o reprocha, al mismo tiempo que retribuye o no a partir del
grado de cumplimiento, o el estímulo a la capacitación dado por su
conversión en requisito para pasar a un nivel superior. Instrumentos
como los citados, dice el Che, persiguen la toma de conciencia de
tipo mecánico en el individuo; hay que perseguir, a la vez, la toma
de conciencia de tipo dinámico, una de cuyas formas fundamentales es
el trabajo voluntario.
La creación de otra realidad desde la existente, sin lo cual no hay
revolución socialista, tiene que incluir el espíritu crítico,
fomentar la independencia de los criterios y la capacidad de pensar
y valorar con cabeza propia, y aprender a distinguir los caminos,
sus implicaciones y sus resultados. Es impresionante la vitalidad y
la hondura alcanzados por aquel análisis teórico que permitía, en
medio de la tormenta de la Revolución, señalar los graves peligros
de copiar mecánicamente y no ver las deficiencias del socialismo
existente, y salirle al paso a la resignación a lo que existe, la
rutina y el seguidismo. El Che aprendió ―al mismo tiempo— a
reflexionar sobre la circunstancia en curso, la actuación inmediata,
los métodos y los fines mediatos, y a teorizar acerca de los asuntos
fundamentales.
En textos no públicos, el Che expuso más libremente sus juicios.
Consideraba que la URSS había comprometido de manera fatal el futuro
de su transición socialista cuando convirtió en permanente la Nueva
Política Económica que el país se había visto obligada a adoptar en
medio de una crisis interna terrible, poco después del final de la
Guerra Civil. Esa conclusión la extrajo de sus profundos estudios
del proceso de los primeros años del poder soviético y el
pensamiento de Lenin y otros bolcheviques. En los meses que
siguieron a la retirada del Congo ―el tiempo en que permaneció en
Tanzania y Praga— escribió mucho, ordenó y expuso ideas y organizó
numerosos textos. Un trabajo fundamental de ese periodo son estos
Apuntes críticos a la economía política. Más de doscientos
comentarios del Che a la más reciente edición del Manual de Economía
Política, texto docente oficial soviético, constituyen el núcleo
central del libro, que reúne también un gran número de textos del
Che, casi todos procedentes de sus cuadernos de notas, su
correspondencia y la transcripción de grabaciones. La gran mayoría
permanecía inédita.
El Che ―que admiraba a Lenin tanto como el que más— entró
resueltamente a analizar los hechos y las posiciones dentro de la
Revolución y la Rusia bolchevique, en busca de las experiencias y el
conocimiento. Lo cierto, escribe, es que en 1921-1922 el país fue
pasando “a las relaciones de producción que configuran lo que Lenin
llamaba capitalismo de estado, pero que en realidad también puede
llamarse capitalismo premonopolista en cuanto al ordenamiento de las
relaciones económicas.” Con la muerte de Lenin, dice, “se pierde el
riquísimo acervo de su pensamiento revolucionario y queda el reflejo
de su postrer impulso por el camino de la retirada”.
La confrontación principal que existe en el mundo no es en modo
alguno la que repiten las declaraciones y los organismos de la URSS
y el movimiento comunista, con sus supuestas tres fuerzas
revolucionarias: primera, el llamado sistema socialista mundial;
segunda, el proletariado de los países capitalistas desarrollados; y
tercera, las luchas por la independencia y la democracia nacional en
el Tercer Mundo. En realidad, dice el Che, el imperialismo no
agoniza: “ni siquiera ha aprovechado al máximo sus posibilidades en
el momento actual y tiene una gran vitalidad (…) La tendencia es a
invertir capitales propios en el aprovechamiento de las materias
primas o en la industria ligera de los países dependientes.” La
aguda competencia en su seno “provoca una incesante marea de
innovaciones técnicas…”
De la unión entre los proletarios a escala mundial proclamada por
las declaraciones, dice: “Falso de toda falsedad. No hay punto de
contacto entre las masas proletarias de los países imperialistas y
los dependientes; todo contribuye a separarlos y crear antagonismos
entre ellos (…) el oportunismo ha ganado una inmensa capa de la
clase obrera de los países imperialistas.” Sobre las revoluciones:
“También es falso que el proletariado (…) sea el que cumpla el papel
dirigente en la lucha de liberación en la mayoría de los países
semicoloniales”. Ya no se puede admitir la idea de que la burguesía
nacional sea un factor progresivo en las luchas revolucionarias: “La
lucha contra la burguesía es condición indispensable de la lucha de
liberación, si se quiere arribar a un final irreversiblemente
exitoso”.
Al salir del Congo y verse obligado a esperar, Che se entrega a una
tarea que constituye el inicio de una nueva fase de su obra. Siente
la necesidad de llegar a conclusiones sobre el socialismo realmente
existente, asunto crucial para todos en el mundo, y también de
ofrecer una alternativa desde las ideas de los revolucionarios
marxistas de los países que han sufrido o sufren el colonialismo y
el neocolonialismo, que ahora quieren pelear por la liberación total
de las naciones y de las personas, y por el avance de la revolución
mundial. “Es un grito dado desde el subdesarrollo”, escribe en “La
Necesidad de este libro”, breve introducción para los Apuntes que
contiene planteamientos trascendentales. Se refiere en ella a la
obra monumental que dio origen al marxismo, las nuevas situaciones
de la época imperialista, los aportes extraordinarios de Lenin y la
detención ulterior del desarrollo de la teoría marxista. Enseguida
expone las razones por las cuales hace la crítica de la Economía
Política:
Creemos importante la tarea porque la investigación marxista en el
campo de la economía está marchando por peligrosos derroteros. Al
dogmatismo intransigente de la época de Stalin ha sucedido un
pragmatismo inconsistente. Y, lo que es trágico, esto no se refiere
solo a un campo determinado de la ciencia; sucede en todos los
aspectos de la vida de los pueblos socialistas, creando
perturbaciones ya enormemente dañinas, pero cuyos resultados finales
son incalculables (…) Nuestra tesis es que los cambios producidos a
raíz de la NEP han calado tan hondo en la vida de la URSS que han
marcado con su signo toda esta etapa. Y sus resultados son
desalentadores: la superestructura capitalista fue influenciando
cada vez en forma más marcada las relaciones de producción, y los
conflictos provocados por la hibridación que significó la NEP se
están resolviendo hoy a favor de la superestructura. Se está
regresando al capitalismo.
Che espera serenamente el repudio a su posición y la acusación de
anticomunismo y oportunismo, el rechazo de los que se sentirán
heridos en su cariño y su lealtad, y también el sobresalto sincero
de otros “ante este cúmulo de razones nuevas y diferentes”. Pero
confía en que muchos podrán sentirse atraídos por este “intento de
retomar la buena senda”. A ellos se dirige el libro, “y también a la
multitud de estudiantes cubanos que tienen que pasar por el doloroso
proceso de aprender ‘verdades eternas’ en las publicaciones que
vienen, sobre todo, de la URSS, y observar cómo nuestra actitud y
los repetidos planteamientos de nuestros dirigentes se dan de
patadas con lo que leen en los textos”.
Un largo camino había recorrido Ernesto Guevara en una década. La
Revolución había sido su maestra. En la guerra y desde el poder
revolucionario se desarrolló su estatura como combatiente, dirigente
y pensador, y ahora él ―como reclamara Lenin 60 años antes— debía,
en justo pago, enseñarle algo a la Revolución. Y lo logró. La
aventura socialista de un pequeño país aislado producía un
pensamiento capaz de continuar el trabajo excepcional mediante el
cual Carlos Marx había encontrado ideas capaces de subvertir el
control de las ideas de la sociedad por la clase dominante. Che
escribió: “nosotros aportamos nuestro modesto granito de arena”. Y a
los compañeros cercanos más estudiosos les pidió componer un
“manual” cubano. Pensó seguramente que los que compartían su
posición continuarían la campaña de difusión de las actitudes y las
ideas más revolucionarias, que con tanto ardor y sistematicidad él
llevó a cabo en su última etapa en Cuba.
El acierto y el alcance de los planteamientos del Che acerca de la
esencia y el destino del socialismo realmente existente solo se
comprobaron 25 años después. Pero cuando hacia el final del siglo
pareció que todo lo logrado por la humanidad se perdería, incluso la
esperanza, el Che regresó. Celebramos ese regreso, que evidencia la
resistencia de los pueblos y el valor permanente de las ideas y del
ejemplo. Sin embargo, el pensamiento del Che siguió encontrando
escollos y ha tenido que ir ganando espacios paulatinamente. Uno de
esos avances es esta labor de establecimiento, organización y
edición tan tenaz y tan importante, que va entregando uno tras otros
textos suyos, palabras que son luces y armas para el entendimiento y
para la acción, tan necesarios frente a los desafíos actuales.
Palabras en la presentación de los libros de Ernesto Che Guevara
Apuntes críticos a la Economía Política y Retos de la transición
socialista en Cuba (1961-1965), de la Editorial de Ciencias Sociales
del Instituto Cubano del Libro, durante la 22 Feria Internacional de
Libro de La Habana, en La Cabaña, 18 de febrero de 2013. La
compilación y selección de ambas obras ―que aparecieron por primera
vez en 2006 y 2009 respectivamente— estuvo a cargo de la Dra. María
del Carmen Ariet García, del Centro de Estudios Che Guevara.
1- Desde este párrafo hasta el final, el texto es una versión muy
condensada y revisada del acápite 9 del capítulo II de mi libro Las
ideas y la batalla del Che, Editorial Ciencias Sociales / Ruth Casa
Editorial, La Habana, 2010. Las referencias de todas las citas del
Che que hago pueden encontrarse allí. Una segunda edición de esa
obra acaba de aparecer. |