Por Elier Ramírez Cañedo
Entre el 15 y el 16 de agosto de 1961, tuvo lugar en Punta del Este,
Uruguay, la Reunión Extraordinaria del Consejo Interamericano
Económico y Social. El Che encabezaba la delegación cubana a la
cita, donde el gobierno de los Estados Unidos pretendía, finalmente,
vender a los pueblos latinoamericanos, la llamada “Alianza para el
Progreso”. Dicha “Alianza” no era otra cosa que un recetario sutil,
con el objetivo de evitar la existencia de más Cubas en América
Latina, “una respuesta constructiva y definitiva al castrismo”, en
palabras del propio Kennedy.1 Por la parte estadounidense, integraba
la delegación el joven asesor especial para asuntos latinoamericanos
del presidente Kennedy, Richard Goodwin.
La entrevista entre el comandante Guevara y Richard Goodwin tuvo
lugar en la madrugada del 17 de agosto de 1961, en la residencia de
un diplomático brasileño en la ciudad de Montevideo. El encuentro,
propiciado por delegados argentinos y brasileños, tuvo un carácter
confidencial y privado. Constituía el primer contacto directo de
alto nivel entre autoridades de ambos países desde la ruptura de las
relaciones en enero de 1961, y el más importante por el rango
político de sus participantes acontecido durante la administración
Kennedy. La interpretación de Goodwin sobre la entrevista,
trasmitida al presidente estadounidense, fue la siguiente: “Creo que
esta conversación unida a otras evidencias que se han ido
acumulando, indica que Cuba está pasando por una severa crisis
económica; que la Unión Soviética no está preparada para afrontar el
gran esfuerzo necesario para ponerlos en camino (un brasileño me
dijo “no alimentas al cordero en la boca del león”), y que Cuba
desea un entendimiento con los EE.UU. Es bueno recordar que Guevara
representa, sin lugar a duda el más dedicado punto de vista
comunista del gobierno cubano y que si hay en Cuba lugar para algún
espectro de puntos de vistas, debe haber líderes cubanos incluso más
ansiosos por un acuerdo con los EE.UU. Esto es solo una
especulación, pero creo que es razonable”.
“La conversación tuvo lugar en la noche del 17 de agosto a las
2:00am -relató además Goodwin a Kennedy-. Varios miembros de las
delegaciones de Brasil y Argentina hicieron esfuerzos -a través de
la Conferencia de Punta del Este- para concertar una reunión entre
el Che y yo. Esto se hizo obviamente con la aprobación y quizá a
instancias de este. Yo había evitado tal reunión durante la
conferencia. El jueves nosotros llegamos a Montevideo y se me invitó
para una fiesta de cumpleaños para el delegado local brasileño
asignado al área de Libre Comercio. Luego de haber arribado y de
estar allí alrededor de una hora, uno de los argentinos presentes
(que había estado en la delegación argentina) me informó que ellos
habían invitado al Che a la fiesta. Él llegó sobre las 2:00am y le
dijo a Edmundo Barbosa da Silva de Brasil y a Horacio Laretta de
Argentina que él tenía algo que decirme. Los cuatro entramos en una
habitación… (El brasileño y el argentino se alternaron como
intérpretes)”.2
Asimismo, según el informe preparado por Goodwin, el Che, después de
expresar que Cuba aspiraba a un modus vivendi -no a un imposible
entendimiento-, agregó entre otras cosas que la Isla estaba
dispuesta a pagar a través del comercio por las propiedades
estadounidenses expropiadas; que se podía llegar al acuerdo de no
hacer ninguna alianza política con el Este -aunque ello no afectara
la afinidad natural existente- y analizar las actividades de la
Revolución cubana en otros países, pero que no se podía discutir
ninguna fórmula que significara desistir de construir el tipo de
sociedad que aspiraban para Cuba.3 “Guevara dijo que sabía que era
difícil negociar estas cosas pero que nosotros podíamos abrir la
discusión de estos temas empezando por los secundarios”.4
Es una lástima que no contemos con documentos cubanos que contrasten
la información desclasificada en los EE.UU. Sobre todo, el hecho de
no tener al alcance ningún informe del Che donde se refleje su
versión de la entrevista. Sin embargo, un documento hallado en los
archivos de Brasil con fecha 18 de agosto de 1961, confirma en buena
parte la descripción -no interpretación- de Goodwin de la
entrevista. Se trata de un telegrama del secretario de Asuntos
Exteriores de Brasil al presidente de ese país, donde a partir de
una información recibida del embajador brasileño en Uruguay, Barbosa
da Silva, se relata la conversación entre el Che Guevara y Richard
Goodwin.5
La noticia del encuentro del Che y Goodwin se esparció rápidamente y
el joven asesor del Presidente tuvo que rendir cuentas ante el
Senado sobre su conversación con el Ministro de Industrias de Cuba.
“Al final -rememoró Goodwin-, esto me costó de todas maneras un
problema, casi pierdo mi empleo; el Senado me investigó, porque
pensó que yo estaba negociando con el hemisferio occidental, que
estaba próximo al comunismo. Esto le costó el puesto al Ministro de
Relaciones Exteriores de Argentina”.6
En efecto, el Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Adolfo
Mujica, se había visto obligado a renunciar por la conmoción que
habían causado sus revelaciones y valoraciones de la entrevista
Goodwin-Guevara. Mujica había dicho, entre otras cosas, que el
encuentro entre Goodwin y el Che, mostraba que el régimen de Fidel
Castro procuraba entablar mejores relaciones con los EE.UU. Por su
parte, el 23 de agosto, el Departamento de Estado de los EE.UU.
resumió en un telegrama circulante a todos los puestos
latinoamericanos una declaración lanzada por la Casa Blanca el 22 de
agosto en el que señalaba que la conversación de Goodwin y Guevara
en Punta del Este, había sido solo un encuentro casual en un cóctel,
en el que Goodwin se limitó a escuchar. El envío del telegrama fue
autorizado para remarcar a los gobiernos latinoamericanos que no
había ningún cambio en la política de los EE.UU. hacia Cuba.
Solo unos días después del encuentro de Punta del Este, en un
documento elaborado por el propio Goodwin, se puso de manifiesto la
ira hacia Cuba que aún predominaba en la administración Kennedy
debido al fiasco de Girón, así como las pocas intenciones de
Washington de analizar cualquier tipo de medida que significara
explorar caminos más flexibles en la relación con la Isla. Goodwin
no escapaba a ese ambiente. En este documento fechado el 1ro. de
septiembre, el joven asesor proponía a Kennedy un amplio plan de
guerra económica, propagandística y sicológica contra la Revolución
cubana -incluyendo acciones de sabotaje-, así como la creación de
una Fuerza de Seguridad del Caribe que apoyara todas las acciones
yanquis contra la Mayor de las Antillas. Pero quizá la más
interesante y reveladora de sus propuestas fue la siguiente: “La CIA
fue invitada a venir dentro de la semana con un procedimiento
encubierto preciso para continuar las conversaciones bajo tierra con
el gobierno cubano. El objetivo de este diálogo -explorar la
posibilidad de un desmembramiento dentro de la jerarquía del
gobierno cubano y estimular dicho desmembramiento- fue
exhaustivamente detallado en el último memorándum que le envié. Esto
es un esfuerzo para encontrar una técnica operacional”.7
El “último memorándum” al que se refería Goodwin había sido enviado
al Presidente el 22 de agosto y en este aparecía un poco más
explicado el objetivo que podía perseguir EE.UU. en caso de
continuar las conversaciones iniciadas con el Che. El documento
señalaba en su inciso F: “Procurar alguna manera de continuar bajo
cuerdas el diálogo que el Che comenzó. De este modo podemos dejar
claro que nosotros queremos ayudar a Cuba y lo haríamos si esta
rompiera sus ataduras con el comunismo y fuera democratizada. De
esta manera podemos empezar a investigar algún fraccionamiento en la
cumbre directiva, que debe existir”.8
Goodwin reveló en La Habana en el 2002, a raíz de la Conferencia
Internacional por el 40 aniversario de la Crisis de Octubre, que él
regresó con el mensaje del Che a Washington, “pero no hubo interés
en emprender negociaciones con Cuba”. En su criterio: “las heridas,
las humillaciones de Bahía de Cochinos eran demasiado grandes…
porque Kennedy había sido humillado, él estaba muy colérico…”.9
Sobre esta entrevista escribió el destacado investigador cubano
Jacinto Valdés-Dapena:
En su encuentro con Goodwin, Che Guevara expuso con claridad
meridiana los principios de la política exterior de la Revolución
cubana, el programa del socialismo cubano.
Con un hondo sentido dialéctico el Che analizó las causas y
condiciones que condicionaron el fracaso de los planes de los EE.UU.
contra Cuba en 1961 y pronosticó, además, los futuros fracasos de la
política norteamericana hacia Cuba de no rectificar en sus enfoques.
El relato que ofrece Goodwin de este encuentro evidencia que el
propósito de la parte norteamericana consistió en escuchar, observar
y explorar los criterios y la posición de Cuba.
De haber evaluado objetiva y correctamente los criterios expuestos
por el Che, la administración Kennedy hubiera podido adoptar hacia
Cuba una política más racional, lógica y apropiada, en lugar de
promover la subversión y el terrorismo a través de Mangosta, que se
extendería de noviembre de 1961 a noviembre de 1962.
Siendo uno de los ideólogos de la Nueva Frontera, Goodwin, sin
embargo, no captó en sus análisis sobre Cuba, la significación del
carácter autóctono, legítimo y autónomo del socialismo cubano.10
Resulta interesante que, todavía para el año 1962, Goodwin seguía
pensando en la conveniencia de darle alguna continuidad a las
conversaciones sostenidas con el Che en Punta del Este, con el
objetivo de explorar una división en las altas esferas
gubernamentales de la Isla, que posibilitara a Washington trabajar
sobre ella en función de poner fin al “control soviético en Cuba”.
El 24 de mayo, Goodwin envió un memorándum al subsecretario de
Estado para Asuntos Interamericanos, Edwin M. Martin, donde proponía
un “acercamiento a Castro”, basándose en las informaciones de
inteligencia obtenidas que señalaban una división en el gobierno
cubano entre los viejos comunistas respaldados por Moscú por una
lado, y Fidel, Raúl y Guevara por el otro.11 “Aunque sería ridículo
especular que estas relaciones están a punto de ruptura, siempre he
sentido que el final del control soviético en Cuba vendría más (si
es que viene del todo) de una división en la alta dirección, que de
una revolución popular”.12 A partir de este análisis, Goodwin
sugiere en el documento una “aproximación a Castro” que se
fundamentara en las siguientes ideas:
EE.UU. simpatiza con los objetivos iniciales declarados por la
Revolución -la reforma social y el fin de la dictadura.
Sobre las propiedades nacionalizadas se puede llegar a un acuerdo
amistoso.
La preocupación de EE.UU. ha estado en el control soviético sobre
Cuba y nosotros siempre hemos creído que este va contra los propios
deseos de Castro y los propósitos de la Revolución.
Si Castro puede desengancharse por sí mismo de los comunistas
nosotros estaríamos dispuestos a normalizar las relaciones
comerciales con el gobierno revolucionario y darle participación en
los esfuerzos interamericanos, incluyendo la Alianza para el
Progreso.13
Goodwin propuso que se realizara un contacto para trasmitir estas
proposiciones al gobierno cubano a través de alguna embajada europea
o directamente por medio del embajador cubano en la ONU, García
Incháustegui.14 Todo parece indicar que la propuesta de Goodwin fue
desechada, pues no se encuentra en los documentos nada que indique
lo contrario. Es evidente que el gobierno de los EE.UU. estaba
concentrado en ese momento en dar seguimiento a las operaciones que
dieran al traste con el régimen cubano por vías violentas, como
parte de la “Operación Mangosta”.
De cualquier modo, el diálogo secreto que propuso Goodwin con la
máxima dirección de la Isla en 1961 y 1962, estuvo siempre cargado
de malevolencia. Era una manera de explorar otro camino para lograr
los mismos objetivos de “cambio de régimen”. Aspecto que
encontraremos nuevamente en los documentos desclasificados
estadounidenses del año 1963, cuando la iniciativa de conversar
clandestinamente con los líderes cubanos alcanzó una mayor
aprobación en los más altos y limitados círculos de poder de los
EE.UU.15 No obstante Kennedy, después del fiasco de Girón, en lo
menos que estaba pensando era en un diálogo secreto con autoridades
cubanas, aunque escondiera puñales afilados y venenosos contra la
isla rebelde. Solo después de los sucesos de la Crisis de Octubre,
Kennedy comenzaría a repensar de manera menos colérica y vengativa,
e incluso mucho más inteligente, la política hacia la Mayor de las
Antillas. |