Les agradezco mucho a los organizadores de Dialogar, dialogar esta
oportunidad de conversar acerca de un tema tan importante, a tan
pocos días del II Congreso de la Asociación Hermanos Saíz. Esa
reunión de jóvenes, precedida de amplios debates y acciones a lo
largo del país, constituyó un evento ejemplar, porque trató los
reales problemas del sector y de las prácticas culturales y sus
implicaciones en la Cuba actual, con profundidad, claridad,
proposiciones y espíritu revolucionario; sin autocensura y con
valentía política. Fue un verdadero congreso, y una promesa
necesaria.
El regreso del Che en Cuba comenzó en 1987, durante la campaña de
rectificación, cuando Fidel lo contrapuso a la gran deformación que
había sufrido el proceso revolucionario. Su pensamiento había
desaparecido de la enseñanza y de los medios de comunicación desde
inicios de los setenta, pero al fin comenzó a rescatarse y a ser
conocido por nuevos cubanos durante aquellos años. Estaba claro que
el Che hacía mucha falta. Sin embargo, después de la coyuntura
compleja de la detención de la rectificación, de la gran crisis
económica y de la calidad de la vida en Cuba, y de la pérdida de
prestigio del socialismo a escala mundial, que sobrevinieron en la
primera mitad de los años noventa, cuando el Che volvió físicamente,
en 1997, la situación ya era otra.
Fidel y los revolucionarios consecuentes lo esgrimieron como un
refuerzo para el enfrentamiento a una tercera pregunta general sobre
el país, que ya comenzaba a percibirse. La primera, perentoria,
había sido la de la sobrevivencia, que ocupó prácticamente todo el
terreno en la angustiosa primera mitad de la década; la segunda
pregunta era si la reproducción material de la existencia del país
que se había ido logrando sería viable o no. El repertorio de
variables favorables que poseía Cuba permitió que las políticas y
las tácticas adoptadas aseguraran esa viabilidad a inicios de este
siglo. La tercera interrogante no tenía carácter urgente, pero sí
implicaciones trascendentales: cuál sería la naturaleza del régimen
que emergería a partir del proceso de solución de las dos primeras.
El Che reforzaba la posición de los queríamos que la respuesta fuera
un socialismo más profundo, capaz de asumir su propia crítica y
renovarse.
Pero ya estaban en marcha transformaciones sociales y de las
conciencias dentro de la transición socialista cubana, paulatinas
durante un largo período, que continúan hasta hoy. La ofensiva de
Fidel al inicio del siglo XXI pretendió frenar desigualdades y
reforzar al socialismo. Una insuficiencia grave, sin embargo, era el
abandono, prácticamente, de la apelación a una divulgación que
relacionara las medidas y las características socialistas de la
mayor parte de la vida social con la necesidad del socialismo y con
sus ideales, y de las prácticas y las discusiones de un pensamiento
estructurado que operara como fundamentación del socialismo. En 2008
se publicaron los Apuntes críticos a la Economía Política del Che
casi en secreto. Se ha ido nucleando un sector de estudiosos,
incluidos jóvenes, y se ha avanzado en la publicación de su obra,
pero sin que las ideas del Che se volvieran polémicas y participaran
en los debates, que en realidad no eran alentados.
En estos últimos años se ha producido un positivo aumento de la
politización, y también de la expresión de criterios diferentes
dentro del cauce del socialismo, pero la socialización de un
pensamiento que trate las cuestiones esenciales sigue sin ponerse a
la orden del día. Mientras, se han emprendido transformaciones que
pueden ser decisivas respecto a la existencia misma del socialismo
cubano, al mismo tiempo que continúan tendencias que vienen del
curso de las últimas dos décadas. Se han tomado y se toman medidas
económicas muy importantes sin que haya discusión desde una u otra
posición en economía política, porque no se invoca ninguna. Un
pragmatismo descarnado es la regla, salpicado por algunas palabras
que reiteran que lo que se hace es para el socialismo o en nombre de
él. Existe un divorcio total entre las reflexiones críticas y las
preocupaciones que expresan revolucionarios socialistas –entre los
cuales hay cierto número de dirigentes– y numerosas informaciones y
trabajos de opinión que aparecen en medios que pertenecen al Estado,
ciegos ante lo que les parece negativo o inconveniente, y aferrados
a tópicos que ya no son y a otros que nunca fueron.
¿Por qué los compañeros que convocan esta mesa escogen entonces al
pensamiento del Che en la Cuba actual como tema? Porque tienen
conciencia política del momento histórico en que vivimos y lo que se
juega en él, y del papel que puede tener el Che si lo hacemos
participar en la tremenda y ya abierta lucha cultural entre el
capitalismo y el socialismo que caracteriza a la situación.
Del ejemplo que utilicé podría inferirse que la posición y la
propuesta del Che que se han calificado como económicas serían su
contribución lógica y mayor. Pero no creo que esa idea sea acertada,
por dos razones. Ante todo, porque la concepción socialista del Che
está opuesta a la separación abstracta de la dimensión económica de
la sociedad que está en transición socialista, una operación que
permitiría tratar a la “economía” en general como un campo separado
y autónomo de la política, la ideología y la cultura, e incluso
“ponerla a trabajar” para el socialismo. Esa separación es un
recurso de comprensión y de argumentación de lo esencial del
capitalismo, su funcionamiento y sus normas y valores. Che afirma
que la economía debe ser gobernada por el poder popular
revolucionario durante todo el proceso de transición socialista.
La segunda razón es consecuencia de la primera: las ideas y las
propuestas del Che acerca de la dimensión económica son corolarios
de su concepción teórica y política de la actividad revolucionaria
creadora de socialismo. Trataré de sintetizar varios rasgos
principales suyos:
a) la Economía, la Economía política y las políticas económicas sin
apellidos son siempre formas de la economía del capitalismo,
corresponden al complejo de teorías e ideologías de ese sistema;
b) la transición socialista es un poder político e ideológico
revolucionario de orientación socialista-comunista, que tiende a
unificar las dimensiones diferentes de la sociedad en cuanto a
objetivos y voluntades, aunque todas ellas siguen teniendo sus
características y sus especifidades, y se trabaja concretamente con
cada una de ellas;
c) por consiguiente, el poder revolucionario es un puesto de mando
sobre la economía, y es el conductor, de diferentes maneras, del
conjunto de la sociedad;
d) precisamente por serlo, y para que ese poder no degenere en el
poder de un grupo que termine cerrándole el paso al socialismo, está
obligado a avanzar hacia su conversión en un verdadero poder
popular, en el que los trabajadores y las mayorías conozcan las
cuestiones fundamentales y participen de manera creciente en su
control y su fiscalización, y en la elaboración misma de las
decisiones y las políticas;
e) para todo el período de transición que va desde el triunfo
revolucionario hasta el fin de las dominaciones y la creación de una
sociedad nueva, muy diferente y muy superior a la capitalista,
tienen que regir los despliegues y los productos de los factores
subjetivos de la sociedad, y no las determinaciones llamadas
objetivas. Guiarse por el predominio de los llamados “factores
objetivos” conduce a la detención del proceso y su retroceso, en dos
sentidos: el que procede de la reproducción “normal” de las
condiciones de la vida social, que siempre consiste en la
reproducción del orden de dominación vigente; y el que dimana del
poder de un grupo que convierte su poder, sus intereses y su
voluntad de dominio en cosas “objetivas” que no pueden cambiarse.
Ante el desafío crucial que se está configurando en Cuba entre el
socialismo y el capitalismo, el Che puede ofrecernos su específica
posición dentro de la revolución socialista, expresada y
desarrollada en el conjunto de su pensamiento y en la batalla
intelectual que libró para ganar a ella a los cubanos y que
predominara frente a otra concepción diferente del socialismo que
existe, y frente a las profundas insuficiencias de nuestra sociedad
para consumar ese cambio. La centralidad de la política, sus férreas
relaciones con la ética y el papel impulsor de esta cuando los
factores subjetivos predominan, la conversión de la sociedad en una
gigantesca escuela, son aspectos esenciales en la concepción del
Che, que me limito a mencionar aquí.
Ernesto Che Guevara es el máximo pensador teórico de la posición
dirigida por Fidel durante la primera etapa de la Revolución en el
poder –la que va de 1959 a inicios de los años setenta–, y sigue
siendo a mi juicio el máximo representante de la corriente
socialista que puede hacer viable que Cuba siga siendo socialista.
Che tiene un lugar en la historia del pensamiento revolucionario
cubano. No intentaré exponer mis criterios acerca de ese
pensamiento, pero quiero al menos llamar la atención sobre la
necesidad de no verlo como un bloque igual a sí mismo, sino en su
realidad de producciones diversas, y en algunos casos enfrentadas
entre si e influidas por condicionamientos que se iban modificando
en el decursar histórico del país. Desde ese punto de partida,
entiendo que el Che pertenece a la corriente radical, que ha tenido
puntos en común y ha marcado una trayectoria que es preciso heredar.
Esos radicales se fueron por encima de las respuestas políticas que
parecían posibles frente a los conflictos de su tiempo y su
circunstancia, y las propuestas que hicieron también se fueron por
encima de la reproducción esperable de la vida social.
Carlos Manuel de Céspedes forzó la aparición de la guerra como
recurso revolucionario, fijó como condición para su cese la
independencia y la soberanía completas del país, y abrió paso al
abolicionismo revolucionario de la esclavitud como la solución
necesaria de la mayor contradicción social de su siglo en Cuba. Echó
así las bases políticas de una nación que tenía muy inciertas bases
sociales, entre una rica y poderosa clase dominante que no aspiraba
a ella y la explotación masiva de la esclavitud, las opresiones
brutales y las divisiones de castas en que vivían las mayorías.
José Martí preconizó y desató una política revolucionaria muy
superior a la que había conocido el país y la enfrentó sin
vacilación a las variantes evolucionistas, que parecían más
razonables para Cuba a fines del siglo XIX. Su guerra revolucionaria
sería el único vehículo eficaz para eliminar el colonialismo
español, pero al mismo tiempo la vía de una educación de masas que
formara ciudadanos, capacitados mediante la actuación y unificados
ideológicamente, para fundar y desarrollar una república democrática
con justicia social, apta para aunar verdaderamente a los elementos
tan disímiles del país. Esos cubanos de la república nueva martiana
se habrían vuelto capaces también de enfrentar con posibilidades de
éxito el expansionismo imperialista de Estados Unidos. La propuesta
de Martí revolucionaba tanto a la política como a la reproducción
esperable de la vida social, al ponerles como objetivos convertir en
realidades lo que no había parecido ni siquiera posible.
Julio Antonio Mella partió de la lucha reformadora estudiantil en la
primera república burguesa neocolonial, y comprendió pronto que la
revolución socialista sería la condición para obtener la
satisfacción de las demandas y las identidades de los grupos
sociales. Se hizo entonces comunista, en el marco de la
universalización política e ideológica que impulsaba la
Internacional fundada en la Rusia Soviética. Pero logró entender que
en los países colonizados o neocolonizados el anticapitalismo
tendría que ser antimperialista. Y que la práctica revolucionaria
comunista estaba obligada a ganarse la conducción en el curso de la
revolución, y a ser ante todo cubana. Obró en consecuencia en su
corta vida, y se convirtió en el iniciador del socialismo cubano. Es
difícil encontrar tanto adelanto respecto a sus condicionamientos, y
al mismo tiempo planteos políticos tan atinentes para cambiar
mediante la praxis los límites de lo posible.
Antonio Guiteras consiguió echar a andar en Cuba la revolución del
siglo XX, de la que Mella había sido el pionero, dentro de la lucha
contra la dictadura de Machado y la gran rebelión del pueblo en
1933. Creó organizaciones políticas de lucha armada para tomar el
poder e implantar el socialismo mediante la dictadura
revolucionaria. Intentó que la educación social y política de masas
avanzara a saltos mediante la praxis, impulsando una experiencia a
escala nacional de una gestión de gobierno revolucionario
antimperialista radical, con muchas medidas de justicia social en
beneficio de las mayorías explotadas y oprimidas. Pretendió abrir el
espacio y las formas para que se formara una conciencia social
socialista de liberación nacional, y no tuvo temor de ejercer poder
político para que esa conciencia se volviera realidad. El legado de
Guiteras es indispensable para entender cómo fue posible pensar el
socialismo cubano en la insurrección y el proceso revolucionario que
triunfó en 1959.
Si exceptuamos el caso de Martí, las prácticas revolucionarias
fueron lo dominante en la historia de las posiciones y propuestas de
los radicales entre 1868 y 1959. Pero en su conjunto, ellos
elaboraron un cuerpo de pensamiento que constituye una acumulación
cultural de un valor inapreciable, que es necesario que rescatemos y
asumamos conscientemente. Una de las características de todo orden
posrevolucionario es la de devaluar, pasar al olvido o manipular las
experiencias y las ideas radicales, con el fin de borrar su
singularidad y su influencia.
El triunfo en 1959 de una guerra revolucionaria que constituyó al
mismo tiempo una escuela política radical, dirigida por una
organización férreamente unida, decidida y con vocación de poder, y
a su cabeza Fidel, el líder político más descollante del siglo XX
cubano, le permitió al país escoger la opción máxima posible: hacer
una revolución socialista de liberación nacional que transformara a
fondo las relaciones sociales y humanas y las instituciones. Pronto
la nueva época exigió un formidable aumento de las capacidades
intelectuales de la mayoría de las personas, y de la calidad del
contenido y el papel del pensamiento social. La praxis era el motor,
pero ella debía ser organizada y consciente. El aumento de
capacidades y la formación política eran imprescindibles, porque,
por primera vez en nuestra historia, los objetivos a alcanzar
requerían una rigurosa intencionalidad, una conducción política y
social cada vez más compleja, una distribución creciente del poder,
un planeamiento eficaz, una crítica radical de la modernidad
capitalista y del modelo socialista predominante y, al mismo tiempo,
pensar la revolución que se hacía y elaborar intelectualmente las
características de la nueva sociedad que se pretendía.
Entonces al joven héroe Ernesto Guevara, uno de los más destacados
seguidores de Fidel y totalmente identificado con él en cuanto a las
ideas, le tocó desempeñar el papel principal en la producción de un
pensamiento social de la Revolución cubana y en las relaciones de
este con las ideas socialistas del mundo de su tiempo.
El Che había tenido que aprender en muy poco tiempo cómo era Cuba y
cómo participar eficazmente en su proceso revolucionario. A la vez,
debió utilizar los instrumentos de pensamiento marxista que ya
poseía sin someterse a la doctrina. Esa es una entre tantas
lecciones que nos ha dejado. Cuando el periodista uruguayo Carlos
María Gutiérrez le preguntó, en febrero de 1958, si él era marxista,
el Che le respondió que había tenido que olvidar en la guerra todo
lo que había aprendido antes. Ganó esa batalla consigo mismo y de
inmediato puso su peso personal en ayudarnos a todos a pelear y
ganar una batalla de ideas en el seno del proceso revolucionario, a
favor de todas las liberaciones y por la creación de nuevas personas
y una sociedad socialista.
Les sugiero que estudien aquella contienda de ideas. El Che que
puede conocerse de ese modo es más humano y más grande, y a su
escala también lo es la Revolución cubana de los años sesenta, esa
maravilla enigmática para las nuevas generaciones que han sido
privadas de su conocimiento, como si por un tiempo las cubanas y los
cubanos en masa hubieran padecido una sublime locura.
Quiero compartir con ustedes una parte de lo que expresé en febrero,
en la presentación de los libros del Che Apuntes críticos a la
Economía Política y Retos de la transición socialista en Cuba
(1961-1965), en la Feria del Libro.
El Che denuncia de manera categórica la apelación a tomar “como arma
para luchar contra el capitalismo, las armas del capitalismo”. Las
motivaciones de “la sociedad donde la filosofía es la lucha del
hombre contra el hombre, de los grupos contra los grupos y la
anarquía de la producción” no podrán ser despertadas y utilizadas
eficazmente para servir a una sociedad basada en el poder
socialista. Esta exige control riguroso y conciente, “la
colaboración entre todos los participantes como miembros de una gran
empresa (el conjunto de la economía), en vez de ser lobitos entre sí
dentro de la construcción del socialismo”.
Opina que en vez de ir al fondo de los problemas, la práctica y el
pensamiento de estos socialistas se dejan llevar a la seguridad
aparente de acudir a lo ya probado. Las reformas pueden relucir como
“descubrimientos” que remediarían la falta de motivaciones
suficientes en los actores económicos y lograrían la subordinación
de la producción para el consumo a las demandas de sus consumidores,
relacionar la rentabilidad con la venta del producto, etcétera. Esos
experimentos y ensayos de política económica son, sin embargo,
remedos de lo que el capitalismo hace eficazmente, porque lo
universaliza y porque corresponde a las relaciones fundamentales de
su sistema. Existe una lógica que caracteriza a cada sociedad: si la
olvidamos, pagaremos un precio muy caro.
Por otra parte, Che invita a no olvidar nunca la situación concreta
de la cual ha partido Cuba en su transición socialista. No somos
ilusos, advierte, estamos tratando de edificar efectivamente el
socialismo “saliendo de una etapa semicolonial… de todos los vicios,
de todas las taras que nos dejó el capitalismo, con la misma gente,
con todos nosotros con mentalidad capitalista, hace unos años
pensando siempre cuánto íbamos a ganar”. La debilidad que padece
Cuba no debe atribuirse a la utilización de un sistema financiero
determinado: “son debilidades de una economía que ha cambiado su
composición, su característica”.
El Che insiste, incansable, en desbaratar la imputación que se hace
a sus ideas de mantener un desprecio “idealista” por el interés
material, un simplismo que busca devaluarlas y rehuir la discusión.
Nadie en sus cabales desconoce la fuerza y el arraigo del interés
material, instalado a lo largo de la historia de las sociedades de
dominación y multiplicado y refuncionalizado por el capitalismo. La
elección está entre utilizarlo llana y acríticamente –aunque se
lamente que sea nocivo–, o utilizarlo como un mal necesario, sin
depender de él. Ser creativo desde la situación concreta e
inevitable, y organizar un proceso de erradicación paulatina de los
comportamientos económicos egoístas e individualistas. Ir forjando
otro mundo de actuaciones y valores, que pueda reunir diferentes
estímulos, implantar la norma que en nombre del deber social
reconoce o reprocha, al mismo tiempo que retribuye o no a partir del
grado de cumplimiento, o el estímulo a la capacitación dado por su
conversión en requisito para pasar a un nivel superior. Instrumentos
como los citados, dice el Che, persiguen la toma de conciencia de
tipo mecánico en el individuo; hay que perseguir, a la vez, la toma
de conciencia de tipo dinámico, una de cuyas formas fundamentales es
el trabajo voluntario.
La creación de otra realidad desde la existente, sin lo cual no hay
revolución socialista, tiene que incluir el espíritu crítico,
fomentar la independencia de los criterios y la capacidad de pensar
y valorar con cabeza propia, y aprender a distinguir los caminos,
sus implicaciones y sus resultados. Es impresionante la vitalidad y
la hondura alcanzados por aquel análisis teórico que permitía, en
medio de la tormenta de la Revolución, señalar los graves peligros
de copiar mecánicamente y no ver las deficiencias del socialismo
existente, y salirle al paso a la resignación a lo que existe, la
rutina y el seguidismo. El Che aprendió –al mismo tiempo– a
reflexionar sobre la circunstancia en curso, la actuación inmediata,
los métodos y los fines mediatos, y a teorizar acerca de los asuntos
fundamentales.
Al salir del Congo y verse obligado a esperar, Che se entrega a una
tarea que constituye el inicio de una nueva fase de su obra. Siente
la necesidad de llegar a conclusiones sobre el socialismo realmente
existente, asunto crucial para todos en el mundo, y también de
ofrecer una alternativa desde las ideas de los revolucionarios
marxistas de los países que han sufrido o sufren el colonialismo y
el neocolonialismo, que ahora quieren pelear por la liberación total
de las naciones y de las personas, y por el avance de la revolución
mundial. “Es un grito dado desde el subdesarrollo”, escribe en “La
necesidad de este libro”, breve introducción a los Apuntes que
contiene planteamientos trascendentales. Se refiere en ella a la
obra monumental que dio origen al marxismo, las nuevas situaciones
de la época imperialista, los aportes extraordinarios de Lenin y la
detención ulterior del desarrollo de la teoría marxista. Enseguida
expone las razones por las cuales hace la crítica de la Economía
Política:
Creemos importante la tarea porque la investigación marxista en el
campo de la economía está marchando por peligrosos derroteros. Al
dogmatismo intransigente de la época de Stalin ha sucedido un
pragmatismo inconsistente. Y, lo que es trágico, esto no se refiere
sólo a un campo determinado de la ciencia; sucede en todos los
aspectos de la vida de los pueblos socialistas, creando
perturbaciones ya enormemente dañinas, pero cuyos resultados finales
son incalculables (…) Nuestra tesis es que los cambios producidos a
raíz de la NEP han calado tan hondo en la vida de la URSS que han
marcado con su signo toda esta etapa. Y sus resultados son
desalentadores: la superestructura capitalista fue influenciando
cada vez en forma más marcada las relaciones de producción, y los
conflictos provocados por la hibridación que significó la NEP se
están resolviendo hoy a favor de la superestructura. Se está
regresando al capitalismo.
Che espera serenamente el repudio a su posición y la acusación de
anticomunismo y oportunismo, el rechazo de los que se sentirán
heridos en su cariño y su lealtad, y también el sobresalto sincero
de otros “ante este cúmulo de razones nuevas y diferentes”. Pero
confía en que muchos podrán sentirse atraídos por este “intento de
retomar la buena senda”. A ellos se dirige el libro, “y también a la
multitud de estudiantes cubanos que tienen que pasar por el doloroso
proceso de aprender ‘verdades eternas’ en las publicaciones que
vienen, sobre todo, de la URSS, y observar como nuestra actitud y
los repetidos planteamientos de nuestros dirigentes se dan de
patadas con lo que leen en los textos.”
Un largo camino había recorrido Ernesto Guevara en una década. La
revolución había sido su maestra. En la guerra y desde el poder
revolucionario se desarrolló su estatura como combatiente, dirigente
y pensador, y ahora él –como reclamara Lenin sesenta años antes–
debía, en justo pago, enseñarle algo a la revolución. Y lo logró. La
aventura socialista de un pequeño país aislado producía un
pensamiento capaz de continuar el trabajo excepcional mediante el
cual Carlos Marx había encontrado ideas capaces de subvertir el
control de las ideas de la sociedad por la clase dominante.
Hasta aquí el fragmento de febrero, largo pero, según me parece,
procedente. Para terminar en la cuerda de la pregunta implícita en
el título del tema que nos convoca, ofrezco una síntesis de lo que
estimo que puede darnos hoy el Che:
- un referente ético y político socialista sin igual, fortalecido
por su consecuencia y su ejemplo imperecederos, y por su caída
heroica;
- confianza en lo que sí es posible hacer y lograr para volverse
superior a las circunstancias;
- un extraordinario instrumento teórico –conceptos, ideas,
hipótesis, principios– y el método dialéctico marxista, que el Che
ejerció sobre las realidades, los conflictos y los proyectos de Cuba
y de América Latina y el llamado Tercer Mundo;
- una crítica marxista de las sociedades y las teorías del
capitalismo y el socialismo;
- un cuerpo de pensamiento idóneo para realizar los análisis
concretos que tanto necesitamos;
- una de las líneas principales con que contamos para el trabajo
urgente de formación política, ideológica y cultural.
[*] Intervención en el espacio Dialogar, dialogar, de la Asociación
Hermanos Saíz, en el Pabellón Cuba, el 23 de octubre de 2013.
(Tomado del blog Dialogar, dialogar) |